Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 40

Las cuatro personas de la habitación se veían las unas a las otras sin parar. Liliana hizo que su hijo soplara para oler la cantidad de alcohol que había ingerido. Tuvo que apartar su aliento con una de sus manos. Miró a Honey quien parecía seguir riendo. Dio un suspiro a pesar de que terminó con una sonrisa. 

 

—Parece que se llevan bien —dijo con alegría—. Mientras no hayan hecho nada estúpido, creo que todo estará bien. 

—¿No vas a castigarme? —preguntó Ezrael algo confundido. 

—¿Castigarte? No eres un niño —exclamó con orgullo—. Además sé que no eres capaz de hacer nada malo. 

 

Ezrael sonrió sabiendo que al menos no había tenido problemas con su madre. Miró a Valentín a los ojos, se veía tan tierno a sus ojos que no pudo hacer más que acercarse. Mientras le susurraba que había llegado, recostó su cabeza en su hombro. Hizo que terminara tan rojo que parecía un tomate. Intentaba alejarlo, pero Ezrael no iba a dejar que lo hiciera. No iba a dejar que se fuera de su lado. 

Estando borracho sintió que la atracción que sentía por él era más fuerte. Reía sabiendo que no había forma en la que otra persona además de él lo hiciera tan feliz. Terminó de rodillas como si Valentín fuera una deidad a la cual alababa. Recostó su cabeza en medio de sus muslos y sonrió. 

Liliana hizo que Honey caminara a su lado para ir a la habitación. Deseó que tuvieran un tiempo a solas para arreglar sus problemas. 

Valentín, algo avergonzado, regresó a ver a su novio. La sonrisa que tenía Ezrael por estar a su lado le encantaba. Parecía tan feliz que creyó que todos los problemas de su vida se habían ido. Le levantó la cabeza para que lo viera un poco. Tenía las mejillas rojas, sus dientes brillaban y sus ojos eran en especial hermosos por lo oscuro de su color. Aprovechó su debilidad para pellizcarle las mejillas, Ezrael lo odiaba, sin embargo esta vez parecía dejarle. Valentín tomó aquella oportunidad para jugar con su rostro. 

Ezrael hizo algunas muecas ante el movimiento, pero el calor de las manos de Valentín lo hacían sentir que estaba en un mundo perfecto. En el momento en el que un pulgar pasó por sus labios, lo atrapó con toda su boca. 

Valentín pensó en algo que no terminaba de dejarlo tranquilo. Ezrael estaba mordiendo su dedo y le pasaba la lengua por la punta como si fuera algo más. Le aplastó la lengua con fuerza antes de llevar su pulgar hacia su paladar. Le hizo ligeras cosquillas antes de llevarlo tan profundo que lo hizo toser. 

 

—Perdón —dijo Valentín riendo—... Me alteré un poco. 

—Me di cuenta —murmuró—. Oye, Val. 

—Dime, Ezra. 

—¿Quieres hacerlo? —preguntó aún rojo— Estoy borracho. Puedes hacerme lo que quieras. 

—¿Ah, sí? —se burló.

—Sí… Hagámoslo. 

—No puedo hacerlo con un borracho —refutó con ternura—. Lo siento.

—Si me pongo sobrio, ¿podríamos?

—Claro —dijo moviendo su cabeza de arriba a abajo—. Pero mientras no estés sobrio, no. 

—… eres cruel. 

—¿Quieres café? —preguntó con cariño— Sé que odias la resaca.

 

Ezrael aceptó la oferta, tomó las manos de Valentín entre las suyas y las besó tantas veces como pudo. Lo amaba demasiado como para dejarlo ir. Estaba seguro de la decisión que había tomado hacía unas horas y quería decírsela. El alcohol le dio suficiente valor como para ir directo. 

 

—Val —comenzó—... Me llamaron de la Nietzche. 

—Lo sé, tontito, yo contesté.

—Eso no es lo importante. —Sus manos temblorosas hicieron a Valentín preocuparse—. Ellos… me preguntaron por qué no acepté la beca. 

—¿Beca?

 

El tono indignado que Valentín usó para decirlo hizo que Ezrael supiera lo que ocurría. Le atrapó las piernas con fuerza sabiendo que iba a intentar escapar. 

A Valentín le tomó unos cuantos segundos procesar toda la información. Recordaba el dolor con el que se abrazaban cuando hablaban de la universidad. También la forma en la que Ezrael evitaba sus preguntas acerca del examen de ingreso. Unió todos los puntos para darse cuenta de que Ezrael le había mentido, su alma se sentía traicionada. No le importaba ir o no juntos a la universidad. Él no quería ser una molestia para Ezrael. Lo único que quería era que lograra lo que quería y Valentín sabía que esa universidad era su universidad soñada. Le lastimaba el que no hubiera pensado en ello desde un principio. 

 

—¿Qué puesto obtuviste? —murmuró Valentín. 

—Primer puesto,

—¿Me mentiste, Ezra?

—… lo siento. —Agachó la mirada. 

—¡¿Me mentiste con eso, idiota?!

 

Tal y como lo predijo Ezrael, Valentín estaba tan enojado que intentaba escapar. Pataleaba con fuerza, sin embargo tenía en cuenta de que no deseaba lastimarlo con sus movimientos. Gritaba con fuerza para que se alejara de él hasta que sintió un punto sin retorno. 

Ezrael estaba a sus pies sin decir nada. Tenía la cara de roja y se sacaba sangre del labio con sus dientes. Era el peor rostro de dolor que había visto. Sus ojos estaban llenos de pánico. Sus lágrimas no paraban de caer. 




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