Ezrael volvió aquel día a su casa para darle privacidad a Daniela y Valentín. Sabía que aquella relación era irremediable por lo cual se sentía agradecido de jamás haber perdido a su madre. La abrazó con fuerza a pesar de que Honey parecía aún celosa. Le agradeció al oído estar siempre para él a lo cual Liliana respondió que jamás fue una molestia.
Valentín, por otro lado, se sentó en la mesa para hablar con su madre. Ella le dejó algunas cosas en claro: Odiaba a su abuela, pero adoraba a su esposo; había estado asustada de ser madre, sin embargo decía que era lo mejor que le pasó. Le contó también acerca de que la abuela tampoco aceptó la relación que tenía con Diego, les decía que se separasen hasta el día de hoy, más ninguno de los dos quería aceptarlo.
Entre algunas preguntas más también le explicó que, a pesar de que todo iba en contra de ellos, jamás se rindieron a su amor. Le contó de sus escapadas nocturnas, viajes a la playa e incluso la vez en la que hubieron boletines de búsqueda pues desaparecieron por semanas enteras sin comunicarse con sus familias.
Así también hablaron acerca de las pocas peleas que tuvieron. Le contó lo horrible que fue para ellos tener un hijo apenas a los veintitrés años. Se victimizó tanto que Valentín terminó algo resentido por ello.
Él sabía que había arruinado varias cosas con su llegada, sin embargo también sabía que pudo haber sido abortado para jamás nacer. Sintió que si ellos no hubieran querido un hijo, hubiera preferido ser lanzado a algún lado. Tras reflexionar un poco se dio cuenta de que eso no estaba bien. Amaba a sus padres aunque ellos no fuesen lo mejor del mundo o que ni siquiera le mostrasen un poco de afecto. Dio un largo suspiro sin dejar de escucharla.
—... lo malo de enamorarte de alguien que se parece a tí —dijo su madre—, es que al mínimo desacuerdo sentirán como si nunca se hubiesen conocido en verdad.
—¿Por qué él no vino? —preguntó como si no le interesara.
—Él ama demasiado a su madre. Cuando eras pequeño ella quiso criarte para que no fueras una decepción como su padre —respondió en un suspiro—. Quería que siguieran sus pasos y fueran una copia de ella. Sin miedo, sin temores, fría y sin amor. Ella quería eso, pero tú eras demasiado parecido a ambos como para poder ser como ella quería. —Apretó la taza de café entre sus manos—. Cuando ella nos escuchó pelear pensó que estábamos a punto de divorciarnos… tal vez es así.
—¿Van a hacerlo? —Sonaba nervioso.
—No lo sé. Una madre suele ser más importante que una esposa. Pero es su decisión —levantó sus hombros—. ¿Qué crees que pase?
—No lo sé.
—Cualquiera de las dos opciones, lo único que quiero que ocurra es que seas feliz.
Valentín no supo si sentirse feliz o no, sin embargo no podía evitar sonreír al saber que al menos pensaban un poco en él. Al darse cuenta de que estaba arruinando el matrimonio de sus padres quiso llorar. La mano de su madre encima de su mejilla lo lastimó. Sintió estar traicionándola a pesar de que ese no era su problema.
Ella lo había lastimado demasiado como para perdonarla. Al regresar a verla a los ojos supo que no podría más. La amaba, pero esto no era ni un poco parecido al sentimiento que tenía por Liliana. Fue lamentable darse cuenta de que no iba a arreglarse nada. Era maduro, sin embargo madurar a veces significaba alejar a las personas que lo lastimaban a uno. Su madre era una de ellas.
—Lamento haberte dicho que eras una mala madre —se disculpó por su inmadurez—. Estaba enojado.
—Tenías razón —rió—. Ni siquiera pude hacerte el desayuno.
Valentín recordó a Ezrael haciendo el desayuno por lo cual sonrió. Lo amaba demasiado como para entristecerse cuando lo tenía en mente. Respiró con calma para recordarlo mejor. Decidió seguir escuchando a su madre. Al parecer ella no tenía problema con que él y su novio fueran felices. Sin embargo la aprobación de su padre iba a ser más complicada. Esperó que no hubiera demasiados problemas.
Recordó haber pensado en todos los problemas que podía tener. La homofobia era uno de ellos. Se habían salvado de un gran problema en la playa por Amelia, pero sabía que no todo iba a ser así. Conocía varios casos en contra de los gays. Siempre había una noticia nueva acerca del odio al colectivo. Estaba asustado por ello, más sabía que mientras Ezrael estuviese a su lado, se protegerían mutuamente.
Suspiró antes de desear que nada malo pasara jamás.
—¿Cómo sabes que una persona es feliz a tu lado? —le preguntó a su madre sin pensar.
—Sé que Diego es feliz conmigo cuando estamos juntos y siento que él no para de mirarme con amor.
—¿En verdad lo amas? —su rostro era intranquilo.
—Si… yo… lo amo demasiado. Tal vez por eso, aunque no quiera, no he parado de pensar en cuando vuelva a verlo —sonrió—. Nunca nos hemos separado por tanto tiempo.
—Pero apenas son horas.
Daniela regresó a verlo mientras con algunas lágrimas asentía con la cabeza. Ella tenía el mismo tipo de lenguaje de amor que Valentín. Pasar tiempo con su pareja era lo más importante para ella. Hizo que el chico entendiera al instante a lo que se refería.