Querido Aldrich

25

Cuando la manta dejo al descubierto el rostro de la persona sobre la mesa casi pierdo el sentido. Los pensamientos, la tensión que iban por todo mí cuerpo y el profundo dolor que mis músculos sentían se intensificaron hasta ser lo único que tenía en la cabeza, lo único que me importaba. Pero al ver la tez caramelo, cubierta de cicatrices, y el cabello áspero del cadáver todo aquello desapareció tan de repente que lo sentí como una bofetada.

—Dios santo—exhalé aliviada y lleve la mano hacia mi cabeza adolorida retrocediendo para apoyarme en un mueble. Las piernas casi me fallan.

—Señorita Cassian—la mujer que sujetaba la manta de manera que el rostro del cadáver queda al descubierto me miró impasible—, necesito que me confirme si el caballero en la mesa es su padre.

Tragué saliva y negué buscando en ese hombre un parecido que haya pasado por alto. No, padre era muy diferente.

Volví a negar.

—No es él.

Eso la sorprendió y abrió mucho los ojos, parpadeando. 

—¿Qué?.

Remoje mis labios tomándome un segundo para procesar todo, solo fue un horrible susto, padre estaba bien. Aún podía encontrarlo y ayudarlo.

Me enderece intentando pensar que le persona encima de esa mesa no era más que un objeto común como una lámpara o un florero, y me acerqué dubitativa.

—Ese hombre no es padre.

—¿Pero, cómo?—Ness miro al hombre con los ojos entrecerrados—¿Entonces, quién es?.

Sabía que la pregunta no era para mí, más bien parecía que estaba hablando sola, pero de todas formas respondí.

—No lo sé—lo examine yo también—¿un inmigrante?.

Lo parecía.

Soltar esas palabras me hizo pensar en el bar de la noche anterior, lleno de inmigrantes de toda clase. 

Me acerqué a mirar mejor al muerto, inclinada hacia su rostro, y encontré, con demasiada sorpresa, que aquel era el hombre que me atacó y quiso llevarnos a Julián y a mí al barco. El Español pirata.

¿Cómo fue que llegó allí?.

—Creo que lo conozco—solte sin pensar. Ness me miró con atención—es el hombre que nos atacó a Julián y a mí en los bares cerca del muelle.

—¿Los atacó?.

Asentí, no había dejado de mirarlo por si me equivocaba en identificarlo, pero cada vez que me acerca u enfocaba mí visión en otro lado de él me daba cuenta, con muchas náuseas por el olor a sangre, que sí era él.

Mire a la mujer del otro lado de la mesa.

—Lo conocí en el bar de inmigrantes de la familia D’Lovego—expliqué—, quiso aprovecharse de mi.

Ella me miró calculadora, podia sentir las tuercas de su cabeza girando y cada manecilla moviéndose, pero por varios segundos no dijo nada y me pregunté si no dije algo mal. No todos tenían la información que yo poseía y viseversa.

Pero en vez de increparme alzó la palma para detenerme.

—Espera.—Cubrio el cadáver, camino hacia la puerta y la abrió para dejar pasar a Julián con una señas de mano.

Él entró confundido, parpadeando y buscando algo dentro del lugar, hasta detenerse en mí y acercarse.

—Muriel, lo siento tanto—dijo con sinceridad y compasión.

Suspiré.

—No es él.

—¿Qué?—él también parecía muy asombrado mirándome con atención y luego volteándose hacia la mesa donde descansaba el muerto—¿Entonces, quién es?.

Ness camino hacia el otro lado de la mesa y alzó la sábana blanca para dejar descubierto al hombre de las cicatrices.

Esta vez no pude evitar mirar el corte a un lado de su cabeza provocado por qué lo golpeé con la botella de vidrio. Ayer por la noche lo tenía cubierto de sangre y vendado, pero ahora parecía limpio y sin rastros de tela. No siquiera tenia el putrefacto olor a alcohol.

—Ese es el hombre que nos ataco—concordó Julián señalandolo y mirándome para corroborar.

Asentí con los labios apretados.

—¿Pero cómo llego a confundirse con mí padre?.

Él encogió los hombros.

—No lo sé, cuando la dejé en su casa volví a mí casa y hoy por la mañana Ness me llamó.

Ambos miramos a la mujer que sostenía la sábana observandonos de hito en hito con una ceja insinuante alzada.

Soltó una mueca divertida que hizo que mirara a Julián para comprender, y luego se apartó de la mesa sin tapar el rostro del hombre y saco de un armario a sus espaldas una bolsa.

