Querida Rosa

C U A T R O | Parte 1

Camino con parsimonia por los pasillos del hospital. Donde mi madre está internada, agonizante, casi sin vida. Me duele decirlo, pera cada día, me voy resignando a la verdad, porque esa es la realidad. Mi madre morirá, y no hay nada que yo pueda hacer para salvarla. 

 

A mis dos lados tengo a los dos amores más grandes de mi vida. A mi novio Frank y a mi hermano Fran, que sin importar qué, no me han dejado de apoyar. Son mis dos pilares más importantes, son mi base, son la estructura más fuerte en mi vida. 

 

Ellos son los que me dan las ganas de seguir viviendo, de seguir caminando. Ellos me dan aliento para seguir respirando, en este mundo infeliz. 

 

Escucho lamentos, veo llantos, siento dolor. Odio los hospitales, el ambiente siempre te carga de malas energías. 

 

La gente pasa con los ojos hinchados de tanto llorar, doctores y doctoras hablando entre ellos, quizá discutiendo del terrible final de un pacientes, o quizá lo bien que se ha recuperado. Enfermeras y enfermeros que van de un lado a otro controlando pacientes, ayudándoles. 

 

Flashback.

 

—Mamá, papá... Tengo algo que contarles. —comenzó Jack. 

 

—Claro, hijo. Toma asiento, somos todo oídos. —respondió su padre. 

 

Jack con los nervios de punta tomó asiento en uno de los sillones pequeños que habían en la sala de estar. Respiró hondo, era hora, no había vuelta atrás. 

 

—E-e... —es difícil, le cuesta, siente algo en su garganta.— Y-yo... 

 

—Hijo —habló su madre—, por favor, cuéntanos, no importa lo que tú nos digas, nosotros siempre te amaremos. —le alentó la señora. 

 

—Es... es... es que es difícil. —una lágrima descendió por la mejilla derecha.— No puedo decirlo, me cuesta. —dijo sincero. 

 

—Amor, Jack... mírame. —pidió su padre. 

 

Jack con temor, con angustia, levantó su mirada, la cual estaba pegada en el piso. Fue lento, le costaba mirarle a los ojos a sus padres, sentía que les estaba fallando. 

 

—Un padre, conoce a sus hijos. Puede que algunos se intenten engañar y tratan de desechar lo que piensan, pero, Jack, hijo, un padre o una madre, nunca, escúchame bien, nunca se equivocan cuando se trata de lo que un hijo es. Si estás así, porque lo que te pasa es que te gustan los chicos, déjame decirte, que con tu mamá lo sabemos desde que eras un niño. 

 

Jack no lo podía creer, sentía que estaba en un sueño. ¿Esto es real? Se preguntó a si mismo. 

 

Las lágrimas no tardaron en llegar a la cara de Jack, ya no era una como antes, sino que eran varias que descendían rápidamente por la cara del ojimiel. Y esta vez era de felicidad, y no de tristeza. 

 

Sus padres, con una sonrisa en sus caras y con lágrimas también en los ojos, se acercaron a su afligido hijo. Lo abrazaron fuertemente, ambos, entregándole toda confianza, amor, calor, fuerza, cariño, afecto y seguridad que Jack necesitaba. 

 

Fin del flashback. 

 

Los recuerdos de lo que pasó en esa película no dejan de aparecer en mi cabeza. Se repiten en bucle. 

 

Quizás esto no sea lo indicado, quizás me estoy dejando llevar por la ficción, pero... como le pasó a Jack, no puedo seguir ocultándolo, debo decirles, es hora y no hay vuelta atrás.

 

Los tres llegamos frente a la puerta de la habitación en la que está mi madre. 

—¿Preparado, hermanito? —preguntó Fran a mi lado. 

—No demasiado, pero creo que es hora. —respondo en un susurro. 

 

Fran me sonríe y me acaricia la mejilla con sus dedos.

—Recuerda que estoy aquí para ti. —dijo Frank detrás mío, tocándomelo la cintura. 

—Gracias... —una fuerte presión se forma en mi pecho. 

 

Inspiro hondo y suspiro luego. Tomo el plomo de la puerta y lo giro lentamente, hasta escuchar el clic que me advierte que ya está abierta.

Abro la puerta con cuidado, pero aún así se escucha un sonido chirriante. Cuando la puerta está abierta en su totalidad puedo ver a mi madre y a mi padre, juntos. 

 

Una fuerte punzada me da en el pecho, mi madre está mucho peor de la última vez que la vi. Está más delgada, pálida. La muerte se acerca con rapidez. La carcome más cada segundo, minuto, hora y día. 

 

—H-ho-hola hi-hijo... —saludó mi madre al verme. 

—Ho-hola mamá —respondí tratando de no romperme, de no llorar. 

Me adentro en la habitación y llego a su lado, tomo con mucho cuidado una de sus manos. Está fría, muy fría. 

Un nudo se forma en mi garganta y las ganas de llorar aumentan. 

Miro a mi lado y me encuentro con la mirada de Frank, y ésta me tranquiliza un poco.




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