Aún parado frente a la casa, ocultó su deseo en un momento de razonamiento lógico. Si se acostaba con Valentín y aún sentía algo, no era sólo lujuria; si se acostaba con él, pero no sentía nada, lo habría arruinado todo tal y como dijo su padre. Cualquiera de las dos podría lastimarlos a ambos, pero al menos los haría cumplir su sueño de acostarse con el otro.
Decidió ignorar todo lo malo. Tomó su decisión y abrió la puerta, no pudo evitar hacerlo en silencio. Su mente necesitaba tranquilidad, sin embargo, un sonido recorrió sus oídos. A lo lejos podía escuchar gemidos.
—Ezra… —sonó desde la habitación de Valentín— Ezra…
Con cada paso que daba hacia la habitación, más claro lo escuchaba. Mientras más claro lo escuchaba, sus piernas más temblaban. Estaba tan excitado que apenas podía moverse sin caer. La voz que Valentín estaba poniendo en ese momento lo hacía perder el poco control que tenía sobre sí mismo en ese momento.
—Ezra... Ezra... —jadeó— Se siente bien...
“Se nota que te gusta” se escuchó en su mente con la voz del pelinegro.
—Me encanta… Me encanta… Ezra…
Escuchar aquellas palabras por fuera de la puerta, lo hicieron estremecer. Era exactamente lo que le gustaba escuchar. Miró su pantalón y notó la erección que tenía. Quería masturbarse con aquel estímulo, sin embargo, eso le quitaba toda la diversión. Acomodó su miembro antes de asomarse en silencio por el umbral.
Valentín estaba desnudo por completo. Cubría sus ojos con una sudadera. Parecía volverse loco por el olor. Inclusive la apretaba con fuerza mientras que con su otra mano usaba juguete para penetrarse. Cuando pareció haber tocado algo en especial sensible, encendió la vibración. Todo su cuerpo se arqueó con un ritmo sensual. Sus piernas, brazos, pies y dedos se contrajeron por un repentino choque eléctrico. Ezrael no pudo evitar fijarse en todo lo que estaba a punto de volverse suyo. Se acercó para ver mejor.
Valentín era más hermoso que en sus propias fantasías. Su formación de músculos era espectacular. Tenía grandes pectorales que, junto a la fuerza de sus brazos, eran sus detalles más llamativos. Bajó un poco la mirada. El poco vello de su cuerpo era hermoso. Su erección le decía que, aunque estaba pensando, estaba tan excitado que evitaba tocarse para no terminar.
—¡Ezra!
La voz de Valentín salió con más placer cuando metió aquel vibrador tan profundo como pudo. Hizo que Ezrael sintiera las piernas débiles. Parecía en verdad disfrutar lo que estaba haciendo. Su boca se abrió decenas de veces más para repetir aquel nombre. Mordía sus labios y pellizcaba sus pezones. Acariciaba sus pectorales antes de ir hacia sus abdominales e incluso nalguearse a sí mismo. Cuando comenzó a mover sus caderas para más placer, hipnotizó a Ezrael por completo. Él quería hacerlo sentir así de bien.
Acomodó su miembro dentro de su pantalón. No podía creer cuán sudado estaba. Podía sentir lo pegajosa que su ropa se había puesto. Quería hacerlo. Se alegró al saber que ya no había nada que los detuviera. Sonrió antes de limpiar su frente.
—Tonto Ezra —rió de forma pervertida—... Siempre pones esa cara de estar caliente. ¿Cómo no voy a dejarte?
Aquella voz sensual mezclada con el toque amistoso lo excitaba aún más. En especial cuando utilizaba expresiones como esa. Sabía que ahora, cada vez que le dijera algo así, querría besarlo.
“Dime lo que quieres” resonó en la cabeza de Valentín.
—.... quiero al real.
Ezrael se rindió ante él. Sacó sus zapatos sin hacer ningún ruido. Miró por un momento sus manos levantando su camiseta. Se sentía bien con su cuerpo desde hacía un tiempo, sin embargo, no se lo había mostrado a nadie en un buen tiempo. No estaba seguro de lo que hacía, pero se la quitó y en un movimiento rápido, la aplastó contra la sudadera que dejaba ciego a Valentín.
Se acercó con prisa a reposar su frente contra su pecho. Podía sentir sus palpitaciones. También su olor a jabón le recorría la nariz. Pasó su lengua por todo su esternón. Con cariño mordisqueó un pezón. Su otra mano se dirigió a crear una imagen sensorial con la yema de sus dedos. Era tan sensual que sentía que iba a morir por la cantidad de placer que sentía por sólo estar tocando su piel.
Valentín reconoció cada movimiento al instante. Abrió las piernas para que no pudiera huir, sus brazos subieron para poder ponerlos alrededor de su cuello para atraerlo hacia su rostro. Quería un beso. Los cabellos de Ezrael le hicieron cosquillas en la naríz antes de cumplir su deseo.
Al principio, como todas las veces, fue lento y romántico. Se volvió sensual cuando Valentín le mordió los labios. Podía sentir leves cicatrices de todas las veces en las que se lastimaba por estrés. Le encantaba poder sentirlas con su lengua, por lo cual la puso dentro de su boca. Dio vueltas con la de Ezrael antes de pasarla por su paladar. Lo hizo temblar cuando atrapando la suya con sus labios, le daba una leve succión y volvía hacia dentro.
Un sensual sonido de humedad se creó por varias razones. En especial aquel beso que volviéndose cada vez más húmedo, hizo que Valentín perdiera el control de todo lo que le pasaba por la cabeza. Cuando se separaron, pudieron sentir un hilo de saliva extenderse antes de caer por culpa de la gravedad. Valentín habló primero: