Cuando Ezrael y Valentín pudieron liberarse de las chicas fueron directo a la habitación. Al entrar lanzaron sus maletas a un lado, vieron la cama y escogieron al instante cuál sería la que iban a utilizar.
Valentín estaba nervioso. Regresó a ver a Ezrael. Sus ojos se encontraron demostrando que no importaba cuánto se conocieran, siempre habría momentos en los que hablar sería complicado. Fue al baño esperando que lo que le fuera a decir no fuera malo. Mientras se lavaba el rostro no podía dejar de sentirse avergonzado por haber hecho que lo cargara al auto y lo abrazara mientras dormía. Estaba rojo. Sus labios hicieron una mueca.
Al salir vio a Ezrael. Se había sacado la camiseta por el calor. La tentación fue grande, pero aún así se acercó en silencio. Estuvieron callados por un segundo mientras le acariciaba el pecho con sus manos. Bajó sus dedos hasta llegar al borde de su pantalón. No iba a meter su mano.
—¿Qué querías decirme?
—¿Estás mejor? —asintió con su cabeza— Valentín.
—¿Te molesté mucho anoche? Lo lamento. No… no te enojes —lagrimeó—. Te juro que no lo hice con intención. En verdad. Lo prometo.
Ezrael lo tomó de las manos con calma. Le besó todos los dedos para tranquilizarlo. No quería decirle lo de Deyanira, tan sólo repetir lo que dijo la noche anterior.
—Deja de pensar que voy a abandonarte o que voy a dejarte sólo, ¿bien? No soy como tu familia —suspiró.
—... ¿lo prometes?
—Lo prometo.
Valentín no dejó que dijera nada más. Estaba enamorado de él con toda su alma. No quería que aquellos detalles románticos desaparecieran jamás.
Con cierta clase de desesperación se acercó a él. Lo levantó de la cintura con fuerza y lo atrajo hacia su cuerpo. Pegando sus pechos, Valentín notó la falta que le había hecho uno de esos besos apasionados que ahora le estaba entregando. Era tan delicioso que no se podía centrar en nada que no fuera él. Se dejó llevar por los movimientos. Mordía sus labios con lujuria. Querían ir más lejos por lo cual se empujaron al mismo tiempo. Ninguno de los dos quiso ceder ante el otro. Terminaron en un empate del cual leves risas los hicieron felices.
Valentín notó que Ezrael no era la persona seria que había conocido hacía años atrás. Siempre había sido un chico risueño el cual se escondía bajo el manto de ira de su padre. Así también ahora era dulce, tierno y atento. Su único problema era que no podía decir que quería a alguien. Como Liliana dijo, Ezrael estaba lastimado y no sanaba aún. Lo esperaría el tiempo necesario. Lo apretó entre sus brazos una vez más.
—Ezra —susurró en su oído—, ¿puedo abrir tus piernas?
—... ¿Para qué? —tembló
—Sé que lo sabes. ¿En verdad quieres que lo diga en alto?
Había algo diferente en los ojos de aquel chico quien ahora lo veían con tal romanticismo que lo dejaron cegado por un instante. Ezrael no supo qué decir. Pidió que le repitieran la pregunta.
—¿Puedo abrirte las piernas?
—No lo sé. Tenemos que salir pronto para encontrarnos con los otros.
—Cierto .—sonrió al verlo nervioso—. ¿Qué tal si lo hago, pero solo te beso?
—… ¿Me prometes que serán solo besos?
—Lo prometo, Ezrael.
Haberle dicho su nombre completo lo hizo sonrojar al punto en el que tuvo que ocultar su rostro entre sus manos. Terminaron besándose hasta que hubo más de diez llamadas perdidas en sus celulares. Fue difícil separarse.
Cuando fueron a la playa, se encontraron con Amelia:
—¿Qué ocurre con tus labios, Ezra? Están muy rojos.
—El calor los pone así —murmuró.
—¿A tí también te los pone rojos, Val?
Ezrael tenía cara de haber pasado por algo vergonzoso mientras que Valentín lo miraba como si hubiera conseguido algo que quería hacía mucho tiempo. A Amelia le pareció tierno.
—¿Calor? —sonrió Valentín— Sí, claro. A ambos, pero el cuerpo de Ezra se hincha cuando tiene calor —se burló para tocarle el abdomen y la poca grasa que tenía.
—Quieto, imbécil. Deja de tocarme —sonaba molesto.
Amelia veía con risas lo que ocurría entre ellos dos. Tenía razón en su hipótesis, la tuvo desde un inicio. Ahora solo tenía que hablar con Ezrael acerca de lo que podría pasar si la gente se enteraba de ello. En especial Deyanira quien comenzaba a sospechar.
Aquella otra mujer veía a lo lejos el comportamiento familiar del otro grupo. La tristeza se convirtió en ira, no porque la hubieran engañado, sino porque era un hombre con el que lo hacía. Sintió tener que hacer feliz a Valentín esos días para en otra noche decirle que eligiera a uno de los dos. Gruñó un poco antes de caminar con un traje de baño que ella pensó que se vería lo suficientemente sexy como para quitar a Ezrael de la cabeza de Valentin por lo menos un momento. Cosa que supo que sería difícil el verlo quitarse la camiseta por culpa del calor.