Querido Aldrich

31

Di un paso atrás al oír la nueva voz. Tenia el corazón tan acelerado que apenas lograba darme cuenta que Aldrich también había retrocedido con la mano en su rosario y la palidez enfermiza en su rostro. Ahogó un grito y con ello tomó una bocanada de tufo a podrido de callejón por lo que tenía una mueca de asco y el pañuelo encima de la boca.

Lleve la mano a mi pecho con temor y miré al hombre que había creído inconsciente y de repente comencé a recordar su rostro.

—¿Kwan?—solté sorprendida de su aspecto tan sucio y lastimado, el olor parecía provenir de él más que de las bolsas de basura.

El hombre alzó la cabeza con pesadez y una ceja alzada por haber oído su nombre, y retrocedí otro paso con terror de que me ataque.

Pero por su aspecto no podría levantarse aunque lo quisiera.

Suspiró e inclinó la cabeza saludando.

—Hola, señorita Cassian.

—¿Ustedes se conocen?—preguntó Aldrich mirándonos de hito en hito con los ojos muy abiertos, aun sujetaba su collar con los nudillos blancos que causaban escalofríos de solo verlo.

Dudé. Aunque su mirada escandalizada me podría ayudar a parecer demente como esposa, no me gustaba la mueca de disgusto que podría traerme problemas con padre.

Fue una mala idea llevarlo, debería haber esperado a tía Gretel, pero ahora ya era tarde y no podía hacerle entender todo lo que sucedía sin contarle de mí desconfianza hacia el hombre para el que trabajaba.

—Algo así.

Volví a mirar a Kwan, quizás ambos podrían llenar los vacíos de la información que necesitaba para saber que sucedió con Katherine. Para defender a padre si era inocente.

—¿Qué viene a buscar aquí, señorita Cassian?—preguntó Kwan con un acento difícil de comprender.

Cautelosamente, miré a Aldrich y su mueca de asco tanto para el callejón como para el hombre entre la basura, él trabajaba con padre y podría decirle que me metía en problemas y correría el riesgo de darle aviso si no iba con cuidado.

Baje la voz tanto como pude y medite mis palabras antes de decirlas:

—Encontré está dirección en la tarjeta dentro del traje de mi padre—Kwan me miró aburrido y agregué—que tenía su amigo muerto.

—Si—suspiró resignado—, aunque no era mi amigo me entristeció su muerte.

Me lleve una gran decepción al no ver asombro en su rostro.

—¿Entonces usted sabía que lo habían asesinado?.

—En cuanto usted dijo quién era su padre—asintió con pesadez—. Él ya sabía que estaba muerto en ese entonces, lo mejor que podía hacer era huir, el capitán le dijo que lo haga, pero aún así lo encontraron.

—¿A qué se refiere?¿Por qué debía huir?.

El ceño aburrido de Kwan me desoriento. Parecía que estaba explicándole algo a una niña, pero por la manera en la que hablaba me hacía pensar que más que aburrido estaba somnoliento o ebrio, lo cual explicaría su olor y los constantes cabeceos.

Se humedeció los labios y giro la cabeza hacia su derecha rascándose la oreja y dejando ven un diminuto tatuaje en su nuca de un gorrión.

Me quedé mirándolo fijamente, conocía ese símbolo de algún lugar.

Exhaló y volvió a mirarme.

—Todos en ese bar conocían a su padre y sabían las consecuencias de tratar con ustedes, él nos advirtió antes de desembarcar que no debíamos meternos en sus asuntos.

¿Asuntos?¿Nosotros éramos sus asuntos?¿Padre se había ausentado para subir a un barco?.

Reprimí una oleada de náuseas y dolor abdominal, estar agachada en ese callejon no le hacía ningún bien a mí cansancio.

—¿Cómo que desembarcar?¿Mi padre trajo los inmigrantes de que vi en ese bar?.

—Así es—asintió Kwan con los ojos a medio cerrar—, y muchos mas.

—¿Mi padre trafica con personas?.

Y fue cuando lo dije en voz alta que recordé cuando Amatista nos contó como llegó a Londres en un barco con familias. Ahora tenía sentido. Explicaba por qué los D’Lovego la atacaron y por qué me advirtió acerca de padre.

Kwan dejó caer la cabeza hacia adelante, soltó un roquido y la volvió a levantar con sorpresa. Me miró, luego a Aldrich y abrió la boca como si no supiera como llegamos ahí en primer lugar.

Pero no tenía tiempo para volver a presentarme, él estaba ebrio y quizás no le quedaba mucho para volver a caer dormido, debía apresurarme.

—¿Dígame, usted sabe acerca del trato que mí padre tenía con Florencchia D’Lovego?—sus ojos se entrecerraron un momento antes de abrirlos con esfuerzo y asentir—¿Cuál es?¿Qué tiene él que ver con los asesinatos de las mujeres? Con Katherine Romero ¿La conoces?, Era una mujer gitana, joven. ¿Fue él quien la mato?.

De nuevo volvió a asentir con pereza y se quedó dormido, ronco unos segundos dejando caer la cabeza y para cuando volvió a despertar con un sobresaltó me miró.

—Yo conozco a quien asesino a la chica gitana—dijo apresurado mirándonos de nuevo de hito en hito—, era un hombre de acento extraño que envío su padre.

—¿Por qué?.

—Es alto y tiene una cicatriz en el mentón hasta la parte trasera de su oreja—continuo, ignorándome—, siempre andaba con su padre, hasta que una noche él atacó a su hijo mayor, el de ojos celestes, y su padre tuvo que matarlo.

—¿Atacaron a mi hermano?—me incliné aún más adelante, como si así pudiera sacarle más información, pero él volvió a ignorar mis preguntas y me miró arrepentido y triste.

—Señorita, su padre me matara a mí también por esa noche en el bar. Pero quiero decirle que lo lamento mucho, nunca quise que alguien se aproveche de ninguna mujer.

Me aleje negando con suavidad, dispuesta a explicarle que no había sucedido nada realmente, que padre no lo mataría, pero Kwan dejó caer lágrimas de sus ojos e hipo.

—Yo tengo una hija de su edad—lloró mirando sus manos sucias y lastimadas sobre su regazo—, y nunca permitiría que alguien le haga algo así. Lo lamento mucho.

—¿De qué está hablando?—interrumpió Aldrich pálido. Me miraba con horror y algo más que no logré identificar, pero una parte de se indignó por no ver compasión.—¿Acaso a usted le hicieron algo?.




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