—¿Quién crees que vaya a venir? —murmuró Ezrael— Dijo que era alguien importante, pero no tengo idea.
—Yo tampoco —sonrió.
Acostado a un lado de Valentín, se acercaba a su oído para susurrarle. Parecía no hacerle caso pues veía su celular. Eran publicidades universitarias que sus padres le habían mandado. Las veía sabiendo que no le interesaba nada fuera de su pequeño mundo. Tuvo que bloquear su teléfono al sentir una lengua recorrer toda su oreja.
—Me haces cosquillas, tonto —susurró entre risas—. Me da cosquillas. No hagas eso.
—¿Te hago cosquillas en otros lados? ¿Qué te parece esa idea?
Llevando su mano al estómago de Valentín, comenzó a frotar los nacientes abdominales que tenía. Lo hacía con ternura y sin dejar de besarle el rostro. Pasaba su lengua por su mejilla mientras con su nariz le hacía cosquillas en la sien. Era tan tierno verlo sonrojarse por el juego previo que no podía evitar sonreír a escondidas.
Bajó un poco hasta llegar a su cuello. Dio una mordida en su cuello, pasó su lengua y apreció el dulce sabor que tenía. Se acercó a su cintura, luego a su pantalón. Estaba por tocar su miembro cuando jugueteó y volvió a su abdomen. Lo había hecho reír tal movimiento. El haber esperado tanto algo que no ocurrió, le causaba gracia.
Ezrael se acercó más. Sus labios fueron a pasar desde su mejilla hasta su ojo.
—Idiota, idiota —se burló Valentín—. No hagas eso, se siente extraño.
—Estoy caliente, tienes que responsabilizarte.
—¿Y porqué? —rió— No he hecho nada.
—Me diste chocolates por San Valentín. Debiste darme otra cosa. Como esto.
Acariciando desde su pecho hasta su cintura llegó a su trasero, sonrió. Estaba feliz de lo que estaban haciendo. Continuó con ello.
—Tú me diste un pastel, tonto —se estremeció—. Es… Es lo mismo.
—Me gusta cuando la boca se te llena de crema.
—P-p-p-pervertido.
Aunque se hubiera querido negar, esa frase fue un completo detonante para lo que quería. Le encantaba. Deseaba escuchar más ese tipo de frases. Se dejó llevar mientras abría la boca. Respirar se estaba volviendo complicado.
—Me encanta verte cuando te tienes que limpiar los labios porque te quedaron restos blancos —pronunció mordiendo su mejilla—. Me dan ganas de comerte.
—N-n-n-no me comas.
—¿Por qué? Muero por hacerlo, Val. Quiero que tú seas mi comida.
—Eres un idiota —se sonrojó.
—No puedo decir que no.
Antes de poder seguir, el timbre sonó. Valentín se sentó en la cama por la sorpresa, Ezrael por atrás lo atrapó entre sus brazos. Se acercó una vez más a su oído. Susurraba todas las frases con la idea de que no lo escucharan.
—No te vayas aún. Espera un rato.
—P-p-p-pero…
—No quiero que acabe. Por favor.
Ezrael quiso convencerlo para seguir por lo menos un momento. Valentín parecía querer que lo hiciera.
—¿Quieres que te diga algo, Val?
—Dime…
—Ayer cuando estabas con Deyanira en el patio, ¿sabes qué fue sensual?
—¿Qué cosa?
—Verte como la besabas mientras me veías.
—¿Te gustó? —asintió con la cabeza— También me gustó ver cómo mordías el cuello de Amelia sin dejar de verme.
—Eres un pervertido.
Ezrael se acercó a su cuello. Pasó su lengua lentamente hasta llegar a su oreja. Cuando llegó, pudo notar las manos de Valentín cubriendo su pantalón. Movió sus manos hacia el pecho del chico, quien algo sorprendido, intentó no hiperventilarse.
—A Amelia también le hago esto.
—Si… lo entiendo.
Masajeando sus pechos, lograba ver lo nervioso que se sentía. Valentín estaba sonrojado y tapaba aún su erección. No quería que hiciera eso. Tomándolo de ambas muñecas con sólo una de sus manos, sonrió. Había podido dejarlo sin defensa alguna con sólo un movimiento. Notó lo duro que estaba con sólo dar una mirada.
—¿Por qué te cubres tanto?
—No es nada…
—Mentiroso.
Deseando más de esas pequeñas expresiones, clavó sus dientes en la parte de su cuello que se conectaba a su hombro. Podía sentir que quería escapar del amarre, sin embargo no iba a dejarlo. Ya no. Estaban en el momento perfecto, todo había sido espontáneo. Quería seguir.
Llevó su otra mano directo al interior de su pantalón. Sonrió al escucharlo decir que no quería ensuciar su ropa. Era sensual tenerlo casi a sus pies. Hizo caso. Tampoco quería ensuciarse en esa ocasión. Se enfocó sólo en frotar. Dejó de morderlo por un segundo, sin embargo, Valentín movió con desesperación su cuerpo para que lo repitiera.