Contarle a Julián la historia completa fue mas difícil de lo que pensé, pero al terminar se sintió como quitarse uno de los corsé de tía Gretel. Él en todo momento sujeto mi mano con firmeza, me miró y de vez en cuanto soltaba muecas que no lograba identificar por intentar lidiar con lo que pasaba entre mis emociones. Y al final, cuando las lagrimas brotaron por mis ojos y tuve la sensación de estar contando una tragedia incorregible, solo me abrazo con fuerza y prometió que nunca mas viviría algo así. Prometió un futuro inmenso y lleno de felicidad. Prometió un amor tan inmenso que solo me acurruque contra su pecho, cerré los ojos y deje que cada una de sus palabras me acunen hasta dormirme en sus brazos y despertar en los mismos.
Pero, siendo sincera, en ese momento no creí que ese futuro estaría tan lejos.
Dos semanas después de navidad, el sargento nos informó que habían encontrado a Padre partiendo a América en uno de sus barcos. Ese día estaba tomando el té con Ness, nos habíamos vuelto amigas y pasábamos el tiempo que Julián trabaja juntas, por lo que recibió la noticia conmigo. Las cosas de mi padre iban en ese barco, también las nuestras, y como si fuera poco también iban personas a las que les prometió un futuro en el nuevo mundo.
Fue un alivio saber que habían arrestado y solo hacia falta que lo devuelvan a Londres para que pague por todo lo que hizo y listo, su pasantía en nuestra vida se acabaría por el resto de la vida; Pero una parte de mí seguía inquieta. Tenia miedo. Aun miraba por encima de mi hombro al salir, aun sentía su gélida mirada siguiéndome hasta dentro de la casa y el áspero aliento en mi nuca susurrando "me perteneces" cuando me encontraba sola. Ya nunca quería estar sola y, aunque lo comprendían, no dejaba de pensar que era una carga.
Pero pocos días después de saber que padre iría a la cárcel me levanté con un mal presentimiento.
—¿Qué sucede?—preguntó Julián junto a mi con un libro entre sus manos.
—¿A qué te refieres?.
—Desde que te sentaste en el sillón que estas mirando la misma hoja—señalo el libro abierto en mis manos y la hoja que no tenia idea de que iba. Me miró preocupado—, estas inquieta.
Me mordí el labio y suspiré.
Mis hermanos en los sillones cercanos le lanzaron miradas disimuladas, expectantes. Ya les había dicho lo que sucedía entre nosotros y aunque lo aceptaban (a regañadientes), seguían desconfiando en él.
—No lo se—confesé sincera cerrando el libro y dejándolo a un lado con frustración.
Y fue entonces que él se levanto y tomó mi mano con medía sonrisa.
—Ven, quiero mostrarte algo.
—¿Qué?.
—Es una sorpresa.—Sonrió—, abrigate.
Les lancé una mirada a mis hermanos para comprobar si seguían atentos a la conversación y ambos apartaron la mirada.
Así que, sin saber mas pero llena de curiosidad y ansiedad por liberarme de ese malestar, me levanté y lo seguí.
Esa fue nuestra primera cita oficial. De las que contaban según todos, porqué andar peleando con piratas y descubrir una red de burdeles no lo era considerado cita según la etiqueta social. Aún así, con Julián lo llevábamos bien y con calma. A veces usábamos lugares escondidos en la casa para besarnos, a veces el mismo balcón para besarnos y tomar el té, y otras salíamos en citas de etiqueta.
Era como una broma privada pero agradable. Si nos conocíamos, hace tiempo, hace aventuras de noches, estatuas, armas y tormentas, solo que éramos los únicos sabíamos esas historias. Y estaba contenta con eso.
Un mes después el sargento Halston apareció para darnos las buenas noticias, padre quedó sentenciados de por vida y tía Gretel cumpliría condena de muchos años.
Ese día todos festejamos, mis hermanos me abrazaron con tanta fuerza que sentí que me iban a aplastar y lloramos los tres juntos de felicidad hasta que nuestros rostros se hincharon. Pero no importaba, ya no al menos. Éramos libres y así nos íbamos a quedar.
Hasta Ness se emocionó por la noticia, no lloró pero si sonrió y eso fue una gran demostración.
Esperé a Julián despierta esa noche y al llegar reviví la noticia de sus propios labios, sonriéndome de oreja a oreja y abrazándome con ternura y protección. Estaba tan ansioso de contármelo que solo fingí que no lo sabía para ver sus oscuros ojos brillar por mí bienestar. Mí corazón de hincho un poco mas. Le importaba de verdad, él me amaba como dijo que lo hacía.
Fue la mañana siguiente, a medio camino de despedir a Julián para el trabajo, que el cartero llego con la noticia que me arrebató el aliento del cuerpo.
Todos vinieron a darnos las condolencias y a felicitarnos en igual manera. Todos miraban desde lejos como me aferraba a la calidez con los ojos llenos de lágrimas y un nudo en la garganta. No sonreía, no había razón para hacerlo, y todos me juzgaron por ello.
Me arrebatarían a Julián.
Yo sabía que no fue obra del destino que su nombre vaya a parar a la lista de reclutamiento, sino de alguien que no quería verme feliz, y solo bastó con una noche para tomar valor. Por él, por Ness, por mí. Por nosotros.
—Debo salir—le dije por la mañana.
—¿Quieres compañía?—preguntó Julián entusiasmado y sonriendo mientras me colocaba el abrigo.
Si se dio cuenta de que temblaba no lo hizo saber, estaba tan nerviosa que apenas podía controlarme.
Se estiró hacia su abrigo junto a la puerta y lo detuve.
—De hecho—suspiré quebrada—, no.
Él me miró con atención, sus ojos abiertos ligeramente más de lo normal, y con voz monótona susurró mí nombre:
—Muriel...
Debería haber sentido remordimiento pero no. Sentía el gélido ardor cerrándose sobre mí pecho y matando cualquier signo de compasión para hacer lo que debía.
—Jules—Ness apareció por las escaleras con su delantal cubierto de sangre y miró a su hermano con el ceño fruncido de la concentración—¿Vienes a ayudarme con el señor Caplan? No logro moverlo.