Cuando Valentín salió corriendo, no supo a dónde ir. Terminó encerrado en uno de los baños del lugar. No había nadie, eso lo mantenía tranquilo. Fue entonces que recibió una llamada. Ezrael había corrido detrás de él, pero lo perdió de vista. Con la voz algo quebrada, le dijo su paradero.
Ezrael fue corriendo hasta allí. Al verlo lavándose el rostro, lo abrazó por la espalda. Lo apretó contra suyo con tanta fuerza que lo hizo toser. Se miraron por el espejo. Sus rostros mostraban lo arrepentidos que estaban de sus comportamientos. Ezrael en especial.
Tomó a Valentín y casi obligándolo, lo encerró junto a él en el baño más lejano. Se aseguró de poner el seguro y de no hacer demasiado ruido. Se apegó a él, lo abrazó por la cintura y sintió las lágrimas del castaño caerle en el hombro. Eran pequeñas gotas que lo congelaron con prisa. Aún así, no se separó. Se quedó callado y pegado a él.
—Val… yo… —susurró queriendo decirle todo.
—¿No tienes algo que decirme?
Valentín no quería tartamudear, calculaba cada palabra que decía en su mente antes de pronunciarla. También intentaba mover su boca para no detenerse en ninguna letra ni sílaba. No recordaba desde hace cuanto tiempo se obligaba a no tartamudear de tal manera, pero tampoco había sentido una traición tan grande en toda su vida.
—Yo… Si —decidió decirle primero acerca de la mentira de Amelia.
—¿Y qué es?
—Te mentí.
—¿Sí? ¿Por qué? —dijo enojado.
—No lo sé. Me sentí extraño. Solo… No lo sé —suspiró—. Pero en verdad, en verdad, no quería lastimarte.
—Pero lo hiciste al no decírmelo —sollozó—… somos amigos. Pensé que siempre confiabamos en el otro. Pensé que ya habíamos terminado con la misma pelea de que no confiamos el uno en el otro. Pensé…
—Confío en tí —lo cortó con sus palabras—. Lo hago. Lo hago en verdad.
—¿Y por qué no me dijiste que saliste con ella, mentiroso? —gruñó sin darse cuenta.
—¿Cómo lo supiste? —dijo levantando la cabeza.
—¡Si me vas a mentir, ve a un lugar en el que no pueda verte! ¡Idiota!
La temperatura del cuello de Valentín subió. Su rostro estaba rojo. Hizo sonreír a Ezrael, quien susurrando con una sonrisa, dijo:
—Oye, Val —murmuró— ¿Estás celoso de Amelia?
—No.
—¿Seguro?
—Ya dije que sí —gruñó con los labios temblorosos.
—¿Muy seguro?
—¡Que sí!
—¿Entonces por qué sigues llorando?
Ezrael limpio con sus dedos las lágrimas de Valentín sin dejar de ver la hermosa manera en la que sus pestañas se llenaban de pequeñas gotas. Estaban tibias. Sus ojos cafés eran preciosos. No pudo evitar fijarse en aquel brillo que siempre le había gustado. Recordaba que desde que se conocieron, su mirada había sido la misma. Tal vez ahora tenía algo más de intensidad.
—Tus ojos brillan.
—¿Qué? —preguntó algo confundido.
—Los de Amelia no tienen brillo. Son como… no sé —rió—, pero los tuyos siempre han brillado para mi.
—Cállate —dijo sonrojado—. No creas que voy a caer en tu trampa.
—Brillas siempre para mí. Eres la persona que más brilla a mis ojos —prosiguió para molestarlo—. No sé qué mierda estaba pensando, pero en verdad no quería lastimarte, Val.
—No me mientas.
—No quiero lastimarte nunca. Desde ahora voy a decirte la verdad. Lo prometo.
—¿A dónde fuiste con ella?
—Desayunamos, luego fuimos a los bolos. Después comimos un helado. No la besé, tampoco la toqué… Tampoco dejé de pensar en tí.
—Mentiroso.
Ezrael no dejaba de sonreír al saber lo celoso que se había puesto. Sintió que le tomaban la mano y jugaban con uno de sus anillos. Se quitó el más pequeño que tenía y dando varios besos a la mejilla de Valentín, usó sus dedos para ponerselo. Cuando Valentín lo vio, no pudo evitar reír. Lo había hecho feliz. Había caído una vez más ante aquel rostro preocupado que siempre se mostraba transparente ante él.
—¿Qué ocurre? —dijo cuando supo que todo estaba bien.
—Voy a hacerte lo mismo que me hiciste.
—¿Ah?
—Voy a conseguir a alguien y voy a salir de la misma manera —rió pellizcando su nariz—. ¿Crees que Teo quiera salir conmigo?
—Cruel… —agachó la mirada.
—¿Qué no es lo que hiciste?
—Si, pero prefiero cualquier otro castigo a que tú… salgas con alguien más.
Diciendo aquellas palabras románticas, sabía que quería decir lo que sentía por él y pedirle perdón por haberse demorado tanto. El rostro de Valentín estaba rojo con la mirada perdida por culpa de lo que escuchó e hizo que no pudiera hacerlo.