Ezrael salió del laboratorio en el que hacía pasantías hacía unas cuantas horas. Su cabeza dolía, sin embargo, aún cuatro años después de todo lo ocurrido, lo único que deseaba hacer esa noche era llegar a donde estaba Valentín.
En la esquina de una de las calles más concurridas de la ciudad estaba una florería con un letrero enorme “Lilas y Jazmines” en honor a los colores favoritos tanto de Valentín como de Ezrael. Un sentimiento cálido le recorrió todo el cuerpo. Se alegraba de que, aunque era lunes por la noche, estuviera llena de gente.
Al entrar, y como todas las veces que venía, vio a Valentín y sus dos empleados trabajando. Se sintió orgulloso de que todo el dinero que ganó como modelo, mesero y trabajador a medio le hubiera servido para cumplir su sueño. Recordó que a pesar de que él no sabía administrar un negocio aprendió de parte de sus padres, libros, cursos y amigos para lograrlo. Se sintió orgulloso una vez más antes de arrimarse a una pared por el cansancio.
Frotó su tabique intentando no desmayarse por el cansancio. Se sentía feliz de ir a verlo todas las noches, sin embargo pasar dos horas en bus no era tan divertido. Tampoco esperar a que saliera el último cliente antes de irse a casa y caminar hasta la habitación.
Al levantar el rostro supo por qué hacía todo ello. El rostro de su novio siendo feliz era lo que más le daba energía. Sonrió sin quitarle los ojos de encima. Podía ser estúpido pero olió el perfume de todas las flores más claro al ver una obra maestra como Valentín. La iluminación le daba cierto toque anaranjado a su piel y lo excitó ver que en una sonrisa regresaba a saludarlo. Movía su mano de izquierda a derecha.
Ezrael hizo una señal de que iría a la parte de atrás para esperarlo. Valentín le mandó un beso. Le pareció tierno.
Ya en la parte de empleados, Ezrael se sentó en el asiento que Valentín le compró para que se durmiera mientras lo esperaba. A veces no se demoraba, otras se demoraba tanto que terminaban caminando en la madrugada. Adoraban pasar el uno junto al otro así que valía la pena. Cerró sus ojos por un par de horas.
Valentín, por su lado, estaba algo nervioso. El pendiente que Ezrael le había hecho se cayó hace algunos días y aún no le podía decir que lo perdió. Sin embargo, su cabeza le decía que Ezrael se había dado cuenta y que no le importaba. Eso dolió pues así también volvió la falta de comunicación de su parte. Se había encontrado con Amelia el día anterior e ido a una parte de la ciudad lujosa. Cuando le preguntó a qué fue y con quién él mintió diciendo que a ningún lado y que había ido solo.
No estaba celoso, más no le gustaba recibir mentiras.
Por esa razón decidió cerrar el lugar un poco más antes. Se despidió de sus empleados y fue a por él. Lo encontró dormido así que intentó hacer silencio. Le encantaba la expresión que ponía, era tranquila. Aprovechó para sentarse en sus piernas. Tenía miedo de lo que estuviese pasando por lo que aprovechaba todo momento para estar a su lado.
Deseó en lo más profundo de su pecho que todo fuese igual de tranquilo que antes. Había terminado la universidad hacía un año atrás, pero Ezrael estaba por terminarla en unas semanas. Esperaba con ansias que se graduara y tuviera por lo menos un poco más de tiempo para él antes de conseguir otro trabajo.
Cuando suspiró e intentó levantarse sintió aquellos dos fuertes brazos sostenerlo por la cintura.
—¿Ezra? —preguntó sorprendido— ¿Despertaste?
—… ¿no me has visto en una semana y lo que haces es querer separarte de mí?
—No hice eso —respondió en casi un grito—, lo juro. En verdad.
—… ¿no me extrañaste? —murmuró somnoliento.
—Te extrañé más de lo que tú a mí.
Valentín escuchó reír a Ezrael como si todo fuera una broma. Era como si le dijese que estaba en lo incorrecto. Al menos le gustó saber que él creía extrañarlo más. Dejó caer su cuerpo en medio del regazo del otro. Lo abrazó con fuerza por el cuello. Quería pedirle perdón por haber perdido el pendiente, más no quería arruinar el primer momento de pura calma que habían tenido en meses.
—¿Desde cuándo no hemos estado así? —preguntó Ezrael— ¿Desde cuándo no nos hemos sentado sólo a hablar?
—… tal vez dos meses. O tres —dijo con pena.
—O cuatro…
—No recuerdo la última vez —lo cortó.
—Yo tampoco.
Dicho eso, el ambiente se volvió frío. Valentín se sintió incómodo. Pensó que lo mejor, para no molestarlo y dejarlo descansar, era ir de una vez a casa por lo que se levantó.
Ezrael no iba a dejar que todo fuera así de fácil. Lo jaló hasta que cayó en medio de sus piernas. Estaba cansado de varias cosas, sin embargo Valentín no era una de ellas. Quiso pasar más tiempo con él antes de cumplir lo que había planeado para esa noche.
—… ¿qué hora es? —preguntó en un bostezo.
—Las once… o doce.
—Dios —sonrió—, parece que te está yendo bastante bien, ¿no?
—Sí… bastante.
Valentín sintió algo diferente, más Ezrael quería que todo fuese normal. Le abrió las piernas a su novio para que las pusiera alrededor de su cintura. Le acomodó el rostro para ver su perfección. Tomó su celular y puso sus canciones favoritas. Había hecho una playlist para esa noche.