—Cuando el cuerpo me llegó por la mañana lo primero que hice fue revisar sus prendas y entre ellas estaba la identificación de su padre—dejo la bolsa encima del cadáver sin el menor respeto por el difunto y comenzó a revolver dentro hasta sacar un saco negro y grueso que reconocí al instante.

Me lo tendió y lo tomé.

—Si es de padre—observé leyendo su nombre en la etiqueta, padre siempre mandaba a bordar la ropa. Busque en los bolsillos su reloj o algo personal y alce la cabeza hacia Ness.

—Esto también—le tendió los pantalones a Julián y este los examino de la misma forma, buscando la etiqueta y revisando los bolsillo.

Una cosa era segura, aquella no era la ropa que tenía el pirata por la noche.

Ness saco un solo zapato explicando que el otro se había perdido, la camisa blanca con los puños decorados y el chaleco gris y sucio.

Entre los tres revisamos todos los bolsillos, había algunos cigarros mojados y bastante humedad, pero no había nada que explicará por qué el difunto tenía la ropa de padre. Y aquello era lo que más me inquietaba ¿Y si le había pasado algo malo?¿Y si ese hombre le robo la ropa a padre y lo hirió?.

Sujete el saco con más fuerza, se sentía áspero a la piel y olía bastante mal, pero aún tenía el inconfundible aroma al tabaco de pipa que usaba padre.

—¿Cómo murió?—preguntó Julián cuando terminamos con todo.

—Lo encontraron en los muelles—explico Ness, apartó la ropa y levantó la sábana para que veamos el torso desnudo.

Me aparte ruborizada, nunca había visto a un hombre desnudo y el calor de la situación no tardó en llegar a mi rostro. Julián me miró y me obligue a pensar que el cadáver era un objeto para tranquilizar mí pudor.

Exhalé con los ojos cerrados, los abrí y mire la explicación de Ness mientras señalaba cortes, moretones y quemaduras.

—Hay lesiones de trauma en todo el torso, parece que alguien lo golpeó con mucha fuerza, y por la manera tan precisa del moretón me arriesgo a decir que fue con un obsjeto contundente.

—¿Un baston?—preguntó Julián inclinándose hacia los diminutos moretones.

—Puede ser—concordó ella—, pero eso no fue lo que lo mato sino esto—le pidio ayuda a Julián para voltear el cadáver y nos mostró un agujero diminuto bajo el brazo, entre las costillas debajo de la axila. Me miró y apreto los dientes por el esfuerzo, gruñendo—Alguien le disparó y por la posición y el hematoma de alrededor fue desde una distancia cercana.

Julián se apartó del cadáver, mirándolo con una mueca.

—Conocia a su asesino—añadio. Se mordió el labio con fuerza y luego me miró a mi—¿Ayer por la noche no viste a alguien a su alrededor que pueda llegar a quitarle la vida?.

Negué. La única persona que vi que tentara contra su vida fui yo cuando lp golpeé con la botella, pero me negaba a decirlo.

Ambos suspiraron y se quedaron en completo silenció, mirando al cadáver con demasiada atención y buscando algo que no entendía.

También observe. No había muchos ver más allá de los cortes cicatrizados que también se habían extendido por su torso desnudo y los moretones. Sus párpados estaban cerrados y sus labios pálidos y violáceos, pero también parecía tranquilo, sin esa maldad y perversion que tenía cuando me persiguió por la noche.

Sujete el saco de padre con más fuerza y, mirando a la mujer imposible en frente a mí, pregunté:

—¿Cómo supieron que la bala fue dispara de cerca?.

Los ojos de ella brillaron con entusiasmo y sonrió mientras me explicaba que el arma liberaba pólvora cuando era disparado, que la proyección de la bala liberaba un aire comprimido que lastimaba la piel y por qué la bala no salió del arma y quedó varada dentro del cuerpo, intacta.

Se veía más contenta de explicarme eso de lo que le vi durante todo mí momento allí. Y Julián, aunque extrañado, parecía orgullosos de ella por la manera en la que explicaba sonriendo con ternura.

En ese momento comprendí dos cosas; la primera era que ella sabía más de lo que demostraba, más aún de lo que cualquier hombre consideraría apropiado en una mujer; y la segunda que, a pesar de lo anterior, no causaba tanto rechazo como creí en una mujer independiente. Es decir, tenía a Julián, tenía un trabajo con la policía y también tenía un consultorio muy bonito. Parecía feliz y orgullosa de su vida, y eso, me causaba admiración.

Volví a mirar al hombre sobre la mesa y comencé a preguntarme cómo llego ahí ¿O mejor dicho, como fue a conseguir la ropa de padre?. ¿Tenía algo que ver la familia D’Lovego?¿Tenía algo que ver la promesa que esa familia me hizo ayer por la noche?¿Había sido mí culpa?.

