Comí un bocado de avena intentando no escupirlo al suelo y mire a Silas sentado frente a mí con tu cuaderno.
Aún no nos hablábamos, yo mantenía mí terca postura de orgullo y dignidad, y él se encontraba herido porque el día anterior había llegado cuando el médico se fue y en vez de llevar los vestidos que Tía Gretel me había encargado llevaba uno que Ness me había prestado. El mío había estado demasiado cubierto de sangre para que pase desapercibido, pero al ser ella tan poco femenina su vestido tenía hilos sueltos, tela rota y suciedad en los codos.
Ninguno de mis hermanos quiso preguntar nada, se veían enojados y desepciónados. Me rompían el corazón, una cosa era estar enojada con ellos y otra que ellos lo estuvieran conmigo.
—¿El médico vendrá hoy?—pregunté con timidez.
Otis seguía en el estudio de padre, aunque dijo hace una hora que vendría a desayunar.
Silas me miró desde abajo.
—No lo sé.
—¿Hablara con padre?—intenté de nuevo con voz suave y casual, comiendo.
—No lo sé.
Suspiré, no me importaba demasiado el médico. No confiaba en él como antes. Una mala sutura podría ser una infección, eso lo sabía, y el dolor junto con el sangrado podría ser parte de la misma.
Aún así seguía preguntándome cómo era que lo había hecho mal. Él era médico, debía poder hacer una sutura simple.
—¿Qué es eso?—seguí la mirada de mí hermano hasta el libro a mí lado y de repente quise no haber hablado en primer lugar.
—Nada.
—¿Nada?—la evasiva llamo demasiado su atención y no tuve la suficiente rapidez para evitar que me lo arrebate y lo volteé para leer—¿Rituales rojos?—. Sus ojos se abrieron con sorpresa y me miró como si hubiera hecho algo malo—¿Muriel, qué es esto?¿De donde lo sacaste?.
—¿Por qué susurras?.
—¿De donde lo sacaste?—exigio con más apremio.
Dude, no podía decirle que estuve haciendo con Julián el día anterior sin despertar otra oleada de discusiones que llevaría a mantenerme encerrada y constantemente vigilada.
Tragué saliva.
—De los libros de padre—mentí.
—¿Qué?—si podía parecer más sorprendido era en ese momento.
—De su habitación—nadie sabía que había ahí por qué nadie podía entrar, así que él no podría saber si mentía o no. Sus ojos parecieron a punto de salirse de su cabeza por lo que aproveche y me apresuré a arrebatarle el libro—, no le digas a Otis.
—¿Qué no le diga que robaste de la habitación de padre?—se inclinó hacia adelante y bajo la voz mirando a los lados con terror.—Si padre se entera.
—Solo lo sabemos tu y yo—entrecerre los ojos—¿Se enterará?.
Él se apartó entre ofendido y asombrado. Parecía que le estuviera pidiendo que guarde el cadáver de alguien en su habitación. Miró a los lados y luego miró al libro en mí mano, resignado.
—¿Quién se enterará?—preguntó Otis entrando al salón con el periódico en las manos y pasos seguros. Se sentó en la punta de la mesa entre ambos y nos miró con umuna ceja alzada—¿Qué sucede?.
Busque la respuesta en Silas.
Si él hablaba, en ese momento, podría hacer que padre me castigue y termine enojado por el resto de mí existencia. Los tres sabíamos cuánto odiaba que toque sus pertenencias, pero cuando se de cuenta que el libro no le pertencía iba a ser peor porque sabían que mentía y buscarían mi verdad.
Y estaba segura que nadie estaría contento con mí verdad.
—Nada—suspiró Silas recostandose en su sillón con resignación y negando. Me miró—No sucede nada.
Agradecí con una inclinación de cabeza y termine mí avena en silencio.
Apenas podía mantener la cabeza erguida del cansancio, pase toda la noche leyendo los rituales del libro hasta casi memorizarlos, buscando similitudes que lo relacionen con los asesinatos y haciendo anotaciones cuando veía algo interesante. Pero nada se adecuaba demasiado a las carencias de los cadáveres y la mayoría requería sangre, pero no demasiada.
Algunos Rituales se habían en luna llena, otro en luna roja y algunos en eclipses. Tenían diferentes hechizos y algunos servían para cosas que no creía que alguien que le quita la vida a otra personas pudiera querer.
Así que al final estaba de nuevo en el comienzo.
Quizás si lo leía una vez más encontraba algún indicio que pase por alto otras veces. La inocencia de padre dependía de ello. La presión tampoco me dejaba pensar bien.
Quizás si dormía un poco lograría despejar mí mente.
Exhalé y aparte el tazón de avena vacío. Coloque el libro en mí regazo para levantarme sin llamar la atención hacia él e incliné la cabeza.
—Con permiso—me levanté.
Otis me lanzo una mirada y luego intercambio con Silas algún tipo de mirada significaba y misteriosa.
—Muriel—llamó. Me detuve a esperar que me digan que sucedía y él saco de su saco un papel.—Lo olvidé, esto llegó para ti.
—¿Qué es?—tomé el papel doblado en dos y lo abrí extrañada.
—Llego en un sobre—explicó Otis—, era para padre pero cuando lo abrí tenía tu nombre.
Asentí. Tenía un enorme nudo de incomodidad en el pecho y apenas lograba oír algo más que mí respiración falsamente tranquila. Las palabras parecían brotar del papel hasta mí y golpearme con tanta fuerza que me dejaba desconcertada.
“Señorita Cassian:
Como sabe, el día de mí llegada está próximo. Me encuentro parando en la casa de un familiar a dos días de mi destino, su hogar, y me temo que no hay mas tiempo para cartas, mañana por la mañana saldré para llegar lo más pronto posible a encontrarme con usted y ruego que el camino sea sencillo.
Anheló conocerla y envío mis cordiales saludos a su padre, Aldrich Cyrus.”
Solté una mueca, me temblaban las manos y de repente un punzante dolor se encendió en mi cabeza.
—Con permiso—no mire a ninguno cuando me dirigí hacia la puerta y salí al pasillo buscando una briza fría, un poco de aire, algo de espacio.