Valentín despertó por culpa del sol entrando por la cortina. Fue inevitable regresar a ver que Ezrael tenía sus ojos encima de él.
—Hola, Ezra…
—Hola, Val —saludó acariciándole la mejilla.
—¿Desde cuándo me estás viendo, pervertido?
—Solo veo lo horrible que eres cuando te quemas —se burló con una sonrisa.
—Bueno, pasé mucho tiempo al sol esta última semana.
—¿Dónde fuiste? —intentó no sonar celoso— Me tenías preocupado y tú celular estaba apagado.
—Se acabó la batería —al decirlo recordó que tenía que cargarlo—, lo siento.
—No importa… pero deberías hablar con mi mamá. Está igual de preocupada que yo e incluso llamó a tus padres para preguntarles dónde estabas así que… tal vez también deberías llamarlos —suspiró.
—No quiero. No hoy.
—¿Pasó algo? —se extrañó de la reacción— Aún no me dices por qué te fuiste. Solo desapareciste después de decir que tenías que llamar a tu abuela.
Los ojos de Valentín brillaban con más intensidad que nunca. Eran hermosos. Pero algo en ellos había cambiado. Ya no tenía aquel rasgo de indecisión, nervios e inocencia que había presenciado desde que lo conoció. Ahora sólo mostraban seguridad y determinación. Por eso, cuando sus miradas se conectaban, sintió estar siendo atraído a un centro de gravedad diferente. Voló por unos segundos y cayó una vez más al verlo hacer una mueca de odio. Se veía sexy aún cuando estaba quemado. Pero parecía no estar igual de feliz que él por estar juntos después de tanto tiempo.
Todo era porque Valentín no quería hablar de lo que Ezrael preguntó. No quería decirle a nadie que se iba a mudar si es que eso sacaba a su abuela de su vida. No iba a abandonar a Ezrael por ella jamás. Iba a luchar contra el miedo que le tenía. Sentía que sí había logrado dejar de tartamudear para declararse podía hacerlo todo.
—No vuelvas a hablar de eso —gruñó.
—… sexy.
—¿Ah? —rió algo enojado.
—Te ves sexy cuando me miras así. —se acercó para que lo besara—. Lamento haberme quedado dormido ayer. No había dormido casi en toda la semana… por eso…
—¿No habías dormido? —preguntó como si no supiera la respuesta.
—Eres un idiota —sonrió—. Hemos dormido juntos mucho tiempo como para que ahora pueda dormir sin tí —suspiró.
—… perdón. Creo que aún no me disculpo bien. —viró sus ojos para evitar demostrar lo incómodo que se sentía por no haber respondido—. No quiero que pienses que huí por tí o por algo que hiciste. Lo hice porque tenía que pensar. Lamento mucho haberte preocupado —dijo en tono dulce—. Deberías dormir un poco más. ¿Quieres que te abrace para que lo hagas?
Ezrael negó con su cabeza, ya estaba despierto y, más que eso, se sentía excitado por culpa de la mirada de Valentín. No quería dormir en ese momento. Así también, quería respuestas de lo que había pasado.
—Sabes que puedes hablar de todo conmigo, ¿verdad? No tienes que avergonzarte de nada.
—No estoy avergonzado —suspiró—. Solo no quiero hablar de eso.
—Val…
—¡Podemos solo dejar de hablar de eso! ¡No quiero hablar y ya!
Ezrael sonrió sabiendo que lo había llevado al límite, no quería eso. No quería quedarse atrás después de ese golpe de madurez que el otro había tenido. Sostuvo su cabeza en su mano y se acercó para besarle la frente. Lo había hecho sonrojar. Era demasiado tierno a pesar de todo.
Valentín subió sus brazos hacia el cuello de Ezrael y lo apresó. No quería decirle la verdad. Quería que fuera un secreto. Deseaba no tener que revelarlo nunca. Quería estar a su lado para siempre. No quería pensar en nada más que en el presente.
—Te extrañé, Ezra —susurró algo arrepentido.
—Yo igual.
—… ¿tenemos que ir a ver el departamento? —preguntó con tono nervioso.
—Honey iba a llevarnos, pero como no aparecías habría que preguntarle.
—Quería pasar a solas contigo —Valentín intentaba huir de ello.
—Creo que podemos posponerlo para el miércoles. Pero tendríamos que ir en bus. No sé si te molesta —negó con la cabeza.
—Quiero aplazarlo cuanto sea posible…
—¿Por qué? —preguntó confundido.
—… No quiero hablar de eso.
Valentín sabía que tenía que luchar contra las cosas y hacerles frente, sin embargo no quería que Ezrael se entrometiera en eso. Quería lograrlo solo esta vez. Quería demostrarse a sí mismo que podía valerse.
—Entonces lo aplazamos para el miércoles.
—Gracias por no insistir.
—No es ningún problema —sonrió antes de besarle varias veces con cariño.
—… oye, Ezra —llamó su atención al instante.
—Dime.