Querido Aldrich

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Mire de nuevo la hoja encima de mis libros y sentí el corazón cayéndose hasta el fondo de un abismo. No lograba pensar en otra cosa que ese papel desde que mi padre me lo tendió dentro de una carta hace solo una semana. 

Mentiría si decía que no pensé en ella. Me aterraba la idea de sentarme a escribir y quedarme sin palabras. 

Exhale aire, busque la ventana junto al baúl que escondía mis más preciados libros y la abrí girando el pestillo. 

No me importo si el frío me quemaba los pulmones, tampoco si las suaves gotas heladas del cielo se filtraban en la alfombra, solo me quedé a un lado con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás. 

Sentía el corazón golpeándome con fuerza dentro del pecho, clamando atención aunque lo único que quería era dormir. 

Me acerque al escritorio junto a mis libros y me senté frente a la carta abierta de un pretendiente prometido. 

Querida Muriel Cassian: 

Me atrevo a enviarte una carta luego de varias noches en vela. Nunca me había sentido tan nervioso por cortejar a una dama sin haberla visto previamente, no es una práctica de lo más agradable, pero me temo que no hacerlo sería más desagradable. 
Por si no me conoce soy Aldrich Cyrus, socio de tu padre desde que los Mortimer dejaron las tierras y nos nombrarlos dueños empreciariales. Pero supongo que a usted esos asuntos deben parecerle aburridamente incomprensibles, me disculpo pero ya es la cuarta vez que escribo está carta sin encontrar la manera de sonar Cortez. 
Me hubiera gustado verla antes, ciertamente los rumores de su belleza han llegado a mis oídos por parte de su padre y varios colegas pero jamás me atrevería, y tampoco tengo la imaginación, a proyectar la imagen de una dama por más bueno que sean sus rumores. 
En fin, me siento encantado por nuestro compromiso, dentro de dos semanas subiré al primer tren con destinó a Londres y buscaré su mano en persona. Su padre estaba encantado de conocer las tradiciones americanas y espero poder ayudarlo. La ansiedad de su respuesta me supera y los nervios de que el día llegue me dejan en vela las noches hasta mi partida. 
Espero su respuesta. 

Con cordialidad, Aldrich Cyrus. 

Me mordí el labio con fuerza. No lograba entrar un motivo por el que mí padre haya hecho una promesa como esa, él comprendía mí situación, el arraigo a mí libertad tan escasa ¿Por qué de repente era tan imprescindible desposarme con un hombre cualquiera?. 

Me llenaba de ira cada vez que volvía a los días en que mí padre se ausento y termino por volver con esa sorpresa. Tanta ilusión por su llegada, tanto dolor por no tenerlo cerca, quedaron opacadas por una decisión sin permiso. 

¿Acaso podía alguien juzgarme por rechazar a un hombre que no conocía y seguramente fuera mayor por más de una década?¿Y si no era su única mujer?¿Y sus mentiras habían endulzado los oídos de mi padre lo suficiente para que ignorara temas importantes?. 

Me levanté de nuevo y comencé a caminar de un lado al otro en la habitación, nerviosa y llena de la energía negativa que sostenía la carta. Mis zapatos golpeaban la alfombra y enmudecían el sonido de la madera debajo. El aire era tan frío que me estremecí pero no me atreví a cerrar la ventana para no perder el poco oxígeno que parecía entrar en mi cuerpo. 

Mire mi cama en la otra habitación y pensé nuevamente en dormir. La calidez de una manta pesada sobre mis piernas y el sueño arrullándome sonaban encantadoras luego de pasar varias noches dando vueltas a un solo pensamientos, pero en cuanto me quite el vestido y me tendí lo único que vino a mi mente fueron temores. 

¿Podría mi espíritu valer una compromiso con un desconocido?¿Podría mí alma valer algo para un hombre que me aparta como si fuera un objeto?. 

Me senté apartando las mantas y volví junto a la ventana para mirar la calle cubierta de nieve. Casi nunca nevaba por aquella zona, la calidez de las fabrica no permitía que el frío adorne las calles, pero aquella noche se veían apagadas debajo del manto rojo de nubes de tormenta. 

Inhalé aire hasta que el frío me quemó el pecho y lo exhale en enormes nubes blancas que desapacieron encima de mis ojos. 

Si tan solo mi padre entrara en razón ¿Que había hecho que de repente quiso arrebatarme la libertad?. 

Me aparte de la ventana, debería cerrarla antes que algun criado se de cuenta del frío filtrándose por debajo de mi puerta. Aparte las cortinas que se habían enredado con el baúl y comencé a forcejear contra el pestillo que fallaba en los momentos mas inoportunos. 

Debería responder la carta con falta de educación, pensé molesta con mí padre y las cortinas, debería hacerle entender a aquel Aldrich Cyrus que no era una mujer con la que convendría casarse. 

Me asomé por la ventana nuevamente para poder tomar una bocanada más de frío, llene mis pulmones y me detuve a ver a un hombre de capa negra caminar junto a una mujer de vestimenta ligera y aspecto delirante, sujetándola del brazo para que no caiga y riendo a carcajada frente a una noche tan aterrorizante.  

O quizás solo me parecía atemorizante a mi. 

Los seguí con los ojos hasta la esquina de mi casa donde desaparecieron riendo y gritando en un idioma desconocido para mí. Ojalá fuera yo una mujer con tanto valor como para elegir a quien entregarle mi corazón. 

Deseé ser ella por un corto momento, caminar por las oscuras y frías calles de Londres acompañada de un hombre a quien amar y reír como si aquella fuera el último momento de mí vida. Sin preocupaciones, sin tormentos, sin decoros por la apariencia. 

Entre nuevamente a mi habitación, cerré la ventana y corrí las cortinas hasta cubrir por completo la oscura noche. Oí el crepitar del fuego en mí pequeña chimenea y sentí un escalofrío cuando el calor me acaricio la espalda. 

Prefería el frío. 

Me volteé adentrándome entre las mantas de mi cama y obligue a mis ojos a cerrarse para descansar hasta que sol aparezca y derrita la nieve. 
 




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