Querido Aldrich

4

Caminé decidida hacia el salón, mis pies haciendo eco en la madera con el propósito de anunciar mi presencia y mí mentón alto aunque las frías garras de vergüenza que se cerraban en mí pecho podrían ser suficiente para doblegarme. 

Había pasado toda la noche mirando el techo de mí habitación con ausencia, pensando en la respuesta a la carta y los ojos suspicaces de padre al preguntarme por ella. Él sabía que estaba haciendo, sospechaba que iba a sabotear el matrimonio, y lo mejor que podía hacer era confesarme y rogar a Dios que cambie de parecer. Aunque padre tampoco era de los que cambiaban de parecer. 

Me detuve fuera del salón, oía bajas voces intercambiando conversación como si no supieran que estaba ahí. Aclaré la garganta con disimulo y la plática paró, no quería volver a malinterpretar algo que ni siquiera me atañía y volver a hacer algo impropio por ello. Yo no era así. 

Alguien del otro lado de la puerta suspiró y varios pasos se acercaron con rapidez. 

—¿Si?—preguntó Otis asomando la cabeza para encontrarse conmigo. 

—¿Está padre ahí?—señalé al salón a sus espaldas—Debo confesarle algo. 

Mi hermano abrió tanto los ojos que me sorprendió que no se salieran de su cabeza. Miró dentro del salón con la duda y el miedo cubriendo sus rasgos y luego volvió a mírame con resignación, suspirando incómodo. 

—Padre no está. 

—¿Cómo que no está?. 

—Muriel—comenzó soltando una mueca preocupada—, padre no volvió ayer, ni hoy por la mañana. 

Una oleada de inquietud me sacudió el cuerpo y retrocedí un paso sin intención. 

—Pero él dijo que... 

Otis bajo la cabeza ocultando su rostro bajo un fino mechón de cabello y luego la otra personas que estaba en el salón hizo presencia en la conversación. 

—Buenos días, señorita Cassian—saludó el oficial Julián Clive quitándose el sombrero e inclinando la cabeza con educación.  

—Oficial—imité el saludo cuadrando los hombros y alejando esa sensación de pánico que Otis cargaba en los ojos.  

Padre siempre nos dijo que los trapos sucios se quedaban en la casa y aquel hombre no me daba confianza. 

—Me presento—estiro una mano enguantada hacia mi y la mire con asombro antes de tomarla—soy Julián Clive. 

Asentí apretando los labios y mirándolo fijamente a la vez que él me devolvía la mirada. Su cabello, junto con la barba, eran dorados como el sol y muy bien cuidados, pero sus cejas y pestañas tenían tonos caoba que le daban dureza. Era atractivo, elegante y tenía una semblante encantador y educado... aunque sus ojos eran tan oscuros que parecían misteriosos. 

Otis se aclaró la garganta poniéndose a mi lado de manera que quedaba oculta detrás de su hombro y caí en cuenta que había estado mirando el oficial sin descaro y tan fijamente que no paso desapercibido. 

—Es un gusto, oficial Clive—murmuré bajando los ojos al suelo con vergüenza. Nunca me fije en nadie de esa forma y me ruborizaba pensar en que él me miró observarlo así. 

Otis me miró por encima del hombro. 

—¿Muriel, por qué no vas a tu habitación hasta que termine de hablar con el oficial?. 

Alce el rostro para asentí y me detuve con una fría sensación cerrándose dentro de mi pecho. 

Mire nuevamente al oficial. 

—¿Mi padre desapareció?. 

El pobre hombre miró a mi hermano con duda, no era común que una mujer de educación desautorice a la persona a cargo. Pero aunque mí hermano suspiro no me eche atrás. 

—Padre salió y no volvió—fue todo lo que dijo Otis con tono rotundo. 

Lo ignoré buscando la atención del oficial Clive y esté pareció muy incómodo al encontrar mis ojos. 

—Oficial, le suplico que me comente lo que sucede. 

—Yo... 

—Muriel—regañó mi hermano, disgustado—, deberías estar en tu habitación, seré yo quien se encargue de este problema. 

Volví a ignorarlo y fruncí el ceño ante los pensamientos que me rondaron toda la tarde de ayer luego de la visita del oficial. 

—¿Usted cree que tenga que ver con la conversación que tuvieron ayer?. 

—¡Muriel!—estallo Otis enfadado por mi manera descarada de ignorar los modales. 

Los ojos del oficial Clive se abrieron con sorpresa y sus cejas parecieron fruncirse segundos después con sospecha. 

Abrí la boca para hacer otra pregunta, me interesaba saber que sabía él acerca de padre y porque decidieron mantener una conversación tan íntima y apresurada, pero para mí desgracia Otis se interpuso una vez más entre ambos fulminándome con la mirada. 

—Muriel—comenzó molesto, señalando al pasillo y volteándose hacia el oficial para indicarle que vuelva al salón—, hazme el favor de volver a tu habitación inmediatamente. 

Y, sin darme mas espacio para entrometerme, se dirigió al salón cerrando la puerta para excluirme por completó. 

Me aleje varios pasos, asombrada y estupefacta, acababa de recibir la noticia de que mi padre había desaparecido y él pensaba en decoros y educación. No podía ser más inapropiado. Además yo sabía cosas que él no, yo había oído a padre hablando con el oficial Clive y de no ser por mi quizás ni siquiera sabríamos que estaba pasando.  

Me sentía muy ofendida. 

Camine por el pasillo decidida a esperarlos y arremeter a preguntas, si el oficial sabía algo podría ayudar encontrar a padre debía saberlo ¿Qué importaban los modales cuando alguien de mí familia estaba en peligro?. 

Volví a las escaleras mordiéndome el labio con tanta fuerza que la piel comenzó a levantarse y me lo arranque sin pensar. Mí mente ardía de pensamientos, ideas y la sensación de que aquella mujer asesinada tenía algo que ver. Padre dijo que la conocía, hablo de ella como si tuviera una relación cercana, y ayer parecía apresurado por irse ¿Su salido habrá tenido que ver con la meretriz?. 

Mire hacia arriba y comencé a pensar en volver a su estudio para buscar información. Si él tenía algo que ocultar lo pondría ahí, pero una idea más descabellada vino a mi mente en el momento en que la puerta de la calle se abrió y Silas entro abrazando su cuaderno contra el pecho. 

Se detuvo asombrado al verme y luego cerró la puerta con cautela echando una mirada hacia el pasillo que conducía al salón. 

—¿Qué haces aquí?. 

Entrecerré los ojos. 

—¿Por qué vienes de la calle?—pase el peso de mí cuerpo de una pierna a la otra y cambie la expresión señalando su cuaderno—¿Qué hay ahí?. 

Miró mi dedo y suspiró. 

—Investigaciones del asesinato—nuevamente se fijó en el pasillo—¿Donde esta Otis?. 

Cruce los brazos sobre el pecho e ignoré el escozor de mi nuca cuando nombró a mi otro hermano. 

—Padre desapareció. 

Sus ojos se abrieron con sorpresa y volví a morderme el labio con fuerza, él tampoco sabía nada... 

—¿Qué?. 

—Quiero organizar una fiesta de Té con Tía Gretel. 

Silas soltó una mueca molesta. 

—¿Padre desapareció y a ti lo único que se te ocurre es organizar un té de cotilleo?—y en el momento en que terminó de reclamar abrió la boca en una enorme O y calló. Frunció el ceño, por fin lograba ser el centro de su atención, y cuando me vio alzar las cejas asintió resignado—Haré unas llamadas. 

Asentí agradecida, aquello no era usual en mí comportamiento, nadie que me conozca comprendía mí manera de ser tan alejada de la comunidad y los cotilleos, pero si alguien sabía acerca de los secretos de padre era su hermana mayor, Tía Gretel. 

Me volteé para subir a mi habitación, sabía que si quería sacarle algo de información a esa excéntrica mujer debía ponerme mi mejor atuendo y peinarme como a ella le gustaba aunque me doliera la cabeza de tantos ganchos. 

Subí hasta la mitad de las escaleras pensando en el corsé diminuto que me esperaba y oí la puerta del salón abrirse detrás de un pesado silencio que daba mal presagio. 

Oí pasos y miré a Silas asomándose por el pasillo con el cuaderno en la mano semi oculto. Tenía en su rostro una palidez poco habitual y tembló ligeramente al ver al oficial Clive salir detrás de Otis con una mano delante y la otra atrás. 

