Querida Rosa

N U E V E

DIANA


 

—¡Eres una puta inútil! —grita mi padre.

—Lo s-sé... —respondo. Sí, lo sé, lo soy.

—Menos mal, que por lo menos sabes lo que eres, algo puedes hacer bien. Dios... ¡por qué me castigas con una mujer tan tonta como esta!


 


 

Me acerca a milí, y me golpea. Una fuerte cachetada. No entiendo la razón del golpe, pero supongo que me lo merezco. Da una media vuelta y se larga.


 

¡Tengo que recordad que a mi padre no le gustan los tomates! Soy tan estúpida. Él no estaría enojado si no fuera tan tonta.


 

Me odio.

Me repugno.


 

Además, sigo sin poder de dejar de sentir cosas por las mujeres. Simplemente mi cuerpo no quiere entender que eso no es lo correcto. Mi corazón sigue latiendo fuerte cuando estoy con Amatista, aunque me mente le diga que se relaje, que es solo una mujer, una amiga. Y eso debe ser siempre, una amiga.


 

Me levanto del asiento en el que estoy, y me voy con cautela a mi habitación.


 

Ya en mi habitación, me recuesto sobre mi cama, y...


 

Quiero llorar. Quiero morir. Dejar de existir. Dejar de vivir es lo que más quiero. Porque no sirvo, estoy dañada, no debo de existir.


 

Algunas veces envidio a Gabriel y Frank, que se aman sin importar qué digan los demás, pero... mi padre dice que eso está mal, y, debo hacerle caso, él quiere lo mejor para mí.


 

Los recuerdos llegan nuevamente. No, no otra vez.


 

Me veo frente a mi ex mejor amiga, frente a Laura. Nos miramos a los ojos, no hay palabras, solo silencio. Hay caricias, hay abrazos. Hay sonrisas confidentes que demuestran a la otra lo feliz que está la otra de estar así, juntas, amándose a escondidas.


 

Entonces nos acercamos más, y más y... cundo estábamos lo suficiente cerca, nuestros labios se rozaron. Fue electrizante la sensación, quería más, necesitaba más. Entonces el beso se hizo profundo. Tenía mis dedos entrelazados entre su suave cabello castaño.

Mis manos comenzaron a recorrer su espalda, y, la presiona contra mí. Quería más, ella me hacía sentir llena.


 


 

Entonces todo acabo con un grito.


 

—¡Qué están haciendo hijas de puta! —escuché un grito detrás mío.


 

Era mi padre...


 


 

FRANCISCO


 

Estoy fuera de la habitación de Ivan, y, decidido, tomo la manilla y la giro para abrir la puerta. Cuando está totalmente abierta, puedo verle. Verle recostado en la camilla, con una mirada perdida, respirando de forma lenta, muy lenta.


 

Y algo dentro de mí se quiebra. Mi amigo quiso morir, y no confió lo suficiente en mí.


 

Entro, cierro la puerta detrás de mí y me acerco a Ivan. Llego a su lado y me tomo la mano.

Su mano ya está más caliente, no como antes. La aprieto, me acerco a ella y la beso. Ivan está inmóvil, mirando hacia el otro lado.


 

—Ivan, ¿por qué lo hiciste? —pregunto con la voz un poco rota, pero me mantengo firme.


 

Ivan no habla, se mantiene con la mirada puesta hacia algo, o la nada. Entonces yo me acerco, más, tomo su cara entre mis manos y le obligo a mirarme.


 

Nuestros ojos se conectan.


 

Pero... los veo vacíos.


 

No veo nada en ellos.

No veo la alegría que tanto le caracterizaba. No veo ese amor por la vida del cual profesaba. Solo veo vacío, veo nada.


 

Y me duele.


 

Apoyo mi frente con la suya, e intento controlar mi respiración. Y cierro los ojos.


 

—Ivan, por qué, por qué...

—Porque ya no tengo razones para vivir. —me interrumpe.— Porque todo se fue a la mierda. Porque ya nadie me quiere, porque estoy solo en este mundo desgraciado. Me intenté matar porque ya no me amo, porque no me gusto. Intenté matarme porque me odio. —la voz se le comienza a quebrar, y yo le callo. Pongo mi mano sobre su boca y le callo.


 

Me separo un poco de él, y le miro a los ojos nuevamente.


 

—Yo te amo, Ivan. Tu familia te ama. ¿De qué hablas? —pregunto confundido.

—Mi familia ya no me ama...

—Por qué dices eso, Ivan.

—Porque soy gay, porque no aceptan que su hijo le gusten los hombres.


 

Y lo entiendo. Ahora entiendo muchas cosas. Pero... realmente no me sorprende que sea gay, siempre lo sospeché. Pero... ¿que sus padres le rechazaron, que le dejaron de querer?


 

—¿Y te dejaron de amar por eso? ¿Por esa simple cosa? No me la creo. —digo indignado. Me vuelvo a acercar más a él.— Ivan, a mí me importa una mierda quién te guste, porque tú tienes derecho a ser feliz.— Alcanzo una de sus manos y la llevo a su pecho y la presiono con la mía.— Eres un hombre ejemplar, bueno, bondadoso, alegre. Una persona que donde va, crea un ambiente espectacular. Eres mi mejor amigo, eres súper importante para mí, y yo no podría perderte. Nunca.


 

Y con mis propias palabras, me doy cuenta de lo que siento. Yo quiero a Ivan, yo amo a Ivan... más que a un amigo.


 

Mi admiración a ido más allá, y con esto, me estoy dando cuenta.


 

Me asusto por un momento, porque nunca he sentido nada por un hombre. O nunca he estado consiente de hacerlo, pero rápidamente me despreocupo.


 

Ya soy un hombre, y no me voy a estar preocupando a estas alturas de la vida, de quién me pueda enamorar. Porque yo, le amo por lo que es, no por lo que tiene entre sus piernas. Ese es un plus.


 

—Fran... es que yo... —Ivan comienza a ponerse nervioso, se remueve e intenta quitar mi mano de su pecho. Siento los latidos acelerados de su corazón.




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