—Julián—llamé con apremio, volteándome hacia él—, hay algo que no le conté de ayer por la noche.

Él me miró confundido.

—¿Qué?.

Sujete el saco con más fuerza, no podía volver a cometer la equivocación de negarle información crucial, eso quizás podría ayudarme a encontrar a padre vivo, aunque ya no sabía si aquello se podría o si siquiera era posible.

Recordé las tranquilizadoras palabras de Florencchia D’Lovego acerca de él, que estaba bien, que no había de que preocuparse.

Pensarlo frente a ese cadáver me sonaba a una mentira.

Pero antes de que pueda decirles todo lo que había sucedido alguien nos interrumpió golpeando la puerta de la habitación.

—Señorita Clive—me estremecí al oír la voz de un hombre del otro lado de la puerta—, la familia Cassian esperan que lo reciba para informales del fallecido.

Miré a Ness con demasiada atención, sujetándome del abrigo para dejar de temblar.

¿Por qué temblaba?.

Ella hizo una mueca mordisqueandose el labio.

—Vayan a la habitación de al lado, está vacía... Creo.—Exhaló.—Esperen a que ellos entren y luego salgan.

Asentí.—Gracias.

Le tendí el saco para que vuelva a guardarlo en la bolsa y se lo presente a mis hermanos. Lo sujete con ambas mientras guardaba lo otro y sentí algo crujir bajo mis dedos.

Volteé el saco y revise el interior del forro con detenimiento. Julián me ayudó sujetandolo desde los hombros y, dentro de las mangas, medio escondido en la pechera, encontré un diminuto bolsillo cortado con cuchillo.

Metí la mano, dos golpes más en la puerta me sobresaltaron y no pude evitar aplastar el único papel que había dentro.

—¿Qué es eso?—preguntó Julián cuando vio el papel arrugado en mi mano.

—Eso no importa—interrumpió Ness guardando la bolsa, tapando al cadáver y rodeando la mesa para empujarnos a Julián y a mi hacia la puerta. Se detuvo y nos escruto—, esperen unos segundos y salgan.

Asentimis, salió y comenzó a conversar con alguien con voz firme y nada sospechosa. Agudice el oído por si conocía a ese hombre y oí como ella le indicaba que mis hermanos debían firmar papeles para ver al cadáver. El hombre que dijo que no había problema y ambos caminaron por el pasillo hasta que sus pasos se desvanecieron.

Julián tomo mi mano, se asomó para comprobar que no habia nadie y luego tiro de mí hacia afuera. Caminamos juntos hacia la habitación de a lado, la que nos indicó Ness, y al entrar me alivie de no ver a nadie muerto ni mucho menos sangre en el suelo. El olor a limpiador era impresionante, casi tóxico, pero en definitiva era mejor que el olor metálico proveniente de otro humano.

Julián se volteó para hablarme luego de cerrar la puerta, pero le tape la boca con la mano al oír pasos en el pasillo.

—Por aquí—oímos decir a Ness.

Él asintió ante mis miradas de silencio y quite mí mano, esperando que quien estuviera se fuera entre en la habitación de al lado.

La puerta se cerró y por fin exhalé, seguía temblando sin sentido.

—Listo.

—¿Le temen más a sus hermanos que a un hombre armado?—preguntó Julián, susurrando con diversión.

Me reí y negué, aunque está muy nerviosa por qué ellos me descubran en aquel lugar. Se enojarían mucho, y con mucha razón. 

—No tiene idea—bufé medio en medio en molesta—, una mujer siempre tiene que se más mujer en su casa que fuera.

Está vez él no rio, me miró con algo parecido a la lástima y una mueca encantadoramente sería, como si la oscuridad de sus ojos estuviera evaluando si consumirme como yo deseaba o dejarme en la agónica libertad.

El beso de la noche anterior volvió a mí memoria y tomo todo de mi apartarlo para hacer prioridad a la situación, temblaba, me sentía exhausta y no podía evitar castañear los dientes.

Alguien del otro lado de la pared golpeó el suelo y volví a la realidad.

—Julian, tengo que contarle algo. Florenchhia D’Lovego, ayer por la noche, me advirtió que teníamos gente vigilandonos y protegiendonos, que ella tenía un trato con padre.

Él también debió haber estado pensando en otra cosa por qué por un momento parpadeó desconcertado.

—¿Cuál?.

—No lo sé, no quiso decirme, pero creo que mataron a ese hombre por qué intento hacerme daño.

—¿Qué?.

Le relate lo sucedido en el bar con detalle y luego la conversación extraña que no me llevo a nada con Florencchia D’Lovego. Y para cuando termine la mueca en su rostro parecía perturbadora.

