—Ezra —tocó la puerta Valentín—... ¿Ya?
—Callate, idiota. Solo espera.
—No quiero esperar —gruñó dando otro golpe—. Voy a entrar.
—¡Puse seguro! ¡Deja de molestar!
—¡Encontré la llave en un cajón! —gritó avergonzado de su comportamiento.
—¡¿Ah?!
—¡Lo siento! ¡En serio lo siento!
Valentín entró con prisa tanto al baño como a la ducha. Se había desnudado por completo. Una de sus fantasías era hacerlo en aquel lugar, pero ver a Ezrael pegado contra la pared, con una erección, la pierna levantada y dos dedos dentro suyo hizo que su mente dejara de procesar todo lo que había planeado. Era tan sensual su cuerpo marcado que no podía evitar dirigir su mirada hacia su pecho. Deseó poder morder sus pezones hasta hacerlo gritar. Levantó la cabeza para ver el agua mojarle el cabello.
Sus miradas se encontraron por unos segundos. Ezrael no pudo evitar que Valentín se acercara. Fue acorralado en cuestión de segundos. Sus erecciones se tocaron haciendo que sus piernas temblaran. Cerraron sus ojos al mismo tiempo para tranquilizarse.
Valentín bajó su mano y le subió la pierna aún más. Hizo que pusiera su pie contra la pared; estaba decidido a meterlo aquella noche.
—Usaré mis dedos —susurró—. ¿Está bien?
Aunque Ezrael no lo dijo en palabras, quitó su mano para darle paso a él. Estaba limpio así que no le daba asco. Cuando sintió que otros dos dedos volvían a rozar su apertura tembló. Su cuerpo se tensó haciendo que fuera difícil entrar. Valentín lo acarició por todos lados para que se relajara; logró hacerlo como todas las veces. Cerró sus ojos con fuerza para no ver nada. Sus sentidos se agudizaron, sintió el agua caliente caer por su piel, el olor a sal le recorrió la nariz y el beso que se dieron era dulce con sabor a lluvia.
Cuando el primer dedo entró se dejó llevar por el placer. Su respiración se volvió errática. No pudo moverse más. Quería ceder ante todos los movimientos de Valentín; estaba listo para todos ellos.
Sus penes chocaron haciéndolos dar un leve gemido. Valentín comenzó a morderle el cuello. Quería dejar algunas marcas, sin embargo por el momento iba a contenerse. Dejó que otro dedo se hiciera paso. Tenía que llegar a un mínimo de cuatro para poder entrar en él. Pero no iba a lograrlo si es que no se relajaba.
—Estás muy apretado… relájate —susurró besándole los oídos—. No quiero lastimarte.
—... estoy asustado.
Diciendo por primera vez en su vida, Valentín supo que, más que temeroso, estaba excitado. Siempre que estaba perdido en placer decía cosas que jamás diría estando consciente. Era una de las cosas que adoraba de acostarse con él, decía todas sus verdades.
—Está bien —sonrió—. Sé que te asusta.
—Es que… vas a meterlo. No sé si entre.
Haciéndolo reír, Valentín movió sus dedos como si estuviera atrayendo algo. Cuando tocó un leve punto dulce, Ezrael ocultó su voz mordiendo su labio. Estaba más excitado de lo normal. Todo por la forma en la que había sido acorralado en la ducha.
—¿Te gusta cuando toco aquí? —susurró.
—Es extraño —su cuerpo se estremecía cada vez más—. Se siente extraño…
—No dijiste eso la última vez. —acariciando sus paredes internas logró que se relajara cada vez más—. Me dijiste que se sentía bien. ¿Quieres que te haga sentir mejor?
—No lo sé —sollozó—. Estoy asustado, Val…
—Maldita sea…
Valentin había soltado su voz enojada. Casi nunca lo hacía por lo cual intimidó a Ezrael. No era su culpa, sin embargo parecía que el otro no entendía lo tierno que se veía cuando decía lo asustado que estaba.
Tomó en cuenta el respeto y cariño que le tenía para poder detenerse si es que no le gustaba.
—... ¿Quieres que los saque? —no hubo respuesta— Tienes que decirme si algo no te gusta, dejaré de hacerlo de inmediato.
Ezrael no entendía el porqué de que aquella voz fuera tan sensual y a la vez delicada. Le encantaba la dualidad de Valentín. En especial cuando mostraba esa parte suya de ser rudo pero respetuoso.
Le pasó ambos brazos por el cuello. Ocultó su cara en su hombro. Le besó el cuello hasta dejar algunas mordidas y chupetones.
—… solo… sigue —le susurró al oído.
Con aquel consentimiento Valentín introdujo otro de sus dedos. Masajeó el interior sintiendo que estaba a punto de derretirse allí dentro. Era caliente y de textura suave, pero también se mantenía apretado. Era sensual a niveles que ni siquiera podía explicar. Sentir sus dedos ser absorbidos de esa manera lo hizo querer penetrarlo sin un condón.
Al meter un cuarto dedo, Ezrael sintió estar siendo partido en dos. Su cuerpo le decía que adoraba lo que pasaba en ese momento, en especial que ocurriera con esa persona, pero su cabeza no paraba de repetirle lo avergonzado que debía estar por sentirse de esa manera. Valentín comenzó a darle pequeños golpes por dentro hasta que sintió algo mucho mejor. El placer ya no era leve como antes. Ahora podía sentir con claridad la fuerza con la que estaban presionando. Sus piernas temblaron al punto en el que no podía sostenerse bien.