—Oficial—dijo Otis cuando llegaron a la puerta luego de que los pesado zapatos del uniformado hicieran eco en toda la casa. Ninguno de nosotros se movió—, espero recibir noticias de nuestro padre lo más pronto posible. 

El hombre de cabellera rubia se volteó con un gesto tenso en el rostro y miró a mi hermano frente a él con dureza. 

—Prometo hacer lo posible para que así sea. 

—Eso espero—soltó Otis con tono molesto antes que un leve rechinido llame la atención de ambos hacia nosotros en las escaleras y sujete la barandilla con fuerza para no huir. 

Los ojos del oficial se abrieron con sorpresa, ni siquiera se había dado cuenta de que estábamos espiando, y cuando clavó sus ojos en mí sentí un escalofrío subiéndome por la espalda. La profundidad que tenía aquella oscuridad era absorbente y atractiva, como si vieras el vacío y algo ahí estuviera mirándote de la misma manera. 

Contuve la respiración inflando el pecho y de repente la idea de acribillarlo a preguntas desapareció. No encontraba la manera de hablar con él mirándome como si yo fuera intimidante. 

Y luego la espalda de Otis volvió a interponerse entre ambos, interrumpiendo lo que sea que el oficial quería comunicar. 

—Lo acompaño a la puerta—indicó señalando el enorme tablón de madera con la mano y despidiéndolo. 

El oficial Julián Clive miró en dirección a nosotros e inclinó la cabeza sacándose el sombrero. 

—Con permiso. 

Y en cuanto la puerta se cerro y quedamos solo los tres hermanos en completo silencio, Otis se volteó pasando las manos por su cabello bien peinado y sujeto su cabeza con frustración, negando. 

Silas me miró por encima del hombro y lo imité, no era común del único de Otis perder la cabeza, el siempre parecía el más tranquilo y sensato de todos, pero aquello, sea lo que sea, le quitó días de sueño del rostro. 

—¿Qué sucede?—preguntó Silas dos escalones más abajo, preocupado. 

—Nada—exhaló Otis levantándose, cuadrando los hombros con el mentón en alto y mirándonos con determinación—, no es nada. Padre volverá. 

—¿Y si no?—pregunté con inquietud. 

—Lo hará. 

—¿Que dijo el oficial?. 

Otis me lanzo una mirada fría, había preguntas que no debía hacer.  

—Yo lo llamé cuando vi que padre no estaba y me informó que lo vieron salir de la casa y cruzar la ciudad por la noche, pero no saben donde fue. 

—¿Están vigilando la casa?—interrumpió Silas con los ojos inquietos puestos en la puerta, en Otis y en mí—¿Somos sospechosos de algo?. 

Encogí los hombros. 

—No—soltó Otis masajeando sus sienes con cansancio y los ojos cerrados—, están rondando las zonas alrededor del asesinato de la meretriz para proteger los hogares y dar con el homicida. 

De nuevo, volví a mirar la puerta como si pudiera imaginar al oficial espiando con la oreja pegada a la madera. 

—¿Saben algo acerca de quién lo hizo?—dudé frotándome las manos con inquietud cerrándose en mi pecho. 

Otis suspiró y negó. 

—Solo saben que pudo ser un cliente, pero aún así especulan. 

—Los periódico dicen que no hubo pistas del agresor—acotó Silas como si estuviera leyendo algo de su cuaderno—. Nadie la vio con alguien a aquellas horas y una mujer con la que compartía habitación hablo acerca de un hombre que la visitaba, pero no hay nada confirmado. 

Otis lo mire estupefacto abandonando su masaje de sienes. 

—¿Y tú como sabes eso?. 

—Busque información—respondió mí hermano con indiferencia. 

Era perturbador pensar que quizás yo fui la única que vio a la mujer viva por última vez. Debería decirlo, llamar nuevamente al oficial Clive y relatarle lo visto para ayudar, pero por alguna razón me aterraba que supieran acerca de mis noches en vela. Era peligroso mantenerse con las ventanas abiertas pro el invierno, padre siempre lo advertía, pero aquella noche el frío fue lo menos peligroso sucedió. 
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.