Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 32

Aún cuando todo fue perfecto, el momento en el que el celular sonó lo arruinó todo. Valentín solo respiró y golpeó su cabeza contra la pared. Ezrael puso su mano antes de que volviera a hacerlo. Terminó siendo aplastado, pero con la satisfacción de que no lo había visto lastimarse a sí mismo.

Valentín cerró los ojos y respiró intentando tranquilizarse. Fue la primera vez que sin tomar en cuenta una tormenta, él se veía aterrorizado. Consternado. Su rostro tenía varias arrugas, pero parecía negarse a llorar. Le dio un suave beso en la mejilla antes de esconderse en su hombro. 

 

—¿Qué ocurrió?

—N-n-n-no quiero verla —gruñó llorando—. N-n-n-no quiero verla. 

—¿A quién?

—A-a-a-abuela.

—¿Y por qué va a venir?

—… m-m-m-mi mmmadre le dijo que voy a m-m-m-mudarme con un ch-ch-chico.

—¿Y?

—S-s-s-solo eso. Debe estar f-f-f-furiosa. 

—¿Sin razón?

—S-s-s-solo la odio, deja de preguntar. M-m-m-molesto. 

 

Era la primera vez que Valentín no lo decía de forma dulce. Era extraño y de alguna forma había dolido. Solo lo escuchaba respirar. Lo veía tener tics, era la primera vez que lo veía hacer eso. Sus labios temblaban. Apretó los puños antes de empujar a Ezrael para irse. De forma inconsciente, este lo siguió. Lo único que recibió a cambio fue una mirada fulminante que marcaba que Valentín no era el mismo que era siempre.

 

—¿A dónde vas…?

—T-t-t-tengo que hacer una ll-ll-ll-llamada, vvvvete. 

—Val… —lo tomó de la mano con prisa.

—N-n-n-no ahora, Ezra.

—¿Qué ocurre? 

 

Valentín estuvo a punto de gritarle cuando se dio cuenta de que se había pasado de la raya. Dejó caer su cabeza tartamudeando un perdón y dándose la vuelta, su espalda desapareció entre la multitud. 

Mientras tanto, Liliana y Honey hablaban en la misma mesa en la que las dejaron. No estaban preocupadas, parecían conocer lo suficiente a los dos chicos como para pensar que algo malo iba a pasar entre ellos. Con esa idea en mente lo único que hacían era beber café la una al lado de la otra. Eran felices. 

 

—¿Tienes planes para el viernes? —preguntó la rubia.

—Creo que no —sonrió—... ¿Por qué?

—Quería invitarte a cenar al Donato’s —se acercó un poco más a ella—, inauguraron uno de alta clase y es algo que te mereces, mi querida reina. 

—Uy… creo que sí tenía planes.

—¿Ah? —rió consternada.

—Te invité a comer al nuevo Donato’s. Todo incluido, ¿no lo recuerdas?

—Ladrona de ideas.

 

Sus ojos se encontraron por cortos y eternos segundos. Honey se acercó y tomándola de la quijada, le dio un suave beso. Sus labios se movieron lentamente antes de llevarlas a un mundo solo para las dos. 

Liliana sostenía el café entre sus manos con la misma cantidad de nervios que había tenido desde su primer beso. Todo porque Honey le acariciaba la pierna con su otra mano. No molestaban a nadie. Nadie parecía interesado en lo que hacían excepto un tipo que les silbó antes de decir algo vulgar y una mujer anciana que llegó de la nada a predicar la biblia, cosa que Honey odiaba por razones externas. 

 

—¡Dios sabe lo que hacen! ¡Lo sabe!

—¿Y? —gruñó la rubia regresando a ver a la mujer— ¿Que la regla no era amar al prójimo?

—¡Dos mujeres juntas es una abominación! ¡Una abominación!

—Realmente…

—¡Mujerzuelas! —la cortó— ¡Prostitutas! ¡Respeten a las personas que damos nuestra vida al señor! ¡No sean abominables en lugares públicos! —todas las personas regresaron a ver lo que hacían— ¡Malditas demonias lujuriosas! ¡Incitan a los hombres a ver pornografía y a los niños a pensar que ustedes son normales! ¡No son normales! ¡Son errores! ¡Sus madres, sus padres y sus familias deberían considerarlas aberraciones!

—¡¿Sabe qué vie…?!

 

Liliana le cubrió la boca a Honey sabiendo lo que ella podría terminar diciendo. Ezrael había llegado y veía a lo lejos. Todas las personas que se encontraban cerca habían hecho un círculo desordenado para ver el drama. Liliana parecía avergonzada. Honey le había quitado la mano con fuerza de la cara. Estaba por gritarle a la anciana una vez más cuando ésta de forma despectiva, y con sus dientes falsos a punto de caer por los gritos que seguía dando, se acercó a ellas; tomó uno de los cafés ahora fríos de la mesa y se los aventó encima. 

Honey estaba decidida a proteger a su mujer aún cuando todo fuera en contra de ella. Pensó que aquello no iba a volver a pasar, pero ahora ocurrido no podía hacer más que ponerse enfrente del líquido y cubrir a Liliana. La forma en la que lo hizo, le mostró a Ezrael cuánto la amaba. Él hizo lo mismo con los cientos de golpes que su padre intentó darle. La protegía porque la amaba más que a ella misma. Eran iguales. 




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