Querido Aldrich

36

—¿Segura que estarás bien?.

Asentí ajustándome el guante izquierdo con menos fuerza y sonriendo con tranquilidad.

—Estaré bien—humedecí mis labios, me volteé hacia la puerta y mire al hombre de cabello rubio y ojos claros parado junto al carruaje con cierta calma. Aldrich se presento temprano ese día y desayudo con padre en su despacho. Me hubiera gustado saber de que hablaron.— Padre dijo que tía Gretel tenía la cura y si logra dármela podremos pensar algo.

—Tu no te preocupes por eso—dijo Otis negando angustiado—, solo dime si no estás bien y le diré a padre que no puedes, si quieres le diré que volviste a vomitar todo y que no puedes salir.

Le lancé una mirada asqueada, no quería recordar ese fatídico día en que todo mi estomago quedo en sus zapatos.

—Estoy bien—bufé rodando los ojos y conteniendo los mareos con disimulo.

—Ella esta bien—aseguró Silas con mas convicción, sonriendo confiado. Le hizo una seña a Otis, luego a mi y por ultimo lo sujeto de los hombros para devolverlo al salón.

Inhalé aire, cuadre los hombros como si no estuviera tan agotada como para dejarme caer y camine hacia la salida. Aquella mañana padre había aparecido para darme una bebida ácida que me devolvió la fuerza para mantenerme parada o caminar, aun no podía esforzarme o moverme con velocidad sin provocar mareos, pero levantarme luego de cinco días era significativo.

Aldrich me ayudo a subir al carruaje con delicadeza y se coloco junto a padre, frente a mi, luego de cerrar la puerta.

—¿Se encuentra bien?—preguntó cuando el vehículo se sacudió para avanzar.

Asentí. Era lo único que podía hacer para aguantar el dolor y las nauseas, no logre tomar nada del té que me enviaron mis hermanos pero la bebida ácida de padre estaba haciendo su camino de vuelta.

—Muriel, el señor Cyrus me comento que dentro de unos días, luego de la fiesta de navidad, ira de visita a Irlanda para cerrar un contrato.

Tragué saliva. No podía asentir, ambos me estaban mirando expectantes.

—Que buena noticia—logré musitar sintiendo como el carruaje se sacudía cada vez mas y mi rostro se tornaba rojo por el esfuerzo—¿Usted ya conoce Irlanda?.

El hombre junto a mi padre palideció por tener toda la atención y humedeció sus labios, visiblemente nervioso.

—S-si, mi madre era Irlandesa y tengo buena familia hospedándose en su casa.

La sonrisa de satisfacción de mi padre pudo verse aun debajo de su bigote.

—Eso es genial—las ultimas dos palabras salieron agotadas por mi guante. Ambos me miraron con atención, preocupados y algo atemorizados de que suelte todo allí, y suspiraron con alivio al verme respirar con normalidad.—Lo siento.

—Veo que esta enferma—dijo Aldrich preocupado—¿Puedo acaso preguntar que es?.

Abrí la boca para comentarle acerca de mi extraño envenenamiento, dudaba que para alguien que trabajaba con mi padre fuera algo fuera de serie, pero antes de poder hablar padre se aclaro la garganta y respondió:

—Solo esta mal del estomago, no es nada de que preocuparse.

Lo mire asombrada y apretó los labios, ya termino mi turno de hablar.

Asentí disimuladamente, baje la cabeza y miré los zapatos lustrados de ambos. Era extraño que mienta si me habían convertido en la moneda de cambio que yo creía, no entendía por que ocultar un ataque a la futura compra. Era como vender algo dañado, o así se sentía.

Durante el resto del camino lo pasamos en silencio, en mi mente hervía la idea de que fui raptada, manipulada y sería vendida como si nada. Como si yo realmente le perteneciera. Pero cuando quería levantar la cabeza para fulminar a mi padre no podía, le temía, había una parte de mi furiosa con él y también había una que temblaba por la idea de verlo enojado y molesto. No apartaba de mi la imagen que tuvo al presentarse en casa de Ness, su rostro frío y cargado de irritación, su porté imponente.

Al llegar a casa de mi tía Aldrich dudo al bajar, padre me ayudo y al detenernos frente a la puerta no pude evitar estremecerme de frío.

Mi padre golpeo la puerta y, mientras esperábamos ser atendidos, Aldrich se acerco.

—¿Segura que esta bien?—me miró temblar, preocupado.

Apreté los dientes para que no me castañeen por el frío y asentí con menos convicción que antes, tambaleándome sobre mis pies. El sudor que había secundado a la fiebre volvió como una oleada de frio intenso y el dolor en mi pecho me quito la poca fuerza que había recuperado.

Aldrich puso una de sus mano detrás de mi espalda, sentí cuando la apoyo, y la otra sobre mi frente, frunciendo el ceño con el labio inferior hendido.

—Tienes fiebre—confesó con los ojos muy abiertos.

Intenté volver a asentir y decirle que estaba bien, mi mente se sentía en una marea de bruma y mis ojos pesaban como plomo, pero al intentar apartarme casi caigo. Él me sujetó y volvió a ponerme en pie rodeándome los hombros. La cabeza me pesaba demasiado, el dolor detrás de los ojos volvió sin previo aviso y tuve que cerrarlos.

—Señor, necesitamos ayuda—lo oí hablar con desespero en dirección a mi padre.

Varios golpes fuerte traspasaron la bruma de mi mente, encendiendo el punzante dolor de la base de mi cabeza.

—Estamos aquí por la ayuda—gruño mi padre entre golpes—¡GRETEL, ABRE LA PUERTA!.

Y luego, me desplome.

. . .

—Muriel, cariño, escúchame—a pesar de sentirme agotada y no poder pensar pude oír la voz mi tía hablándome desde la oscuridad—, necesito que abras la boca y levanta la lengua.

¿Qué?.

Intente abrir los parpados para mirarla fijamente, pero mi cuerpo no respondía y la simple orden de levantar la lengua tampoco.

—Muriel—esta vez su voz sonó divertida y suave antes de sentir sus dedos fríos sujetar mis mejillas, levantar mi mentón y abrirse paso entre mis labios—, necesito que levantes la lengua. Te sentirás mejor, lo prometo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.