Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 11

Después de aquel sentimiento de pura culpa, Ezrael despertó en la noche debido a un repentino sonido que lo asustó. Una tormenta eléctrica le recordaba que aún estaba en aquella época. Suspiró, se sentó en su cama y agudizó su oído. Al escuchar el segundo rayo caer, también logró escuchar el grito de Valentín. Le pareció extraño que en su celular no hubiera ninguna llamada. Se levantó de la cama y se cambió de ropa. 

Cuando bajó las escaleras vio a su madre con una mujer rubia quien lo saludó como si no fuera nada importante. 

 

—¿Qué tal, niñito? 

—Buenas noches —no la miro a los ojos, vio a su madre—. Voy a donde Valentín. 

—No quería despertarte. Por eso no te dije que estaba lloviendo…

—… no hay problema. Me voy —miró a la rubia—. Buenas noches. 

—Suerte —respondió. 

 

Liliana le pateó la pierna a Honey quien se rió ante ello. 

Ezrael suspiró al irse. Estaba algo nervioso por entrar cuando llegó, pero al escucharlo gritar una vez más, se hartó de su comportamiento infantil. No iba a dejarlo solo. 

Tomó la llave que siempre llevaba y abrió la puerta. Todas las luces estaban apagadas. Cuando los relámpagos iluminaban creaban cierta aura terrorífica. Fue directo a la habitación. En un rincón se encontraba una gran manta que parecía cubrir algo. Sonrió recordando las épocas en las que Valentín tenía una carpa contra tormentas. La quitó hacía años atrás cuando tuvo que decidir si tener o no una computadora en su habitación. Ahora cuando caían truenos, se escondía en la cama o de esa manera. 

Se acercó lentamente. Abrió una ligera apertura donde parecía encontrarse el rostro. Cuando miró una vez más aquellas lágrimas brotando junto con un grito de desesperación, sintió el mismo dolor en el pecho que sintió en la tarde. Se arrodilló frente a él y habló a pesar de que su voz se veía opacada por la lluvia. 

 

—¿Val? —no hubo respuesta— Valentín. 

—¿Qué haces aquí? 

 

Con aquella tormenta, el pánico y la demora de Ezrael, su mente lo llevó a pensar que lo había abandonado por haberlo besado. Se sentía decepcionado, asqueado, mareado e incapaz de moverse. 

 

—Siempre estoy contigo cuando pasa esto. 

—Está bien. Vete. 

—¿Me dices eso cuando ya vine? —suspiró— Hazme un espacio. Me mojé por llegar aquí.

—Estoy bien. Si quieres puedes irte.

—Deja de quejarte y abre la cobija. 

 

Valentín se negó por un momento. El siguiente rayo que sonó, lo hizo cambiar de opinión. Abrió la cobija por completo. Al abrir sus ojos llorosos, lo vio. Ezrael tenía ambos brazos abiertos, listo para abrazarlo. Se había arrimado a la pared para poder sostenerlo de la manera correcta. Era tan bello y hermoso bajo la poca luz que había que no pudo evitar saltarle encima. Acurrucando su cabeza en su pecho, lo apretó con tanta fuerza que el otro se quedaba sin respiración. 

Ezrael lo veía tan triste y asustado que volviéndolo a cubrir con la cobija, le tapaba ambos oídos con sus manos. Movía su cabeza para darle pequeños besos en la frente. Lo tranquilizaba con actos tiernos como esos. Evitaba que los truenos lo asustaran. Logró calmarlo por completo unos cuantos minutos después aunque la tormenta no disipaba por completo. 

Valentín seguía en los brazos de Ezrael deseando jamás tener que apartarse de ellos. Descubrió su rostro para poder respirar mejor. Limpió sus mejillas y nariz con la manga de su pijama. Se acurrucó más en el cuerpo del otro antes de sentirse avergonzado por su comportamiento. No podía sentirse peor. Levantó su mirada para encontrarse con la de Ezrael quien, de manera adormilada, no dejaba de sostenerlo. 

 

—Ezra…  

—Dime.

—Sigue siendo mi cumpleaños —sintió un temblor repentino—. Puedes negarte si quieres, pero… 

—¿Pero? 

—Me gustaría que no lo hicieras. 

—¿Qué quieres? 

—¿Puedo dormir en tus brazos?  

—¿No es lo que siempre haces?

—No de esa manera… —apretó los dientes. 

—¿Entonces? 

—No lo sé. Siento que hice algo mal. Me siento culpable. Solo no quiero alejarme de ti. Pero si quieres, puedes irte cuando me quede dormido. 

—... ¿Dónde está el peluche que te regalé? —intentó cambiar de tema. 

—Sé quedó en la mesa. Cuando comenzó a llover ya no pude traerlo… lo siento. 

—… Lo compré porque cuando era niño pensé que un peluche me haría sentir menos solo. Pensé en que si algún día no estoy contigo, al menos eso sí. Debiste tenerlo a tu lado, idiota. 

—¿Me vas a regañar ahora? 

—... No. Por si no escuchaste bien, dije “Si es que algún día no estoy contigo” —exhaló—. Pero tengo que cambiarme de ropa. Se mojó más de lo que había creído. Espera un segundo. 

 

En el momento en el que Ezrael se levantó para hacerlo, un trueno sonó haciendo gritar a Valentín quien con ambas manos lo atrapó de la muñeca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.