Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 39

Al salir de aquel juego las diez personas terminaron en casa de Honey haciendo una parrillada para acompañar las bebidas. Ya que Ezrael nunca había ido, se sorprendió de lo enorme, arreglada y minimalista que era. Cuando escuchó que la familia era rica pensó que era en nivel normal, jamás pensó que llegaría a tanto.

No imaginó tampoco que tenía dos autos más, tampoco que tenía un cine en casa, un pequeño arcade, un jardín Zen e incluso una piscina. Revisaba todas las cosas como un pequeño niño en un patio de juegos. La mujer lo vio curioso así que rodeándolo por los hombros con su brazo, le preguntó:

 

—¿Qué tanto miras, niñito? ¿Tu mamá nunca te habló de este lugar?

—¿Ella viene aquí? —Jamás le contó de ello. 

—Solo a veces, ya sabes, te espera en casa, tiene que estar con Valentín, duerme en su cama… —Suspiró—. Pero cuando ustedes se vayan, quiero traerla aquí. Quiero que este sea su hogar. Es lo que merece, ¿no crees? 

 

El rostro de Honey se hundió en un sentimiento romántico que Ezrael comprendió a la perfección. Se trataba de aquel deseo de darle lo mejor a la persona que amaba. Extrañó tener a Valentín a su lado pues, cuando alguien lo abrazaba de esa manera, él le tomaba la mano para no quedarse atrás. Asintió con la cabeza. 

 

—Me gustaría que ella viviera en este lugar —respondió—. Aunque odia el color blanco porque se ensucia demasiado. 

—¡Honey! —la llamó Gabriel— ¡Ven aquí! ¡Camiel ya trajo lo que queríamos!

—¡En camino! —gritó con una sonrisa— Ven, vamos. Sé que no te gusta la cerveza así que el ron será perfecto.

 

Ezrael fue jaloneado por la mujer. Sentía algo extraño en su pecho, por alguna razón en verdad deseaba ir a beber con ellos. Sabía que ya no era la misma persona de antes, era algo más sensible, abierto, menos odioso y casi nada antipático. Nunca había sido así frente a nadie más que Valentín o Amelia por lo cual temía en parte la reacción de las personas ante su actual personalidad. 

Ezrael vio a los siete hermanos junto a Dorian bebiendo frente a una caseta utilizada para la parrillada. Cada uno emanaba un aura diferente. Unos eran tranquilos, otros ansiosos, alegres, dulces, poderosos. Se sintió en especial hipnotizado al ver a Rafael preparar los tragos, se veía como el superior de todos ellos a pesar de ser el tercero. 

Hablando los unos a los otros el ambiente era sutil y entretenido, pero Ezrael sintió algo fuera de lugar. Los lugares llenos de gente seguían sin ser de su total agrado. Nueve personas eran demasiado para él. Se mareó un poco, regresó a ver si Valentín estaba allí, sin embargo no era así. Por poco cae cuando Honey logró alcanzarlo. 

 

—No tienes que estar nervioso. Deja te doy algo de beber.

—¿Y está bien que beba? —preguntó extrañado.

—Por favor —bufó—... Estás en buenas manos. 

—¡Vamos, Honey! ¡Estamos celebrando por ti! ¡Ven aquí! —gritó Gabriel.

—Vamos, no te quedes solo —susurró a su oído la mujer—. Diviértete con nosotros.

 

Ezrael analizó su alrededor. Supo a lo que una nueva vida se refería. Todo era nuevo para él, quería primero sentarse para analizarlo todo en una banca que estaba en la sombra. Miguel y Gabriel decidieron hacerle compañía. A lo lejos, aquellos tres, veían hablar a Uriel y Dorian. Aunque el pelinegro fuera quien más palabras decía, el rubio lo veía con los ojos perdidos en lo negro de sus cabellos. Le sirvió más trago para que sus miradas se unieran en un infinito cariño. No se veían como si fueran amigos, se notaba por todos en el lugar que había algo más.

 

—¿Es mi idea o parecen más que amigos? —preguntó Miguel algo extrañado.

—Claro que son más que amigos. —Suspiró Gabriel—. Somos ocho así que, estadísticamente, tres de nosotros teníamos que ser gays. Y fueron Honey, Uriel y Rafael. 

—¿De dónde sacaste esas cifras? —rió al hablar—. No es como si 1 de 3 personas fueran gays, ¿o sí? 

—Eso lo dijo uno de mis amigos, ni idea. —Levantó los hombros. 

—Bueno, bueno. Haz silencio que ni Uriel ni Dorian están listos para decirlo. Baja la voz. 

—No me gusta esto —murmuró.

—A veces una noticia tiene que ser dada lentamente. Así no duele tanto, ¿no crees?

 

La mirada que se dieron los hermanos hizo que Ezrael se sintiera incómodo. 

 

—Dije que no me gusta —suspiró Miguel—. Dejemos de hablar como si le estuviéramos dando lecciones de vida al niño. 

—¿Lecciones de vida? —preguntó Ezrael algo extrañado— Espera, ¿niño?

—Recordar el nombre de nuestros hermanos es más difícil de lo que crees —dijo con una sonrisa—. Nos olvidamos del tuyo.

—Ezrael.

—Cambio mis palabras: Odio no decirte las cosas directas, Ezrael —corrigió mirándolo a los ojos—. Honey ya me dijo que estás dudando de varias cosas, ¿no es así? 

—… ¿en verdad se lo contó a todos?

—No fue a todos —dijo con una risa—, pero se lo contó a Zadaquiel quien se lo contó a Zophiel, quien se lo contó a Uriel, Uriel a Gabriel, Gabriel a Camiel, Camiel a mi y yo se lo conté a Rafael. Él se lo volvió a preguntar a Honey y ella nos lo tuvo que contar a todos.




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