Querido Aldrich

14

El oficial Clive tomó tu taza de té con delicadeza y me miró con curiosa desconfianza desde el otro lado de la diminuta mesa de té.

—¿Qué quiere que le diga?.

Encogí los hombros y miré como la criada de movía incómoda al lado de la puerta a la cocina.

Sus ojos se clavaron en mi con asombró, no sabía si su incomodidad era por estar frente a un oficial de policía o por qué mis hermanos se habían ido enojados, seguramente a hacer un berrinche.

—Puedes retirarte—solté con voz clara y fuerte—, muchas gracias.

De nuevo pareció dar un respingo de sorpresa, miró al oficial, a mí y termino por darse vuelta, titubeando antes de desaparecer.

Suspiré y me enfoque en el oficial.

—Muy bien, primero quiero saber porque usted dijo que era una meretriz cuando en realidad pertenece a la comunidad Gitana.

Si lo sorprendió esa información no lo dejo ver.

—No tenía la información en aquel entonces—dijo con indiferencia antes de beber de su taza.

Suspiré y tomé mi propia taza ignorando por completo el dolor que se encendía en mí muñeca por hacer esfuerzo.

—¿Entonces qué sabía usted?.

—Pregúnteme—señaló alzando el mentón y los hombros—, oficialmente no puedo comentar nada del caso pero si usted saca obvias deducciones que yo pueda afirmar o negar...

Asentí. Comprendía, aquel era un juego que a veces padre nos obligaba a jugar.

 Te diré información pero solo cuánto yo considere necesaria.

Bebí otro sorbo de té pensando y capté de reojo que él me estudiaba sin disimulo. 

—Muy bien, primero lo obvio—comencé apartando la taza.—La chica asesinada tenía al menos 18 años y se llamaba Katherine Romero—esperé mientras él me miraba con atención y exhalé cuando asintió. Iba por buen camino—, fue encontrada hace unos días apuñada y violada...

—No había signos de abuso sexual—corrigió con voz neutra.

Asentí recolectando información, el cuaderno de Silas no estaba del todo correcto.

—Ella provenía de una familia gitana creyente—el oficial asintió dejando la taza sobre la mesa para poner toda su atención en mí. Contuve las ganas de comenzar a lanzar información al azar, había cosas que él no podría saber o tendría pruebas para inculpar a padre. Me enderece y exhalé—¿Está confirmada la teoría del sacrificio para el ritual?.

El oficial se apartó asombrado y parpadeo.

—¿Qué ritual?.

—La víctima estaba drenada de sangre ¿No?—mi tono obvio sonó sospechoso, hasta yo me di cuenta de que parecía tener información que no era de público conocimiento, pero era tarde para cubrirme.

Él me miró con suspicacia y alzó una ceja. 

—¿Usted como sabe eso?.

Suspiré y lo ignoré. Ya había comenzado a hablar, tenía el hilo correcto de ideas, y estaba muy segura de que si me detenia no lograría terminar, así que mire la taza y pensé en voz alta.

—La teoría del ajuste de cuentas no me cierra—calló y lo oí revolverse con demasiada atención en mí—. Si alguien lo hubiera hecho, hubieran profanado su cuerpo como señal de superioridad. Además, el pueblo gitano es orgulloso a pesar de sus rumores, lo que quiere decir que hubieran colgado al culpable en los siguientes días...

Al mirarlo capte que intentaba seguir la línea de mis ideas. Estaba sentado en el borde del sillón, su taza descansaba en la mesa y podía ver los engranajes de su cabeza girando mientras se mordía el labio. Era atractivo y algo juvenil, como si aquel gesto fuera propio de alguien ansioso y animado.

—¿Qué le hace pensar qué...?.

Encogí los hombros.

—La comunidad es agresiva, posesiva y territorial, pero también cerrada. Quieren preservar su sangre lejos de los payos.

—Correcto—movio la cabeza dándome un punto—, ¿Entonces, sugiere que pudo ser un ritual?.

Asentí.

—La víctima fue envenenada por lo que no sabía que serviría como sacrificio.

Frunció las cejas.

—¿Cuáles son sus fuentes?.

No pude evitarlo y sonreí con deleite.

—Eso, mi estimado oficial, no puedo decirlo—tambien deje la taza encima de la mesa, el dolor de mí muñeca se había vuelvo estorbante y a penas me dejaba pensar. Me enderece sin abandonar mi teoría y descansé mí mano herida encima de mí regazo—. Ahora, si Katherine Romero le faltaba el corazón y el órgano reproductor significa dos cosas—comencé a pensar en lo que padre decía, el abanico de posibilidades, las otras opciones, y solo quedé con tres—, el asesino es un médico que la confundió, como todos, con una prostituta. Es un carnicero con escasa mercadería, lo cual es imposible porque se hubiera llevado el cuerpo completó...

—A menos que no pudiera cargarlo a tiempo—interrumpió, pero para eso también tenía teoría.

—Era una mujer menuda, yo misma podría levantarla con algo de ayuda.

—Correcto, continúe.

—O es algún tipo de ritual ocultista—suspiré agregando—. Descartando, claro, el asesinato por placer.

Por primera vez en lo que iba del día me sentí alguien, especial, inteligente, de un valor mayor al de una moneda de cambió.

El oficial asintió y se reclinó en su sillón pensando, de la misma manera que yo, con el mentón en la mano.

—Y como explica la réplica en el muelle.

Aquello me asombró a mí.

—¿Réplica?.

—Mismas condiciones, misma muerte, misma hora,—encogio los hombros—, diferente clase social.

—¿Tambien le faltaba un zapato y el pedazo de tela?—asintió y comencé a pensar en otras posibilidades—¿Será un trofeo?¿Un tipo de recuerdo?.

—Quizas lo necesita para el ritual—inclino la cabeza y sonrió con picardía—. Suponiendo que usted esté en lo correcto.

Mi turno de asentir.

—¿Y que piensa del desangramiento?¿Cuáles fueron sus signos?.

Él frunció el ceño mordiéndose el labio y miró el suelo.

—Si había sangre debajo de la víctima, pero no lo suficiente. Al parecer usaron agujas clavadas especialmente en arterias de sus palmas y pies

Me estemecí de sentir aquella fantasmal sensación de agujas. Debió ser horrible. De solo imaginarlo el dolor de mí muñeca se intensificaba.

—Descarta el carnicero y el asesinato por placer—comenté—¿Qué sentido tendría quitarle la sangre y no cargar con ella hasta un lugar seguro y torturarla o desmembrarla?.

Él suspiro.

—La primera víctima no tenía relación la segunda.

—Si mí teoría del ritual es válida tendrán algo en común.

Frunció el ceño intentando pensar en aquello sin éxito y cuando pasaron segundos sin respuesta suspiró frustrado.

Era extraño, ahora que lo tenía cerco y podia leer sus razgos a la perfección lo encontraba más misterioso aún. Era atractivo, su elegancia para llevar un uniforme como aquel y sus rasgos eran finos y delicadas sin perder la masculinidad. Pero sus ojos parecían pozos oscuros y profundos, una oscuridad que te invitaba a sumergirte en él y perder la cabeza intentando salir.

Era hipnotizante hasta el punto de no poder apartar la mirada.

—Hay algo más—suspiró—, la otra noche había una mujer dentro del carruje de su padre—asentí y capté cierta incomodidad de su parte—. Me tomé la libertad de buscar una mujer con un bastón como aquél, juraría que lo había visto en algún lugar...

—¿Y?—era mí turno de sentarme al borde del sillón con ansiedad y atrevimiento.

Sus ojos me escudriñaron con cautela antes de confesar.

—Los D’ Lovego.

—¿La familia de mafiosos?.

El oficial asintió soltando aire por la boca, desepciónado por mí reacción.

—Al parecer tienen relacion con algunos emigrantes.

—¿Y eso que tiene que ver con padre?.

—Aun no lo sé,—apartó la mirada y un leve rubor subió a sus mejillas—, pero sentí que debía saberlo. Es lo justo.

Debía ser un suplicio decirle algo eso a una mujer, y fue tan buena la sensación que casi sonrió.

—Gracias. 

—Muy bien—el oficial se levantó dando por terminada la conversación e inclinó la cabeza—, entonces...

—No, esperé, le tengo otra propuesta—apuré. Me miró con una ceja alzada y media sonrisa que casi me hizo reír—, necesito información del ritual.

—Señorita...—dudo mirando la puerta como si está fuera a abrirse.

—El otro día en la santería juro haber visto un libro de rituales—su duda se conviertio en confusión y suspiré apresurandome a explicar—, si encuentro la forma tenerlo quizás podría averiguar más.

—Bien—exhaló aire con su gorro en la mano sobre su pecho y asintió—, iré cuando tenga tiempo libre.

—Si no le molesta, quisiera ir yo misma.

Miró mí muñeca vendada y, de nuevo, dudo entre la puerta y mí imagen inocente y lastimada en el sillón frente a él.

—No creo que sus hermanos...

—De ellos me ocupó yo—zanjé pensando en mi plan con cierto atrevimiento—, usted podría escoltarme y fingir... Ser, ya sabe, mí pareja, para que no me timen.

—Claro, pero...—cambio de posición, incómodo—¿Usted está bien?.

Asentí como si nada. La verdad era que la muñeca me dolía, estaba agotada y tenía la sensación de desvanecerse en cualquier momento, levantar la taza no fue buena idea. Pero no me rendiría ahora que capte la ayuda del oficial y tenía un plan que seguir.

Cómo dijo Otis, si encontraba algo era libre de investigar, sino lo abandonaría.

—Perfectamente. Mañana iré a la santería, tomaré su información y usted me dirá cuánto más sabe de los D’ Lovego ¿Trato?.

El brillo que se encendió en sus ojos al verme fue sorprendente, no lo esperaba. El fantasma de una sonrisa pareció tirar de sus labios y luego de segundos sopesando la opción de ayudarme o no tener nada, asintió.

Contuve el entusiasmo mirándolo solo unos segundos fijamente y en silencio, sus ojos me cautivaban de una manera que no comprendía.

Y luego, la puerta sonó con tres golpes.

—Muy bien, señorita Cassian—aclaro su garganta y se enderezo—, le veré después.

Me levanté invocando todo de mí para no volver al cómodo sillón donde el dolor era menos. Camine con él hasta la puerta y pase por su lado cuando se adelantó para abrirla.

Del otro lado, Otis esperaba con el ceño fruncido, el cabello despeinado y los ojos enloquecidos de la furia. Parecía pálido de una manera fantasmal y sus dedos temblaban tocando el dobladillo de su saco.

—Muriel...—comenzó con los dientes tan apretados que mí nombre salió como un chillido.

—Hermano,—interrumpí tan calmada como podía— si no te molesta esperar, iré a acompañar al oficial a la puerta.

—Con permiso—oí decir al oficial cuando seguí de largo por el pasillo sin esperar respuesta y se dispuso a seguirme—, buen día.




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