Querida Muriel:
Me alegra por fin tener un tema de conversación para ambos, aunque mi trabajo es por mucho más aburrido de lo que suena.
Las maneras más comunes de confirmar una mentira serían los signos físicos que delantal a cualquiera, un golpe en la nariz, un labio mordido, parpadeos, algunos hasta llegan a rascarse las cejas. Pero son demasiados como para detallarlos y confieso que tu pregunta es personal por los temas de nuestro acuerdo. Tranquila, yo también tengo mis dudas con respecto a ello, fue una sorpresa enterarme de mí compromiso el mismo día que mí madre falleció. Aún así me gustaría saber cuál es tu interés por las mentiras, los engaños y las verdades, si bien son interesantes no son entretenimiento para una dama como usted y me siento en posición de responder sus inseguridades.
Por favor, confíe.
Suyo, Aldrich Cyrus.
P.D: Si su siguiente pregunta es acerca de como logré responder la carta tan rápido, es porque adelante el viaje a Londres y estoy parando en casa de unos familiares a unos pueblos del suyo, aún así la fecha no cambiará. Lo lamento.
Exhalé mentalmente agotada y volví a leer la carta que llegó en aquel momento. Me estremecía pensar en los pocos días que me quedaba hasta ver a mi "prometido", no lograba pensar en otra cosa que no sea padre desaparecido y plantearme alejar a Aldrich Cyrus me parecía un esfuerzo innecesario.
El carruaje se movía con violencia por la calle y mi hombro golpeaba contra uno de los laterales. Las barrillas del vestido se clavaban en mis costillas y no podía evitar sentirme desafortunada y frustrada.
Tía Gretel se había sentado frente a mi con las manos sobre el regazo luego de darle indicaciones al cochero y parloteaba hacer de como sería mí próximo vestido, pero yo casi no le prestaba atención.
La idea de que Aldrich este cada vez más cerca de tomar mi mano y besarla me aterraba ¿No habían pasado de moda los compromisos arreglados?¿Por qué yo debía ofrecerme a un hombre que no conocía?. Odiaba que padre haya estado de acuerdo con ello ¿Acaso yo no valía nada?.
Llegamos al muelle en pocos minutos, el carruaje dejó de saudirse para detenerse a los gritos de varios capitanes que desendian mercadería. Tía Gretel bufó en desacuerdo rodando los ojos y sentí ganas de reír cuando uno de los hombres grito una grosería aún más alto junto a la ventana.
—Santo cielo—exclamó horrorizada de oír también como alguien escupía cerca nuestro—, Muriel lamento que hayas oídos eso.
Negué con suavidad intentando ahogar una mueca de asco por los gritos.
—No es nada, tía—endulce mí voz y mis gestos—. El carruaje tuvo que desviarse, tu no has tenido nada que ver.
Aún así ella apretó los labios en una fina mueca y apartó la mirada hacia la ventana golpeando con la mano sobre su vestido para sacar algún tipo de suciedad invisible.
Estaba nerviosa, podía notarlo en sus gestos. Miraba de un lado al otro, mordia su labio y además la vi tocar sus aros varias veces en lo que iba del recorrido en el muelle. Me preocupaba aunque no debía, si yo estaba en problemas bien podría huir mejor o gritar como una condenada, pero tía Gretel parecía que apenas podía caminar con ese vestido en su menudo cuerpo. Sin decir que no alzaba la voz sin perderla en un ataque de tos.
Pasamos los siguientes minutos en completo silencio, las ruedas retomaron su curso y los caballos jugaron por encima del ruido del río y los marineros bociferando. No quería mirar por la ventana, temia encontrarme con algunos ojos mirándome fijamente, espiando dentro del carruaje, así que mire el techo revestido de tela roja.
Qué Aldrich Cyrus este más cerca de Londres querría decir que llegaría antes, lo cual significaba que ya no tenía tantos días como pensaba. Y ni siquiera me había dispuesto a alejarlo como había planeado.
—¿Y como está tu padre?—preguntó de repente la mujer frente a mi.
—Bien, de hecho—mentí con una descarada sonrisa amable—, estuvo fuera unas semanas por trabajo y antes de ayer salió nuevamente para resolver una problemas.
Sus ojos se abrieron con asombro.
—¿Y te has quedado sola con tus hermanos?.
Asentí.
—Nosotros nos encargamos de la casa, aunque casi no salimos.
—Oh, mi niña—volvio a exclamar con horror—, eso es muy peligroso.
—¿Por qué?—la mire confundida, acababa de decirle que casi no salíamos y además había todo tipo de criados y policías dando vueltas por la zona. Peligroso era vagar sola por la noche, no encerrarse en la casa.
—¿Por qué?—ironizó riendo—Pues por qué cualquiera podría entrar y hacer daño a ustedes. La pobre Katerine es un ejemp...—se detuvo de nuevo, poniendo la mano sobre su boca con los ojos muy abiertos antes de corregirse mirando a la ventana—La chica, tan joven, con tantos vándalos en la zona... Ah mira, ya llegamos, bajemos.
Y antes que el cochero se disponga a abrir la puerta ella misma se lanzo hacia adelante, la abrió y salto fuera dando por finalizada la conversación y dejándome tan sorprendida como curiosa.
¿Quien era Katerine?. Es decir, entendía que era la muchacha asesinada, pero qué relación tenía con mí padre y mí tía.
Baje del carruaje cuando la mano enguantada del cochero apareció para ayudarme, tome mis faldas con cuidado y salí aguantando la respiración lo suficiente para que las varillas del corset no se claven en mi torso. Mire alrededor bajando los escalones de a uno y me encontré con una galería de negocios que jamás había visto.
Tía Gretel estaba parada a pocos metros mirando en otra dirección y revolviendo las manos, nerviosa. Camine hacia ella con tanta elegancia como podía sin tropezar y toque su hombro con suavidad para llamar su atención.
—¿Estás bien?.
Sus ojos parecieron más grandes cuando me encontró frente a ella y se apartó con una risa histérica.