Querido Aldrich

13

—Muriel—sentí una sacudida en el hombro y abrí los ojos para mirar a Otis junto a mi cama—, despierta, ya es mediodía.

Me volteé con el cuerpo aún cansado y lo miré.

—¿Mediodía?—bostecé sobre mí mano lastimada y no pude evitar sentir el ardor subirme por el brazo. Reprimí una mueca—¿Por qué no me despertaste antes?.

—Creímos que sería mejor dejarte dormir.

Asentí demasiado agotada para responder y lo mire volver a sentarse en el sillón.

Había pasado unas horas de la noche mirando a Silas dormir, esperaba que suelte su cuaderno para volver a tomarlo pero esta vez, al ver qué se caído, lo había colocando entre el espacio de su pierna y el sillón, tan apretado que si lo sacaba era imposible que no se fuera cuenta. Pero cuando intente dormir, frustrada y algo malhumorada, pensé en las palabras que leí.

Un ritual gitano no era poca cosa, ellos creían en la luna y el destino, eran una comunidad cerrada. Si la chica muerta, Katherine Romero, había muerto por un ritual podría haber sido un sacrificio, ¿Pero donde entraba el segundo homicidio entonces?.

—¿Té?—parpadeé confundida por la palabra de Otis y lo mire inclinarse hacia una bandeja con dos tazas, un plato y varios papeles en la mesa a un lado de mi cama.

Asentí frotandome los ojos y tomé la taza cuando me la tendió.

—Ten cuidado.

Asentí con una sensación asfixiante en el pecho y suspiré.

—¿Puedes abrir la ventana?.

—Hace frío.

—Necesito aire—hice señales hacia mí garganta para dar énfasis a mis palabras y Otis se levantó a correr las cortinas.—¿Dónde esta Silas?.

—Salio.

La ventana se abrió con un rechinido tan conocido que me provocó calma, cerré los ojos por costumbre y dejé que la briza fresca de la calle revuelva mi cabello acariciando mis hombros.

Comenzaba a sentirme mejor, la preocupación del día anterior por mí descontrol quedó suplido por mis ansias de salir a buscar información. No tenía idea de que tenía que ver Katherine Romero con padre, pero estaba segura de que si encontraba al homicida padre volvería, libre de delitos y culpas y todo volvería a la normalidad.

Exhalé buscando un pedazo de cielo detrás del cristal y Otis volvio a sentarse en el sillon tomando una taza y sacando los papeles.

—¿Qué es eso?.

Mi hermano suspiro.

—Informes, circulares y...—saco un par de sobres de la pila y comenzó a ojearlos—, cartas.

Asentí y comencé a beber mí té. Sentí el ardiente calor bajando por mí garganta hasta dejar una hilera de fuego y reprimí una mueca. No había que tenía la boca seca hasta el líquido abandonó mi lengua y sentí apremio por más.

Estiré la mano para tomar una tostada y la sumergí en el té.

Tenía que encontrar la manera de que Otis me deje salir sola, tomar un carruaje e ir... ¿Dónde?.

Podría ir con el profesor y pedirle que repitiera la conversación de la otra noche, tedría que explicarle varias cosas pero hasta que no encuentre a mí padre no podría acusarme. También pensé en el extaño local del muelle, ahí podría encontrar información acerca del ritual y quizás pedir que me hablen de las compras padre, solo que aún me sentía reacia a volver.

Me estemecia de pensar en la voz profunda de la vendedora y la escuridad ocultandola de mis ojos...

—Hay una carta para tí—la voz de mi hermano me saco de mis pensamientos y lo miré confundida sacar un sobre de entre muchos.

—¿De quién?.

Volteó el sobre para leer el remitente y frunció el ceño.

—Aldrich Cyrus—leyó—¿Lo conoces?.

Exhalé y asentí estirando la mano en su dirección.

—Es el pretendiente de padre.

Me enfadada un poco tener que pensar en él. Habían pasado un montón de cosas desde que recibí su última carta y no podía tener mis pensamientos enfocados solo en ello.

Otis dudo en darme la carta y, mirando hacia la ventana como si pudiera cumplir mis deseos de lanzarla al viento, me la entregó.

Miré el sobre con la letra fina y delicada de Aldrich Cyrus. Me causaba cierta repulsión saber de él. Tenía la extraña sensación de que podría estar jugando conmigo para engañarme, en mí cabeza aquél desconocido tenía la cara arrugada y velluda, cubierta de pecas de edad avanzada y la corona de su cabeza saludaría al sol sin una sola cana asomándose.

