Querido Aldrich

41

Eso no podía estar bien. Sujetaba mis manos con mas nerviosismo y miedo del que tuve nunca y no podía apartar la mirada del rostro pálido de Otis. El carruaje se movía. Me mecía, no, se sacudía con la fuerza suficiente para lanzarme hacia la pared, pero dos manos me sujetaron por los hombros y me sostuvieron en mi lugar.

¿Qué estaba sucediendo?.

¿Estaba mas confundida que nerviosa? No, porqué podría estar confundida, padre me permitiría estar confundida, pero no nerviosa porqué significaría que dudo y si dudo pueden lastimar a mis hermanos.

Algo no andaba bien.

Estaba segura de que ellos no podrían estar mas lastimados de lo que estaban ahora, Silas se veía temeroso y tan confundido como yo, lanzaba miradas desconfiadas a Aldrich y a Ness pero tampoco podía articular palabras. Ellos estaban ayudando a Otis.

Oh dios, controlate.

Tenia tanto miedo que las lagrimas se agolpaban en mi ojos buscando una excusa para derramarse, y quería que me abrazaran, quería que alguien me sujete y me diga que todo había terminado, que ya estábamos a salvo y padre no volvería por nosotros. Pero la sensación de vigilia, de pánico, de miedo que me generaba solo pensar en su promesa la noche anterior y el puño de su bastón clavándose en mi estomago me hicieron temblar hasta abrazarme.

Llegamos a nuestro destino y la puerta se abrió con un golpe fuerte, la lluvia había parado en algún momento de nuestro trayecto y ahora solo era la peor noche húmeda de navidad. Los faroles iluminaron la silueta de Florencchia D'Lovergo con una linterna a gas en la mano y una extraña sonrisa esperándonos.

Nos indico salir con un gesto de cabeza y automáticamente obedecí. No la conocía mucho, mas bien no la conocía nada, la primera y única vez que converse con ella fue en su bar y en aquel entonces estaba buscado el paradero de Padre. La tenia como una mujer hermosa, elegante y poderosa, pero ahora al bajar los escalones y detenerme a su lado vi también que era fuerte y valiente.

Aldrich ayudo a Silas a bajar a Otis y Ness los siguió indicándoles como hacer para no golpearlo, pasaron por mi lado y me volteé para seguirlos de cerca cayendo en cuenta que estábamos en su casa, en la morgue.

Tragué duro.

—Iré a ver como terminaron las cosas en el salón—indicó la Jefa de la mafia cerrando la puerta del carruaje y subiéndose a la parte delantera para tomar las riendas. Sonrió y me guiño el ojo.—Dile a el policía que todo salio bien.

Abrí la boca, la cerré, volví a abrirla y asentí sacudiendo la cabeza por la confusión.

—No entiendo ¿Por qué nos ayudaste?.

—¿Ayudarte?—rió irónica, alzando las riendas para que los caballos no se movieran—Esto no es una ayuda, niña.

—¿Entonces qué es?¿Un trato como los que haces con mi padre?¿Una venganza?¿Un...?

Su semblante cambio a unos serio tan de repente que me estremecí de miedo.

—Con tu padre ya no haré tratos. Y concerniente a esto—hizo señales hacia la puerta de la morgue abierta y nosotras—, es algo que solucione con el policía.

—¿Cuál es el trato?—exigí esta vez sin doblegarme.

Alce el mentón cuando su mirada se volvió penetrante como aquella vez en su bar, no debía meterme donde no me concernía, ya me lo había advertido, pero esta vez no tenia miedo de ella, había monstruos peores. Uno en particular, y estaba segura que debía estar rondando la noche en nuestra búsqueda.

Ella rodó los ojos.

—Ah, que debe importarme—bufó para si misma, alzó las riendas de nuevo y luego me miro.—El policía me entrego a tu padre a cambio de que te salve, ese era el trato.

Parpadeé. Apenas pude contener mi asombro al oír eso y de alguna forma logre sonreír sin comprender del todo lo que eso significaba. Las sensaciones, los miedos, cada paranoia que antes había cruzado mí mente estaba nuevamente frente a mis ojos y no me importaba, porque de alguna forma el enorme vacío de angustia que me generaba mí padre se hizo menos importante. No. Se hizo más tolerable.

Padre no dejaba de ser el hombre que me crío a pesar de haberme robado, él despertaba en mí la sensación de protección, de pánico por su bienestar, pero tomo todo de mí encerrar esos sentimientos y rendirme a la idea de que era lo justo, lo que debía suceder.

—Ahora iras por él ¿No?—pregunté con tristeza y falsa decisión—¿Iras por mi padre?.—La mujer no vacilo en mirarme, ya no tenia la lastima que vi esa noche en su estudio sino un brillo poderoso que estudiaba mis gestos, asintió cauta y apretó los labios con fuerza.—Intentaste advertirme ¿No?. La noche que fui al bar. Para eso fue el libro.

Y aunque no la vi sentí su suspiro cargado de condescendencia y lastima. Era una ilusa, así debía verme. Por poco me dice las cosas como eran, las pistas fueron claras, el libro, la pregunta acerca del psicópata, todo fue para que me dé cuenta. Y no. Yo estaba empecinada en encontrar al hombre del que ella me quería advertir. Era una ilusa y una boba también.

Todo el carruaje crujió y, al alzar la cabeza pensando que se había ido, la encontré parada junto a mí.

—¿Lo leíste?—preguntó. Asentí—¿Comprendes lo que quise decirte con eso?.

—Ahora sí—baje la cabeza.

—Muy bien—atinó con medía sonrisa tan amable que olvidé que era la jefa de una peligrosa mafia—, entonces sabes que hay gente dispuesta a ayudarte. Mi amigo esta ansioso por conocerte y trabajar contigo, Muriel.

Exhalé repentinamente agotada, parecía una eternidad desde que padre desapareció y en esa eternidad parecía que habían pasado cosas para muchas vidas. Pero de todas formas asentí. La vida aun no terminaba, aun tenia tiempo de comenzarla o retomarla, aun tenia tiempo de corregir errores y, lo que era mejor, aún tenía tiempo para aprender.

—Claro, muy bien. Lo haré—decidí con determinación.

Su sonrisa se amplió aún más y puso la mano en mí hombro para darme un apretón de confianza.




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