Querido Aldrich

32

—¡Todavía no comprendo cual es tu empeño con romper las normas!.

La mañana siguiente tía estaba muy enojada.

En cuanto me llamó para desayunar bien temprano a la mañana supe que algo no iba bien.

Nos sentamos en silencio, las sirvientas colocaron la comida frente a nosotras y, mientras el escozor de su penetrante mirada se encendía en medio de mi frente, dejo caer un puño sobre la mesa y con ello su disgusto por mi cita con Aldrich.

Y admito que al principio no preste mucha atención, en mi mente se repetían las palabras de Kwan, la carta de advertencia y la noche que vi al hombre paseando junto a Katherine Romero, pero luego tía Gretel dejo saber que aquel drama era para mi con otro golpe en la mesa.

—¡No debes salir con ese hombre, ya te lo había advertido!.

—Dijiste que no querías que entrara a la casa—recordé con desdén, no me sentía de ánimos para discutir y tampoco creía que fuera tan malo.—Ademas, fue mi padre quien le ordenó invitarme a salir presentándose.

Ella me miró escandalizada.

—¿¡Qué dices, niña!?.

Encogí los hombros con el mismo desinterés y bebí un poco de té. Me sentía con menos nauseas que el día anterior y ya no me dolía tanto el estomago, pero si tenia una sed voraz que dejó una tetera vacía mientras mí tía hablaba. Aún estaba agotada y por alguna razón no lograba pensar con claridad, pero la noche había sido de sueño corto por lo que no era extraño.

Deje la taza en la mesa, tome una galleta y le expliqué detalladamente porque no tuve mi cita con Julián y sí con el hombre que ella me prohibió terminantemente ver solo por que padre le dio el visto bueno.

Tampoco le dije que aquella idea no me gustaba, si bien no era mentira mi disgusto por el matrimonio arreglado que intentaba sabotear no sabría que decirle en caso de que pregunte cómo fue o dónde fuimos o qué hicimos.

Y de todas formas ella no me escucharía, estaba tan indignada por lo que sea que pasaba por su cabeza que no dejaba de oír su propia voz y yo estaba ocupada pensando en otras cosas ligeramente mas importantes.

Luego, como si no fuera suficiente hacer que los gritos retumben en todo el salón, me ordenó terminantemente no volver a salir con Aldrich y, aunque padre se lo ordene, rechazar cualquier cosa que venga de él.

Asentí, me levanté y, por lo débil como me sentía, volví a mi habitación.

Me senté en esa extraña silla mecedora que acerque a la ventana con barrotes y levanté la nota de Julián.

Debía decirle que estaba pasando.

Hubiera deseado verlo de nuevo y comentarle acerca de Kwan, de mi tía, de padre y básicamente de todo, también hubiera querido preguntarle si estaba bien o si tan solo me extrañaba como yo a él, aunque no podría decírselo de frente. Rememoraba la noche de nuestro beso como si su calor me mantuviera con vida. Y eso era aun peor.

Tía Gretel había dicho que leer no era propio de una mujer con clase, nadie querría a una estirada replicona con mala postura, por lo que se negó a darme cualquier libro y me quitó los que había rescatado de las habitaciones de sus hijos haciendo mi imaginación la única vía de escape. Y a veces esta me jugaba malas pasadas.

Había pasado parte de la noche pensando en él y en la manera en la que pronuncio cada palabra en aquel callejón y la extraña inquietud volvía cada vez que imaginaba que se alejaba. No sabia que significaba “el malentendido”, no comprendía por que me había mentido si al final si pudo ir al a la sastrería, pero tenia la sensación de que algo no andaba bien y temía que padre le hiciera daño.

Suspiré.

Saber la verdad detrás del misterio de padre era cada vez mas confusa y aunque lo pensaba no estaba muy segura acerca de su inocencia. Toda la noche había pensado en las palabras de Kwan y la manera en la que hablo acerca del trabajo que mi padre, pensé en sus razones para mentirme o porqué inventaría tal cosa, pero nada vino a mi mente. Y lo peor era mis ganas de que todo fuera mentira.

Padre no podría traficar con personas, no era legal, no era bueno hacerlo, pero algo me decía que ese era el camino indicado y ahora debía tirar del hilo hasta dar con la verdad. ¿Aunque, realmente quería saber la verdad?¿Qué sucedía si todo era verdad?¿Qué haría?¿Tenia que dar avisto a la policía?¿Tenia que ignorar todo?.

Una cosa era segura, debía encontrar la verdad antes que Julián.

Detuve la mecedora con los pies, cerré los ojos con fuerza y me mordí el labio con fuerza.

Si padre era inocente de todo lo que se lo acusaba no debía temer, pero si era culpable debía hacer lo que estuviera bien. Entregarlo. O eso creía.

Padre no estaría de acuerdo si hacía lo contrario, si lo protegía.

Ahogue una mueca por el dolor punzante entre los ojos y volví a abrirlos masajeándome las sienes con los dedos. Estaba demasiado frustrada.

Padre era inocente, cuando lo encontrara me confirmaría todo ese malentendido.

Pasaron varías horas en las que lo único que hice fue mecerme en silencio y ver fuera de la ventana, no podía dejar de pensar aunque el dolor en la base de mi cabeza fuera insoportable. Dormir tampoco había sido una opción ya que aun temía que Janet pudiera hacerme daño y la nota de Julián no cambiaba por mas que le lea mil veces. Estaba demasiado cansada y adolorida por todo y aun así logre ignorar todo cuando Teresa golpeo la puerta de mi habitación.

—Hola—saludé amable cuando la vi entrar con la bandeja. Ella ni siquiera alzó la cabeza—, quería hacerle una consulta acerca de mi tía.

La había observado desde el día anterior intentando leer en sus gestos una mínima reacción por la manera en la que entro debajo de las escaleras el día anterior y no logré encontrar nada. No parecía saber que la había visto y menos tener remordimiento por hacerlo.

No hablaba mucho, sus intercambios generales eran medidos y cortos, como si temiera hablar de mas, iba, venía, inclinaba la cabeza y en cuanto volvía a mirarla ya había desaparecido. Era como un fantasma. Por eso, entablar una conversación era difícil y en cuanto la vi no pude evitar lanzarme a preguntara.




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