Querer la navidad

Quedarás bajo la nieve

Aprender a querer la navidad es difícil cuando todas ellas fueron iguales. Es algo típico que la gente cante villancicos y se reúna a cenar. Los duendes de Santa y ya saben, toda la magia acumulada en una época especial.

Mis navidades son diferentes...

Antes que nada voy a presentarme. Mi nombre es Clara, tengo 19 años y detesto la navidad. Vivo con mi madre y los fines de semana veo a mi padre, algo que no disfruto mucho ya que lo único que hace ese sujeto es beber cerveza y mirar televisión.

Desde que era muy pequeña mis padres discutían. Por todo lo que se les venga a la cabeza ellos peleaban y siempre terminaba en gritos y mi mamá llorando amenazando con abandonarnos. Que gracioso, quien se terminó yendo fue mi papá. 

Como éramos una familia bastante mal acomodada económicamente lo único que podía pedir para navidad era que mis padres no discutieran, pero ese deseo como se darán cuenta jamás se cumplió.

Hoy, veintitrés de diciembre lo único que espero es poder irme de casa lo antes posible para alejarme de todas las cosas y de todas las personas que me rodean. Quiero vivir mi vida y viajar por todo el mundo, sin un destino certero ni un lugar al que regresar. Es un sueño tonto y obvio que nadie lo sabe, pero que pudo perder con imaginarme arriba de Everest o en el Amazonas.

_Rápido, levántate. Tienes que ir por el pavo y la salsa querida.

_¿Alguna vez pensaste en usar tus piernas y hacerlo tú?.

_No permitiré que me hables así jovencita. Ya hazlo _.

Típica conversación de madre e hija. Tal vez ahora entienden un poco mejor a lo que me refiero con irme de casa.

Las calles estaban blancas, pero por suerte no estaba nevando. Caminé dos cuadras hasta la tienda y después de largas filas y de una cajera malhumorada, logré salir del lugar con lo que mi madre me había solicitado. 

Caminé lentamente pues no tenía ninguna prisa por volver. Algo que me irritaba mucho eran las personas que cantaban alegremente en la calle, y más si estaban disfrazados de duendes. 

Los duende que cantaban lo hacían cada vez más fuerte, y sin que fuera voluntario me di vuelta a mirarlos de mala manera y cuando giré mi cabeza me estampé con un gran árbol que estaba en mi camino. Lo peor de todo fue que este estaba cubierto de nieve y quedé cubierta completamente. Parecía un maldito muñeco de nieve. Pero lo que fue peor es que cuando intenté seguir caminando como si nada, la nieve, maldita nieve, hizo que resbalara y cayera al piso húmedo y frío. Y la cereza del pastel fue que mi cabeza golpeó el suelo y mis ojos se cerraron. Estaba casi inconsciente. 

_¿Estás bien? _

_Eso creo _respondí abriendo lentamente los ojos. Y a los que no les gusta la cereza, esto era la frutilla. Era un elfo navideño y les juro que hubiera preferido morir en la nieve.



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En el texto hay: magia amor un reno

Editado: 07.12.2019

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