Ezrael se levantó de la cama después de haber pasado dos horas viendo un documental. Su espalda dolía. Abrió su ventana para tomar aire fresco. La vista daba a la casa de Valentín. Decidió escribirle:
“Oye, Val…”
“Dime” respondió al instante.
“Sal a la ventana de tu estudio”
“¿Te escapaste? ¿Vas a entrar por ahí?”
“Quisiera, pero mi mamá cerró mi habitación”
“Salta por la ventana y ven” sonrió al escribirlo.
“Me metí en problemas exactamente por eso, ¿acaso quieres que me castiguen una semana más?”
“La idea es que esta vez saltes con toda la ropa puesta” se burló abriendo la ventana y saludándolo desde allí.
Devolviendo el saludo con la mano, Ezrael marcó su número. Escuchar su voz era relajante. Especialmente cuando no lo había visto hacía dos días.
—Hola, Ezra.
—Hola, Val.
—Te ves mal. Como si estuvieras pasando un momento duro.
—Puede ser.
—¿Si? —rió— ¿Te hago falta?
Era claro que sí. Pudo notarlo en la forma coqueta con la que lo veía y hablaba. Valentín sonrió. Quería abrazarlo. Le hacía falta.
—Extraño nuestros desayunos de los domingos —se burló haciéndolo reír.
—¿Qué te dieron de desayunar hoy?
—Sándwich con café. Pero no había el café que siempre compras tú así que no fue tan bueno como esperaba.
Valentín se quedó en silencio unos segundos. Siempre compraba su café favorito para que se sintiera cómodo cuando estaba en su casa. Al parecer lo había logrado. Estaba rojo ahora por culpa de que se hubiera dado cuenta de aquel detalle. Decidió atacar con la misma cantidad de sentimentalismo.
—Yo también te extraño, Ezrael.
—¿Ah? —dijo con una leve risa— ¿Qué dices?
—Que yo también te extraño.
—... yo también lo hago.
Sintiéndose igual de nerviosos, decidieron darse un respiro para seguir.
—Oye, Ezra —habló primero.
—Dime, Val.
—Tu pijama se ve bien. Resalta tus ojos —se burló.
—¿Ah, sí?
—Si. Cuando usas ese pijama negro, tus ojos brillan.
—Tu también te ves bien. Aunque te verías mejor sin ropa.
Haciendo reír a Valentín a carcajadas, Ezrael ocultó su rostro y risa para evitar sentirse más avergonzado de lo que ya estaba. Decidieron parar por un momento.
—Creo que estamos sonando demasiado gay.
—Creo lo mismo. ¿Cómo te fue ayer con Deyanira? —cambió de tema.
—Normal. No es como si algo realmente hubiera cambiado. Nos parecemos mucho, pero me llevo mejor con gente que es mi opuesto. Como tú —coqueteó.
—Tonto.
Ezrael se había sonrojado. No quería preguntar nada más, sin embargo estaba un poco celoso de que Deyanira y él hubieran salido mientras que él no había podido verlo cara a cara en todo el fin de semana. Fue vencido por la curiosidad.
—.... ¿Y qué hicieron?
—No mucho. Fuimos a comer, luego a pasear, terminamos por varias razones en un hotel… Nada nuevo.
—¿Te acostaste con ella?
—No voy a mentir diciendo que no —sonrió—. ¿Qué más iba a hacer? Me dejaste a medias el jueves y el viernes lo único que pudimos hacer fue besarnos un poco antes de que tú mamá llegara. Además, quien dio la idea fue ella. Sabes que no me gusta acostarme con nadie en la primera cita.
Valentín sonaba inocente. Ezrael creyó que era así hasta la primera vez que lo besó. Cuando estaba excitado, Valentín era mucho más dominante que cualquier otra persona. Lo obligaba a rendirse ante él.
—Lamento que nos hayan interrumpido esas dos veces.
—No es tu culpa, tonto. ¿Sabes lo que sí lo es? —se burló.
—Además de dejarte caliente, no lo sé.
—Que Deya se haya comportado extraña por los chupetones. Quiso hacerme más. Mi cuello no soporta tanto.
Hubo un largo silencio por parte de Ezrael. Odiaba que alguien más dejara marcas en Valentín. Cuando se dio cuenta de ello, se sintió hipócrita.
—No la dejé hacerlos. Tranquilo —entendió al instante—. Para que te pongas igual que la última vez, prefiero evitarlo.
—No quiero recordarlo. Más bien, no lo recuerdo —gruñó.
—Puede que no lo recuerdes, pero a mí me gustaba ver los que dejaste en el espejo. Eran sexys.
—... ¿Y los de ahora?
—Me gustan por igual. Se ven bien. Me queda increíble el color morado, ¿te has dado cuenta?