Querido Aldrich

7

El oficial Julián Clive me guió hacia el local de Susan sin pronunciar ni una sola palabras.

Parecía algo nervioso y molesto, tenía la mandíbula apretada y sus ojos parecían paranoicos viajando de un lado al otro para detenerse en cada persona que cruxabamos. Estaba con su uniforme, pulcro, bien acomodado, y con el sombrero sujeto a un lado dando la elegancia y la educación a mí presencia.

No me atreví a detenerme, aún estaba muy asustada por encontrarme con la macabra mujer dentro del local y sentía como aquellos ojos que adornaban las estatuas me seguían desde la distancia esperando que vuelva a flaquear.

Apreté mí mano dentro del pliegue de su brazo y provoque que él me mirara buscando alguna herida visible.

—¿Se encuentra bien?—preguntó tan bajo que apenas lo oí.

Moví la cabeza, no se si asentí o negué, y él soltó una mueca extraña antes de levantar la cabeza y mirar en todas direcciones. Era al menos una cabeza más alto que yo, mis ojos apenas llegaban a su hombro y sus manos, estudiandolas mejor, era mucho más grandes que las mías.

—¿Necesita un médico?—volvió a preguntar.

—No—murmuré apartandolo con gentileza. Aquel estúpido corset me estaba asfixiando y apenas lograba pensar por los nervios—, estoy bien solo fue un susto.

No se quedo tranquilo con aquello, podía verlo en sus ojos y sus gestos, pero aún así se apartó dejando un espacio apropiado y suspiró.

—¿Necesita que la lleve a su casa?.

Negué sujetándome el corset contra el estomago, iba a morir asfixiada si no me lo quitaba cuánto antes ¿Cómo es que tía podría llevar puesto unos igual todos los días?.

Aún así, con la falta de aire, la angustia y el dolor, hubo una pregunta que se abrió paso en mí mente cuando pude tranquilizarme.

Mire al oficial Clive con desconfianza y me aparté otro paso.

—¿Usted que hace acá?.

Sus cejas se alzaron con asombró.

—¿Acaso interrumpí un buen momento?—bufo con burla, cruzo los brazos sobre el pecho y miró nuevamente en dirección al local. Por un momento me detuve a pensar en si impertinencia—¿Debo disculparme? Si quiere puedo escolatarla hacia la santería de la gitana.

Abrí y cerré la boca. Aquello información me era desconocida pero no poco importante, muy a pesar de su manera tan impropia de dirigirse a mí.

—¿Era gitana?.

—Al parecer, sí.

Asentí intentando unir los cabos en mí cabeza.

—¿Cómo es que padre tenía algo que ver con ella?.

—¿Qué?—al fijarme en el oficial lo encontré confundido y asombrado de una manera extraña.

—Nada—quite importancia con la mano y volví al tema principal frunciendo el ceño. Le lance una mirada molesta—¿Usted me está siguiendo?¿Acaso desconfía de nosotros?.

Mí hermano había dejado caer una idea acerca de la sospecha, pero hasta ese momento no me había creído que nosotros fuéramos realmente sospechosos de algo.

—¿Qué me diría usted de una familia relacionada con una víctima de un atroz asesinato?—preguntó con suficiencia ignorando mi rostro ofendido.

Encogí los hombros.

—Nosotros no hicimos nada. Mis hermanos y yo...

—Lo se—me interrumpió mirando por encima del hombro al local de dónde veníamos—, mi desconfianza es hacia su padre.

Una oleada amarga me subió por la garganta.

—¿Mi padre?.

—Mire, hace algunos días usted nos vio hablar acerca de la mujer asesinada—asentí—, nosotros teníamos claro que su padre mantenía un vínculo cercano, aunque desconocido, con ella—volví a asentir nerviosa por lo que estaba por confesar—. Dígame usted, ¿no le suena sospechoso que aquel mismo día, él único sospechoso del crimen, desaparesca en la nada?.

—¿Y cree que yo tengo algo que ver con eso?—ataque indignada conmigo más que con él. Me molestaba de repente no tener respuestas para el oficial, padre nos había ocultado algo que quizás podría ayudar a la justicia y luego desapacio como polvo—. Mire, yo no tenía idea de que él tenía algún tipo de vínculo con ella hasta el día que usted se apareció en mí casa.

—Pero sabe cosas ¿No?—su tono había cambiado completamente y ahora parecía estar pensando y armando un rompecabezas en mi rostro. Vacíe mis expresiones—. Por eso entro a la santería.

—No—mentí con terquedad—, entre a la santería porque se acerca el cumpleaños de mí tía Gretel y debía averiguar un... regalo.

Mientras más hablaba mi mentira perdía veracidad y él parecia darse cuenta cuando suspiró impaciente.

No me importaba, había cosas que yo no conocía de padre pero no estaba dispuesta a ponerlo en una diana dónde todo apuntará a él. Primero querría recolectar información, confirmar su inocencia para creer en él una vez más, y luego defenderlo. Pero de ser culpable en el delito no estaba segura de que haría...

Solté aire y busque el local de Susan dónde tía Gretel debía estar esperándome.

El oficial Clive entendió mis señales incómodas, suspiró profundamente y junto las palmas frente a si en un gesto de súplica.

—Solo le pido que si sabe algo, si oyó o vio algo, por pequeño que sea, se comunique conmigo—y luego me miró condescendientemente—¿Entiende?.

Chasquee la lengua molesta e irritada.

—¿Debo suponer que por qué me habla en ese tono de menosprecio yo debo darle información?—él retrocedió asombrado por mi tono poco amigable—Hasta luego, señor Clive—me giré hacia el local de vestidos para volver junto a mi tía y caminé tan rápido como mis piernas de gelatina me lo permitía.

* * *

Me enfoque en la letras que salían de mí pluma para no romper el trazó cuidado y entendible. Si yo no prestaba atención podría terminar haciendo puros garabatos sin sentido.

Me aparte para ver mi obra en el cuaderno lleno de palabras sin sentido y sentí por encima de mí hombro al tutor que venía una vez a la semana a enseñarme escritura.

Solté aire apartándome hacia un lado para dejarle más espacio y leí la palabra "sospecho" de la semana pasada como si fuera algo personal. Todo se sentía personal ahora, las palabras del oficial Clive parecían recordarme en la cabeza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.