La dejé caer a mi lado con desagrado y tome la taza de té con la tostada ganándome una mirada extraña por parte de Otis.

—¿No la leerás?.

Negué sumergiendo la tostada de nuevo.

—Me siento algo cansada.

—¿Quieres que la lea para ti?.

—No hace falta.

Asintió con una mueca extraña y paso a leer las demás cartas en silencio.

Aldrich Cyrus se había convertido en un estorbo para mí atención. Lo imaginaba a mí lado, mirándome con la prevención plasmada en sus ojos, y no podía evitar estremecerme cuando sus dedos se acercaban a mi brazo. No era lo que debía pensar, ni siquiera debería estar preocupada por él, pero...

Me fijé en la carta intentando recordar cuando fue envié mí respuesta a su carta anterior.

No lo había hecho. Recordaba claramente pensar que era demasiado agresiva para enviar, que padre me regañaría por falta de educación.

¿Envío otra carta?.

Tomé el sobre con rapidez y lo abrí arrancando el papel con mis maltratados dedos. El dolor de la herida en mí muñeca encendió un tipo de apremio y angustía pero no me detuve hasta que quite el papel.

Señorita Muriel Cassian:

Agradezco sus condolencias, mi madre fue una gran mujer, personas y madre. No tenerla es realmente doloroso. Siempre tan contenta y cuidadosa (aunque mi difunto padre no diría lo mismo).
Para que confíe un poco y comprenda sepa que no tenían la menos de las relaciones, ambos tercos, obstinados, cargados de orgullo y ambición compartían la desdicha de un matrimonio arreglado y una herencia incontable e insuficiente. Mí padre diría mezquindad, mi madre "educación para el pequeño Aldrich"... Lo siento, es una broma de familia.
Con respecto a mí pequeña ayuda, no sé si tomar el agradecimiento o pedir disculpas así que haré ambas.
Lamento su malhumor, esto es tan extraño para mí como para usted pero, con en mí familia, le pido hacerlo llevadero.
En fin, es libre de consultar sobre temas macabros como le plazca.

Cordial y cada vez más emocionado de verla, Aldrich Cyrus
.


Oh dios, la carta irónica y agresiva había sido enviada. No sé cómo, no se porqué ni mucho menos quien pero él leyó mí fingida preocupación y de alguna forma logro interpretarla como algo bueno. Cómo sincero.

—¿Estás bien?.

Asentí al ver a mí hermano incliando hacia mí con preocupación y aparte la hoja de la carta cuando sus ojos viajaron a ella. No pretendía ocultar nada, un matrimonio arreglado sería de público conocimiento cuando padre vuelva, pero me incomodaba la idea de que me juzgue por caprichosa.

Los labios de Otis se apretaron en una fina línea y a la vez que preocupado sus ojos reflejaron molestía. Pero no cedí, si él se encargaba de las finanzas de la familia, yo me encargaría de la imagen.

* * *

—Muriel, ven aquí.

Lo ignoré y seguí caminando hacia las escaleras con el mentón alto y la nariz picandome por ansias de salir.

Había estado cerca de tres horas sentada en mí cama mirándolo en silencio y el trasero me dolía por la posición. Los pensamientos comenzarían a comerme viva si no me ponía en marcha, la noche no se haría joven y cada segundo perdido podría ser un trágico final mas.

No, tenía que salir a buscar a padre.

—¡Muriel!—llegué al final de las escaleras y mire la puerta como si fuera la libertad de su apabullante lástima.

Comprendía su preocupación, pero estaba muy segura de que no creían que fue un accidente.

Baje el último escalón, me sostuve de la baranda para no tropezar y sentí de nuevo aquella semana asfixiante. La puerta parecía brillar como si lo que hubiera del otro lado quisiera llamar mí atención a gritos. El suelo tembló bajo mis pies y casi tropiezo hacia atrás.

La puerta se abrió y esperé con sorpresa ver algo extraordinario, pero solo encontré el rostro fruncido de Silas.

Él me miró con asombro, entorno la puerta para que nadie más entre y luego la cerró apoyando la espalda sobre ella.

—¿Que haces aquí?.

Aparte la sensación de ahogo y alce el mentón.

—Quiero salir.

—¡Muriel, vuelve aquí!—ordenó Otis bajando las escaleras con capricho.

Silas suspiró mirándolo y a mi.

—No creo que debas...

—¿Tú eres médicos?—acusé molesta.

Silas alzó la ceja con desafío y abrió la boca seguramente para responder, pero fue interrumpido por mí otro hermano que me sujeto de los hombros desde atrás.

—Tienes que descansar.

—Ya no quiero descansar.

