Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 13

—Vamos, idiota, te tienes que igualar toda una semana en menos de dos días —dijo Ezrael. 

—¡Pero ya no quiero estudiar! —se quejaba Valentín pataleando— ¡Odio historia! ¡Esa señora me odia!

—Por eso mismo, idiota. No quiero que te quedes otra vez. 

 

Sentados en la sala de la casa de Valentín, intentaban estudiar. Estaban cansados y el castaño había sido amenazado con no pasar el año si no se igualaba todos los deberes para el inicio de la temporada de exámenes. 

Mientras Ezrael, el mejor de la clase, le enseñaba todo lo que habían dado los días que faltó, él se encontraba recostado en sus piernas fingiendo escuchar todo lo que decía. La verdad era que se fijaba en sus labios sin parar. Adoraba ver cómo salía aquella voz tan gruesa y sensual. Estaba hablando una vez más de la segunda guerra mundial. No le interesaba demasiado, pero le encantaba escuchar cuando hablaba de Hitler. Abría sus manos para expresar que aún cuando era una mala persona, era de admirar su poder manipulador de masas. 

Había pasado una semana desde aquel beso en la oscuridad. Todo se estaba arreglando. Ezrael le había estado dando de desayunar, arreglando la casa y como siempre, yendo a clases juntos. Creyó que era muy poco, pero Valentín no paraba de sonreír ante ello. 

 

—Cierto… —suspiró Ezrael al notar que no le hacían caso.

—¿Qué ocurre?

—... ¿Ya sabes qué vas a seguir en la universidad? 

—¿Yo?

—No hay nadie más que tú en la habitación.  

—Quiero ser florista… —exhaló mirando al techo— No sé qué seguir para lograrlo, pero sé que quiero lograrlo. ¿Crees que sea idiota? Tal vez se burlen de mí. Si mi abuela se entera, tal vez me dija marica o gay.

—Querer vender flores no es gay. 

—... oye, Ezra.

—Dime

—¿Besarnos es gay?

—No. 

—¿Por qué es diferente? —preguntó algo confundido. 

—¿Te atraen otros chicos? —negó— Entonces no es gay.

—¿Y a tí? —negó— Ya no entiendo. ¿Significa que está bien mientras sea entre nosotros?

—Valentín —lo miró con seriedad—, ¿importa? 

—No realmente. 

—Entonces deja de preocuparte por lo que puede decir tu abuela o cualquier otra persona. No me interesan las etiquetas. 

 

Aquel rostro enojado hizo sentir débil a Valentín. Lanzó una sonrisa antes de preguntar:

 

—¿Y podemos hacerlo otra vez?

—No es cumpleaños de ninguno —suspiró enrojecido. 

—¡Pero la última vez me besaste sin que fuera tu cumpleaños! ¡Me debes un beso! 

—... no grites cosas como esas.

—¡No me importa! ¡¿Puedo hacerlo?! —levantándose con prisa lo vio algo nervioso. 

—¿Cuáles fueron las ciudades en las que cayeron las dos bombas atómicas? 

—¡¿Ah?!

—Responde y puede que te deje. 

—Maldita sea… —murmuró intentando recordar— Hiroshima y Nagasaki, ¿no? 

 

Ezrael asintió mientras abría sus piernas. Pensó que no iba a responder bien esa pregunta, pero se alegraba de que lo hubiera hecho. Valentín se puso en medio antes de levantarle el rostro con una de sus manos, le acarició la mejilla con el pulgar y se acercó. Ezrael estaba rojo. No podía parar de temblar. Sus labios parecían anhelarlo. Nadie más que Valentín podía ponerlo de esa manera. 

Sus ojos brillaron con excitación mientras que su cuerpo le decía que si sus palpitaciones subían más, podría desmayarse. Pasó sus brazos sobre el cuello de Valentín y lo acercó para concretar aquel beso demorado en llegar. Lo hizo sonreír por ello. 

Valentín metió su lengua dentro de la boca de Ezrael. El calor que tenía era acogedor. Su lengua se movía con nervios cuando no era el que dominaba. Recordaba que en el parque, ese beso no se parecía en lo más mínimo. Pero aún así le parecía tierno. Decidió ser el “top” por esa vez. Iba a quitarle la ropa cuando Ezrael lo detuvo. 

 

—No. Aún no —se acomplejó por su cuerpo. 

—¡¿Por qué?! ¡Ya te has acostado con chicas! ¡No va a ser diferente! 

—Las chicas son una cosa, tú eres otra. 

 

No se sentía seguro con su cuerpo aún. Estaba yendo al gimnasio y aunque podía ver una mejora, quería verse lo mejor posible antes de mostrarle su cuerpo a alguien más. En especial a Valentín. Era una idea algo estúpida, pero no podía evitar que rondara su cabeza. 

Valentí notó lo nervioso que lo había puesto. Se preguntó la razón por unos segundos pero dejó ir aquella duda. Su rodilla fue directo a la entrepierna de Ezrael. La frotó contra su miembro haciéndolo sentir un delicioso ardor en todo su cuerpo. Logró hacerlo sudar al instante. Parecía tan excitado que no podía moverse. 

Ezrael se aferró con más fuerza a Valentín. Abrió su boca para equilibrar su respiración, sin pero terminó dando leves jadeos excitantes. Intentó controlarse a sí mismo, Valentín no quería eso. Lo estimuló aún más al verlo fijo y aplastar su miembro con suavidad. 




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