Ezrael había despertado entre los brazos de Valentín. Eran cómodos y el olor que emanaba su sudor era sensual. Estaba enojado por su dolor de cadera. Así también sentía todo entumecido de su cintura para abajo. Fingió estar dormido hasta que el otro abrió sus ojos. Cuando sintió aquella mirada penetrante, no pudo más y se obligó a sí mismo a dirigirle la mirada.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Valentín con un rostro lleno de amor— ¿Dormiste bien?
—Eres tan molesto que quisiera golpearte.
Valentín no pudo hacer más que sonreírle, sabía cuán avergonzado debía estar sintiéndose. Se acomodó para sostenerlo entre sus brazos, le dio suaves besos en la mejilla mientras reía de todo lo ocurrido. Cuando sintió ser empujado, prefirió detenerse para respetar su espacio.
—¡Vamos! ¡No fue tan malo! —Ezrael escondió su rostro entre sus manos.
—Me duele, idiota.
—Pero lo hice con cuidado… estoy seguro de que te preparé bien.
—Perdiste el control después de la segunda vez —dijo con una sonrisa gruñona—. Por más preparado que hubiera estado, tienes que tener cuidado. Me duele.
—Pero la primera vez tuve mucho cuidado —hizo un pequeño puchero—… ¡Bueno! ¡Bueno! ¡La próxima tendré más cuidado!
—Ya callate.
—Ezra —susurró abrazándolo—... Gracias.
—¿Ah?
Ezrael no entendía cómo aquel chico que era capaz de dominarlo tan fácilmente ahora era incapaz de hacer berrinches. Le parecía tierno, sin embargo no entendía muy bien porqué le daba las gracias.
—No lo sé. Solo que —prosiguió con el rostro ilusionado—… Me siento feliz, ¿sabes? Ayer tú fuiste a verme en medio de la lluvia, me levantaste en tu espalda y me trajiste. Me hiciste sentir menos nervioso y ya no estoy tartamudeando… ahora me siento seguro a tu lado.
Sabiendo que muy probablemente no se acordaba de lo que había dicho la noche anterior, prefirió despejar aquellos pensamientos con sus palabras. Lo logró pues lo vio ponerse rojo y esconderse.
—… no hay problema.
—Oye, Ezra…
—Dime.
—¿Quieres pasar este día solo tú y yo? —propuso acariciando sus cabellos.
—¿Qué?
—Siempre que lo hacemos, pasamos el día siguiente juntos. ¿No quieres hacerlo hoy?
—… ¿no quieres pasar con Deyanira?
—Prefiero pasar contigo que con ella —despejó sus dudas una vez más—. Pero si no quieres, no hay ningún problema. Podríamos volver a la normalidad… Solo que ayer parecías estar realmente celoso.
Al escuchar eso y sentir que aquello era verdad, Ezrael empujó a Valentín a un lado. Estaba tan rojo que podía sentir su cuerpo hervir.
—¡No soy celoso! ¡Me voy a dar una ducha!
—Aún tengo la llave. —jugó con él.
—Y yo aún tengo fuerzas como para patearte y dejarte sin caminar.
—¡Eso solo ocurrirá si es que puedes caminar!
Cuando Ezrael intentó levantarse, sus piernas fallaron como había sido predicho. Por detrás lo sostuvo Valentín entre sus brazos, era incapaz de dejarlo caer de esa forma. Le recordaba con cariño la primera vez que lo hicieron y ocurrió algo parecido.
—Está bien. No voy a hacer nada —susurró en su oído para calmarlo—. Nada que tu no quieras, obvio.
—Eres un idiota, Valentín. Deja de serlo.
—Lo dices como si te importara. —sonrió—. Sabes que te gusta que te haga reír.
—Eso no lo sabes.
—Soy la única persona con la que sonríes, ¿cómo no voy a saberlo?
—... eso es porque eres especial —cubrió su rostro con sus manos.
—Tú también eres especial para mí. Deja de ponerte nervioso cada vez que lo dices.
—... lo intentaré.
Ezrael ocultó su sonrisa infantil para levantarse. Antes de poder irse recibió un beso de Valentín en su espalda. Cuando regresó a ver porqué no lo había seguido hasta el baño lo vio abriendo las cortinas de la habitación con ambas manos. Se había recostado para seguir durmiendo. Le hacía feliz saber que después de una tormenta, el sol siempre volvía a salir.
Por otro lado, limpiarse fue más difícil de lo que pensó. Pasada la tercera vez que lo hicieron, Valentín parecía no poder parar. Se había quitado el condón para que ambos lo sintieran mejor y por error había terminado dentro. Ezrael ahora sentía cómo salía todo de su cuerpo y aquello lo enojaba.
—¡Eres un idiota! —gritó desde la ducha.
Fuera de la habitación Valentín sacó una sonrisa. Sabía que lo había hecho mal por lo cual se aseguraría de que la próxima vez eso no ocurriera. Revisaba su celular hasta cuando recibió una llamada de Deyanira. La miró algo confuso acerca de lo que tenía que hacer. No le gustaba ignorar a las personas y para terminar una relación prefería ser directo, sin embargo no sabía cómo hacerlo sin delatar la relación que tenía con Ezrael. Suspiró antes de colgar. Pensaría en algo después.