—Tengo una idea—a pesar de su tono seco podia ver un brillo de maldad en sus ojos—, llamemos al médico.

Apreté los dientes irritada, el médico tampoco me dejaría salir.

—No es necesario—suspiró Otis pellizcandose el puente de la nariz como si hablara con niños—, Muriel vuelve a tu cuarto.

—No.

—Te ataré a tu cama—amenazó Silas.

—Gritaré.

Mi tono desinteresado y desafiante hizo que se quedará mirándome fijamente unos segundos, como si dentro de su cabeza considerara la manera cumplir su plan si que emita un solo sonido. Y luego asintió firme.

—Muy bien—asintio firme y volteándose—, llamaré al médico.

—Pues dile al médico que me busque afuera—caminé hacia la puerta decidida, oyendo a Otis decirme que vuelva con tono cansado, y al abrirla me encontré con los profundos ojos oscuros del oficial Clive. Tenía la mano alzada por lo que estaba a punto de llamar, pero lo tome tan desprevenida que ni siquiera logró ocultar su asombro. Era mi manera de huir así que sonreí—¡Oficial!.

Otis llego a mi lado.

—Muriel...

—Pase, por favor—tomé al oficial del brazo con demasiada confianza y tiré cerrando la puerta detras—, lo invito a tomar una taza de té.

Comencé a tirar de él hacia el pasillo donde mis hermanos me miraba encolerisados y los ignoré plasmando mí mejor sonrisa amable.

—Perdoneme—interrumpio el oficial Clive con tono dudativo cuando nos alejamos de ambos—, no quería interrumpir nada...

—Cierre la boca y sígame la corriente, tengo información para usted.

Llegamos al salón y capte sus ojos estidiandome desde lo alto. Era cierto, tenía información que le sería útil, también un plan, pero no sé la daría si no salía de la casa. Yo debía encontrar a padre antes que la policia o podrían inculparlo de escapar. 

Yo estaba segura de que él no lo había hecho, no sabía la razón de que huya pero tenía seguridad de que no tenía nada que ver, solo tenía que encontrar las pruebas para eximirlo.

Le indiqué que tome asiento en uno de los sillones junto a la mesa del salón y corrí hacia la criada que nos miraba desde la puerta.

—¿Podría traernos té?.

Dudó pasando la vista entre él y yo.

—Pe-pero...

—Gracias—le sonreí y volví a sentarme frente al oficial que no podía ocultar su desconcierto.

—¿Muriel, puedes venir?—mis hermanos me llamaban desde la puerta y su tono no era en absoluto agradable.

Negué, si volvía con ellos me encerraron en mí habitación y trabarían la puerta sin dejarme siquiera abrir la ventana. No podía volver ahora que tenía información para ayudar, ellos no me ayudaría, no me escucharían, pero confiaba en que el oficial Clive sí.

Exhalé mirándolo desde el otro lado de la diminuta mesa de té y me percaté de que su mirada estaba clavada en mí muñeca vendada.

La oculté en los pliegues de mi vestido.

—Entoces—comencé con tono afable—, oficial Clive, ¿Qué lo trae por acá?.

—Yo...

—Oh por dios, esto es una pésima broma—Otis irrumpió en la conversación con pasos largos y fuertes, cerrando los puños a cada lado del cuerpo hasta detenerse a mi lado con seriedad—. Me disculpo, oficial, mi hermana no comprende el trabajo que usted debe hacer.

Rodé los ojos y miré el hombre tenso en el sillón, buscando una salida con desesperación antes de que la mujer de la criada aparezca con una bandeja en manos.

—Por favor—indiqué asintiendo cuando ella pregunto acerca de servirnos.

—Muriel...—el tono irritado de mí hermano era cada vez peor.

—Lo siento, quizás debería...—el oficial hizo ademán de levantarse y alce las manos para detenerlo.

—¿No rechazara la invitación inocente de una dama, o si?.

Esta vez fue él quien me lanzo una mirada acorralada.

—Muriel...

—Otis—llamé con media sonrisa amable, aunque terca—, no cederé a volver a mi cuarto, necesito aire y me temo que ahí dentro me asfixio. Puedes quedarte a tomar un inocente té con nosotros—señale el sillón sobrante— o puedes retirarte.

Él me miró con los labios apretados, listo para replicar, hizo un mohín y salió del salón dando pasos fuertes y furiosos.

Cerré los ojos, exhalé y cuando volví a abrirlos me encontré con la mirada curiosa del oficial.

—Así que, oficial—controle mis facciones para sonar insinuante y lo mire inclinar la cabeza—¿Qué tiene para mí?.




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