Valentín desapareció por una semana completa.
Aquel castaño que siempre sonreía y estaba en casa no había vuelto desde aquel día; no respondía llamadas ni mucho menos mensajes. Sus padres dijeron que todos debían tranquilizarse un poco pues iba a volver a salvo, sin embargo no había forma de no velar por su bien. Nadie sabía su paradero.
Ezrael, por su parte, se mantuvo sentado en la cama del chico todos los días esperando a que volviera. No tenía idea de dónde estaba. El sentimiento de ansiedad que tenía creaba pensamientos intrusivos e irracionales en su cabeza haciendo que su corazón latiera al ritmo de la desesperación. Sus dolores de cabeza, articulaciones y estómago se volvieron insoportables; no había podido dormir ni comer por culpa de ello.
La noche del sábado Ezrael quiso rendirse por completo. Había planeado viajar a Ciudad Central con Valentín para ver los departamentos al día siguiente. Encontraron el perfecto para ambos unos días antes de su desaparición. Todo estaba casi listo. Todo a excepción de él.
Decidió entonces ante su falta abrazarse a la almohada favorita del chico. La apretó entre sus brazos con la intención de mantenerla a su lado para siempre. El olor impregnado de sus cabellos le llenaba por poco el alma. Extrañaba la dulce esencia de Valentín. Era tan embriagante que apenas podía aguantar no tenerlo cerca. Se puso a llorar pensando que aquella vez en el baño fue la última que pasaron juntos.
Sus ojos se cerraron lentamente por las lágrimas. El sueño de días enteros le estaba ganando. No estaba cómodo, pero el olor del pijama de Valentín lo estaba relajando. Entre sollozos que se extinguían con el silencio, pronunció el nombre del chico con la esperanza de que volviera. Nunca habían estado separados por tanto tiempo. Desde los diez años no habían existido más de dos o tres días en los que no se vieran y, aún si era así, se mantenían en contacto por mensajes. Esto era tan diferente que lo asustaba.
El cuerpo de Ezrael comenzó a arder en fiebre, sus piernas dejaron de funcionar, sus pies no paraban de moverse y el frío no dejaba de recorrer su cuerpo. Quiso gritar cualquier cosa, sin embargo un nudo en su garganta le dijo que sería imposible. Tomó todas sus fuerzas para dejar salir lo primero que se le pasó por la mente.
—¡Odio lo que siento por tí!
Ezrael pensó en ello, no era así. No odiaba lo que sentía por Valentín, más bien era lo único que lo había mantenido en pie por años. Pero aquel medio sofocante de perderlo lo manipulaba para que terminara pensando en que todo era su culpa. Cuando le dijo que lo amaba con todo su corazón lo perdió. Con ese comportamiento hizo que todo lo que le había dicho su padre se cumpliera. Había lastimado a Valentín y lo había perdido en aquel momento. Creía que era su culpa. Pensó en que si no se hubiera dejado llevar por las palabras de Honey, aquello jamás hubiera ocurrido.
¿Realmente había lastimado a alguien después de haberle dicho que lo amaba?
Estaba torturándose a sí mismo y así también a todo su cuerpo por sobre-pensar esas palabras. Se culpaba por haberlo dicho. Pero aún así no podía evitar amarlo.
Recordó aquel primer beso o como toda su vida cuando sus rostros se encontraban frente a frente. Recordaba aquellos ojos brillantes que sólo lo veían a él. Así también tenía la imagen mental de su rostro perdido en placer, felicidad y lujuria. Se preguntaba por qué si se sentía tan bien unas simples palabras lo habían hecho huir.
—Val… —sollozó abrazando su almohada— Te extraño…
Aquel dolor que sintió al decir aquellas palabras fue uno muy parecido al de un duelo. Era cierta falta inexplicable en su pecho que lo hacía caer en la desesperación. Su cuerpo se estaba tensando más con cada minuto. Su mente no lo dejaba ni un segundo en paz, todo lo hacía recordarlo. Se preguntaba sin parar si volvería a verlo algún día.
Quería verlo una vez, por lo menos una vez más. Deseaba con todo su corazón mentirle con que en realidad no lo amaba; que solo eran amigos y que nunca tuvieron que llegar a más. Si eso servía para acallar el sentimiento amoroso de su pecho y no lastimar a Valentín lo haría sin pensar.
Era estupido pensar que en ese momento lo único que quería era tenerlo a su lado sin que importara la razón. No le importaba tener que ocultar sus sentimientos toda la vida si es que eso le daba la oportunidad de quedarse a su lado. Miles de pensamientos recorrieron su cabeza sin parar. La idea de verlo con alguien más le dolía a pesar de todo. No quería verlo casado con nadie, tampoco con hijos o mascotas. Quería ser él quien estuviera a su lado siéndolo todo.
Se castigó a sí mismo diciendo que no tenía ninguna oportunidad para llegar a ello. Lo recordó abrazándose a él. Adoraba rememorar la forma en la que se aferraban al otro en el sexo. Le encantaba verlo debajo suyo tanto como encima. Sus ojos cafés eran siempre pervertidos e incitantes. Amaba la manera en la que podía ver su sonrisa brillar bajo el sol. Le encantaba cómo contrastaban sus mejillas rojas y su manzana de edén. Era un chico dulce, tierno y especialmente sexy.
No entendía si verlo así era normal o si estaba mucho más enamorado de lo que creía. Por esa razón su corazón dolió mucho más al recordar lo sensual de aquel beso en el baño. Quería decirle que volviera a su lado, solo que no tenía idea de cómo.