Querida, no soy infantil

3. Calzoncillo de cars


¿En serio acabo de decir esa barbaridad?

    —No necesitas pedírmelo dos veces —y esa sugerencia que hice lo hacen despertar, sus ojos parecen haberse oscurecido, o quizá esté ya muy bebida y vea cosas donde no las hay—. Muy bien querida, sube esas piernas a mi cintura, que nos vamos a tu habitación, ¿Por qué tienes una verdad?

Asiento.

Cielos, no esperaba que esto suceda esta noche, lo único que me imaginé haciendo es tirarme a la cama sola, como siempre; durmiendo hasta caer la tarde. Pero ya que este monigote flaco, que dudo pueda tener la fuerza para llevarme a mi cómoda cama se ofrece, por mi encantada.

Hago lo que pide, sorprendiéndome al sentir una de sus manos recorrer mis piernas con descaro. Pide le indique hacia dónde ir, se lo muestro, dejando la puerta de mi cuarto abierta tras de él.

Esta debe ser la tercera o cuarta locura que haré en mi corta vida.

    —Tenemos suerte, ¡siempre traigo preservativos! —me los muestra y no puedo evitar ruborizarme, acabo de volver a aquellos tiempos donde aún era virgen y escuchaba asustada cuando se quería hablar el tema de sexualidad en clase.  

[...]

Lo veo a él y después a mi amiga Diana, siento que estoy en una especie de interrogatorio, me duele la cabeza, el aliento me apesta, debo tener el cabello de brujidla, necesito un baño con urgencia para despertar, pero eso no le importa a Diana, ella está ahí sentada, perfectamente cambiada y con esa sonrisa de guasón, pidiendo saber que me ocurrió y que hacia un hombre vestido solo con unos calzoncillos de cars abrazándome y completamente dormido, y roncando, me lo aseguró.

Hoy entró en el peor momento a mi departamento con la copia de las llaves para emergencias, me dijo que solo quería saber si volví con bien, y por supuesto sí y bien acompañada con este.

    —Sí eres su mamá o hermana, te debo una explicación —susurra ese hombre que creo que se llama Mikelin, o algo parecido. Rasca su cabeza, parece desorientado—. Estas cosas pasan, fue la pasión del momento, la pura calentura —bosteza.

Estoy de acuerdo, estas cosas pasan, uno se emociona por el mero momento y el alcohol pone mucho de su parte, ¡oh, claro que sí! Diana ahora me mira a mí, muy divertida y señalándome discretamente a Mikelin, dice:

    —Te acostaste con este flaco, ¿Y cómo fue? —curiosilla, suelto una sonora carcajada.

Ay carajo, ¿Espera que le cuente bien campante frente a él detalles que solo deberían quedar entre nosotros dos? ni hablar, no voy a platicar porqué solo dormí casi cuatro horas. Y para ser alguien tan flaco y con poca musculatura, no lo pareció en esa cama, ¡válgame Dios!

    —Ya oíste a Mikelin, estas cosas pasan y no se hablan con nadie —me pongo de pie, dispuesta a correr a Diana de mi departamento.

    —Mike, querida, solo Mike —oh, con que se llama Mike.

    —Necesito detalles Elizabeth, tenías más de dos años sin sexo —la miro molesta, esas cosas no debería decirlas frente a este desconocido.

    —Ni le rasques, porque no vas a conseguir que te cuente nada. Nos vemos luego, ahora necesito que te marches y me dejes asearme —le pido al mismo tiempo que la levanto y la empujo con poca delicadeza a la puerta. Antes de cerrarle la puerta en la cara, me informa que el próximo domingo habrá reunión de amigos en ese mismo bar—. No sé para qué me preguntas, ahí estaré.

Cierro la puerta y al girarme me encuentro a Mike, de pie, caminando hacia mi cuarto, con una de sus manos dentro de sus calzoncillos.

    —Si no te molesta, voy a dormir un rato más. —pero mira qué lindo, ya con confianzas.

    — ¿Quién te crees? ¿El señor de la casa? Pues no verdad, vete vistiendo que no estoy de humor para ver como haces pasarela con esos calzones, debería darte vergüenza, no es algo que usaría un adulto —le hago saber mi desagrado por nada, parece que le entro todo por una oreja y salió por la otra.

Sigue su camino a mi habitación, ¡MI HABITACIÓN!, arrastrando los pies, como si ni tuviera la fuerza para cargar con su cuerpo esquelético.

    —Alguien cansado por satisfacerte. —dice simplemente, dejándome con los ojos más abiertos de lo normal.

Ya no quise darle batalla, estaba cansada y necesitaba al menos dormir unas diez horas más, me dediqué a asearme, desayunar algo simple, después de tener algo realmente sano en el estómago, repuse un poco de energía. Mike seguía durmiendo como un oso invernando, me dio penita correrlo, lo único que pedí como pago —en realidad ni lo pedí—, fue su número telefónico.

Es para en caso de emergencias, para pedirle que me traiga a casa gratis, me ahorraría un buen de dinero si no me cobrara una sola vez.

Terminé dormida a su lado, manteniendo distancia por supuesto y cuando desperté en la noche, Mike ya se había ido, y ni una notita o algo dejó, eso sí, se comió todos los plátanos que quedaban y casi se acaba el litro de leche.

Para comer tanto, está muy flaco, uno que más quisiera estar así, yo me como unos tacos y ya hice pansa, aumenté tres kilos y la longa sale a brotar. 
   




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