—¿Cree que fue mí culpa que ese hombre pierda la vida?.

—No lo sé—negó con la mano en el mentón, escrutandome con los ojos—, pero...¿Qué es eso?.

Abrí la hoja que encontré en el saco de padre, sobresalía de mí mano y era áspera al tacto. La miré más de cerca. Era una tarjeta de un modista, su dirección y, debajo, el nombre de padre junto a una fecha para retirar el traje.

La volteé, había un enorme nudo en mí garganta, temblaba de frío y sentía un golpe extraño en la cabeza. Quizás demasiada lejía u olor a sangre. Había una mancha roja en una esquina del otro lado. Parecía sangre o vino.

Julián se inclinó a mí lado y leyó la dirección bajo el nombre del negocio.

—Eso es frente a la plaza del festival de Luciérnagas—admitió con la mano en el mentón—, estos días estuvo cerrado por los preparativos.

No sabía de qué hablaba, padre no nos dejaba ir a festivales o fiestas o reuniones descontroladas, pero de todas formas moví la cabeza comprendiendo el punto, si aquel lugar debería estar cerrado ¿cómo fue que padre o el hombre de la camilla consiguieron el traje?.

—Tengo que ir.

—Muriel—comenzó Julián con tono preocupado—, podría ser peligroso si esa persona mato al hombre.

—También puede haberle hecho algo a padre—alce el papel—, y si el dueño del negocio sabe acerca del paradero de padre...

—Lo se—interrumpio por lo bajo, del otro lado de la pared se oía una serena conversación entre mis hermanos, Ness y alguien más, pero no lograba entender las palabras. Julián miró con cautela hacia la puerta y luego a la ventana cerrada—, pero permítame ir con usted, por favor.

Asentí contenta de tener a alguien con quién compartir ideas y opiniones, y lo mire exhalar aliviado.

Del otro lado de la pared Ness había abierto la puerta del armario donde estaba la bolsa de ropa con un golpe que llamo nuestra atención y mis hermanos comenzaron a intercambiar palabras demasiado alto.

—No podemos decirselo—oi a Silas, irritado.

Me acerqué a la pared con cautela de no tirar nada al suelo y oí a Julián hacerlo mismo con menos sigilo. El corazón me latía con fuerza en el pecho, pero algo me decía que tenía que oír.

—Ella tiene que saberlo—dijo Otis con un tono extraño e indescifrable.

—Le afectará—escupio Silas—, y no sabemos como.

—La mejor manera de que lo supere es con la verdad...—hubo un corto silencio por parte de ambos y los zapatos de Ness hicieron ruido junto al cadáver—Tiene que saberlo, ella tiene que volver.

—¿¡No lo comprendes!?—estallo Silas—¡Ella no volverá!¡Ya no existe!¡Ya olvídala!.

—¡No puedo!—contraatacó Otis—Janet era... Es el amor de mí vida, no pudo haber...

—Me tienes harto, la matarás.—Aquello me causo un escalofrío, Silas se oía serio y molesto, parecía una advertencia.—Encontremos a ese hombre y luego damos aviso a la policía.

Tragué saliva. ¿Qué significaba eso?¿Quien era ese hombre?¿Por qué discutían?.

Janet. Ese nombre era conocido, lo sentía haciendo eco en el fondo de mí mente, como si hubiera un recuerdo tan en lo profundo que no sabía cómo sacarlo.

Janet.

Julián se acercó hasta quedar junto a mí oído y susurró:

—¿De qué hablan?.

Negué.

Janet. Aquel nombre no abandonaban mi cabeza.

¿Quién era?¿Qué significaba?.

¿Dónde se fue?.

¿Qué?.

—No lo sé—respondí más para mí que para Julián, los temblores se descontrolaron en tomo mí cuerpo y me aparté de la pared golpeando una mesa de metal que cayó al suelo con un fuerte estrépito. La miré, el ruido me hizo sobresaltar—No... no lo sé.

Julián avanzó hacia mi y sujeto mis codos con firmeza antes que las rodillas se me dobles.

¿Cómo sabía que pasaría?.

—¿Estás bien?.

Janet.

—No...—los nervios comenzaron a quemarme. Sentí algo extraño, un fuego en el vientre, en el pecho, pero no llega a mí piel, tenía demasiado frío. Sudaba. Parpadeé y retrocedí hasta la pared. Mire la ventana, la puerta y comencé a sentir que me asfixiaba.

Lagrimas brotaron de mis ojos, Julián me estaba hablando y no lograba escucharlo. Parecía preocupado, sus ojos estaban aterrados. Una oleada de desesperación se cerró en mí pecho y de repente todo desapareció.




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