Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 42

Ezrael despertó la mañana siguiente en casa de Valentín. Tenía a su pareja entre sus brazos y podía verlo dormir plácidamente entre ellos. Se veía tan hermoso que incluso el hecho de que roncaba no lo molestaba. Le besó varias veces la frente con la intención de mimarlo un poco. A lo lejos escuchó un par de ruidos provenientes de la cocina que lo alteraron. 

 

—Val —susurró despertándolo—… Creo que hay alguien en la casa. 

—Deja que nos roben. Déjame dormir.

—Val… 

—Dije que me dejaras dormir  

 

Haciéndolo reír por la mueca que había puesto, le besó la mejilla. Valentín odiaba ser despertado a la fuerza. Fruncía el ceño antes de apretar con fuerza las cobijas contra suyo. Le mordió la oreja con cariño. 

 

—¿Quieres que vaya a ver?

—¡Quiero que me dejes dormir!

 

Valentín, ya harto de que interrumpieran su sueño, lo empujó con fuerza para darse la vuelta. 

A Ezrael le encantaba molestarlo para que despertara. Quiso hacerlo un poco más. Se le acercó al cuello con calma para darle algunos besos. Pasó su lengua de arriba a abajo. Le metió la mano bajo la camiseta recordando lo que hicieron el día anterior. Le masajeó ambos pechos antes de frotarse contra él. Aquel gesto gruñón se volvió placentero. 

 

—¿Qué tal una vez más, Val?

 

Valentín regresó a verlo, sonrió, sin embargo también le pellizcó la nariz dándole a entender que no. Estaba cansado. 

 

—¿Que no puedes aguantar un día sin eso?

—El que se lanzó ayer fuiste tú —dijo haciendo un puchero. 

—¿Te importa más el sexo que el que probablemente nos estén robando?

—¿Te importa más dormir?

—Si —volvió a fruncir el ceño—. Ahora sé el hombre de la casa y ve a ver lo que ocurre. 

—¿Soy el hombre de la casa? —sonrió. 

—Si quieres cambiar, solo dime “daddy” e iré a ver yo mismo. 

—… idiota —respondió sonrojado. 

—Vamos, solo dí “daddy” y tal vez me pongas de humor para levantarme.

 

Ezrael se negó con una sonrisa. Iba a dejarlo en paz después de todo. No le había vuelto a decir de esa manera desde la playa. Tenía algo de miedo de que se volviera loco como esa vez. 

Lo besó en el oído para luego levantarse. Se estiró con fuerza para escuchar sus huesos sonar ante ello. Fue directo a la cocina. Allí vio a una mujer batallando por hacer café. Parecía nerviosa, sus manos temblaban y al sentir que alguien la veía, se dio la vuelta. 

Ezrael supo quién era a pesar de los años que habían pasado. Aquellos ojos, nerviosismo, forma de hablar y levantar las manos pidiendo ayuda le mostraban con claridad a Valentín. Era su ahora suegra. Le sorprendió que incluso tenía una forma de llorar en extremo parecida. 

 

—Yo —sollozó—… nunca hice café por mí misma… intenté seguir lo que decía en internet, pero no funciona… 

 

Ezrael no pudo evitar reír al verla. La saludo con un abrazo antes de acercarse él mismo a la cafetera.

 

—La cafetera está algo dañada —dijo con una sonrisa—. Hay que darle un pequeño golpe cuando se traba. 

—Yo… lo siento… Lo lamento. No quería dañarlo. En verdad. 

—Estaba dañada desde antes —respondió dándole un leve golpe—, no hay problema.

 

Las palabras cortadas de Daniela se le hicieron parecidas a los tartamudeos de Valentín. Le causaba risa, sin embargo pensó que no tenía que reírse más por respeto. Le enseñó a utilizar la cafetera con calma. 

Mientras ella lo veía, tomaba notas en su celular. 

 

—¿Qué es eso? —preguntó Ezrael algo extrañado. 

—Mi… mi hijo me dijo que… yo soy una mala madre.

 

Parecía estar nerviosa y asustada. Lo hizo sentir algo mal, sin embargo habló sin pensar. 

 

—¿Y que tiene que ver eso?

—Dijo que nunca había hecho nada por él así que… al verlos dormidos pensé que al menos podría hacer el desayuno —inclusive su forma de sonrojarse se parecía a la de Valentín—. Soy muy mala recordando cosas pequeñas entonces las escribo en mis notas.

—¿Y tu esposo vino usted o…? —alargó la frase sin saber si eso era correcto de preguntar.

—… vine antes que él. Dijo que llegaría en la tarde. 

 

Al verla más nerviosa de lo que ya estaba, con ojos llorosos y manos temblorosas una vez más, siguió preguntando para ver si podía apoyarla:

 

—¿Pasó algo?

—No debería hablar de esto —sonrió—. Pero si mi hijo y tú están juntos, y lo amas, como sea que lo ames… si algo malo pasa, quiero que tú estés allí para él. 

—¿Si algo malo pasa? —arqueó una ceja algo preocupado. 

—A veces cuando amas a alguien tienes que ir en contra de tu familia. Él tiene que ir en contra de su madre si quiere seguir conmigo… ya lo hizo una vez. Ahora —sus labios temblaron sin parar—… no se si lo haga una segunda. 




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