La primera vez que observé un atardecer en el mar sucedió hace mucho tiempo, pero justo ahora que estoy de pie aquí siento que realmente no fue así.
La brisa atrae el fresco aroma del mar que por alguna razón me hace sentir tan afligida y me hace soltar lágrimas que caen lentamente por mis mejillas. No tengo una razón para sentirme así, pero de alguna manera, me resulta liberador.
La magnífica escena que mis ojos presencian al observar cómo se oculta el sol en el horizonte me parece tan familiar como si se tratara de un déjà vu, pero es tan solo la segunda vez que miro el atardecer desde esta perspectiva que incluso la primera me es difícil de recordar.
Las lágrimas no paran de caer, así que solo decido cerrar mis ojos lentamente para tratar de calmarlas. Mi mente queda en blanco.
Editado: 26.07.2019