Querido Aldrich

Extra sorpresa

Hola, les presento un nuevo e inedito capítulo. No lo tenía planeado pero hablando con un amigo que leyo toda esta historia me preguntó sobre Julian y de ahí nacio este capitulo. Van a ser dos, creo, quizas son tres, y quizas cuenten cosas sobre el epilogo y la continuación (que esta en proceso). Espero que les guste y desde ya agradezco todo el apoyo que le dan a la historia. Me encanta que les guste y lo disfruten.

. . . . .

EL CORAZÓN DE JULIAN

Me dirigí a la puerta sin siquiera pensar en que estuvo sonando durante unos segundos. Debía ir a trabajar, no sabía qué más hacer desde hace días y una diminuta parte de mí se castigaba por ello, no me quería detener, no podía aunque quisiera. Ella me estaba arrancado parte de la vida y sería tonto fingir que no la buscaba. Ya fingía con Ness, y ella me conocía lo suficiente para comprender y fingir también, pero no quería hacerlo conmigo. La buscaba, desde que hable con su padre, desde que la deje por última vez en la mansión de su tía, desde que vi su rostro confundido en ese callejón. Quería una explicación, sentía que me lo merecía. Pero no. Nosotros... No éramos nada.

Le había dejado la carta a Ness para que se la entregué, yo no tenía el corazón par hacerlo y me dolía mucho pensar en mirarla a los ojos. Sabía que iba a ir a buscarme, si estaba en ese local de trajes de clase alta significaba que buscaba más pistas. Era una mujer inteligente y astuta, no dudaba en que consiguiera lo que buscaba.

Apreté los labios con fuerza. Intenté apartar de mi cabeza la imagen de su rostro, hermoso, fresco y sobre todo desafiante.

Volví a ese día en el callejón, cuando pensaba en ir a verla para pedirle explicaciones. Ella me había dicho que tenía otros pretendientes, me aseguro que realmente no eran de impotencia, ¿no es así? Y le creí, pero cuando entre en el callejón teniendo no pensé en encontrarla junto al hombre del que me habían hablado. Yo no le importaba, fue idiota creer que si. Ella... Ella solo me usaba como una rebeldía de niña pequeña, como dijo su padre. Ella le pidió a otro hombre lo que me había pedido a mí, ¿qué me aseguraba que no haría lo mismo que me hacía a mí? Eso me dolió. Ver el rostro de él al decir «prometida» y luego verla a ella.
Tuve que apartar la mirada pero juro haber oído como mi corazón se rompía. Su padre tenía razón, ella estaba comprometida, su boda sería pronto y solo me estaba usando.

Me había convertido en un tonto.

—¿Te irás?—Oí a mis espaldas y me detuve a mirar a mi hermana parada junto a la puerta de la cocina con un trapo en la mano—. ¿No tomarás algo?¿Por qué no comes?

—No tengo hambre.

—Jules, debes comer algo—replicó con tono preocupado—, últimamente no haz comido un solo bocado.

—No tengo hambre—repetí.

—¿Es por ella?—Aparté la mirada y esa fue la única respuesta que necesito para comprender. Iness era muy perceptiva a veces—. Julian

Retrocedí, no necesitaba su compasión. Abrí la puerta inclinando la cabeza en saludo y ella solo bufó.

—Iré a trabajar, adi…

—Buenos días.—Me detuve asombrado de ver al hombre rubio frente a la puerta parpadear confundido observando algo en su mano, la puerta y a mí—. Busco al oficial Julián Clive.

Lo observé detenidamente. Lo reconocía, era el prometido de Muriel, pero había algo en su mirada que me inquietaba.

—No esta—gruñí saliendo—, ha ido a trabajar.

—¿Sabe dónde puedo encontrarlo? Debo entregarle una carta—dijo con tono entrecortado—, es urgente.

Urgente.

Me volteé.

—No lo sé.

—Oiga, yo lo conozco—señaló cuando pase por su lado—. Usted es el oficial que nos encontró en el callejón.

Negué.

—No.

—Si.—Y al caer en cuenta de mi mentira sus ojos se abrieron de par en par y tendió hacia mi carta que llevaba en sus manos—. Tengo una carta para usted.

Miré la carta con una ceja alzada. Sabia que venía de su parte porque ella tendría algo que decir al respecto, quizás era una respuesta, quizás algún tipo de disculpas. Negué. No quería leerlas.

—Estoy ocupado, adiós.

Intenté seguir hasta la calle y él comenzó a seguirme.

—Debe leerla, es urgente—insistió, pero lo ignoré.—Muriel me dijo que debía entregársela. Me dijo que usted sabría que hacer con su contenido.

Volví a negar. Aunque me negaba a caer en los celos no podía evitar molestarme la manera en que decía su nombre, tan normal y natural, como si ella se lo hubiera permitido.

Seguí hasta llegar a la calle. Era de noche y pocas personas aún caminaban de vuelta a sus casas. Faltaba poco para Navidad y la nieve no dejaba de caer.

Iba a continuar sin mirarlo, eventualmente se cansaría y volvería con ella a devolverle la carta. No quería imaginarme una reunión entre ellos pero la memoria de su rostro y sus gestos me jugó una mala pasada. ¿Ella tomaría sus manos como lo hizo con las mías y luego inclinaría la cabeza con los ojos brillantes, cómo cuando me miró aquella última vez que nos besamos? ¿sonreiría por verlo como hacia conmigo? Me dolía pensar que sí, ¿Jugaría con su cabello? ¿también lo miraría cuando él no le prestará atención? La vi hacerlo conmigo e ignoraba por qué lo hacía, pero me fascinaba.

Cruce la calle y al llegar a mi carruaje me detuvo una mano en mi hombro.

—Ella puede estar en peligro.—Lo miré para que se expliqué.—Acabo de dejarla en su casa, no sé qué sucedió, realmente no comprendo, pero creo que alguien quiero hacerle daño.

Negué, eso no podía ser cierto. Su padre la protegía.

—¿Cómo?

—La envenenaron.

Un escalofrío me recorrió los huesos.

—¿Quién?

—Yo... No lo sé.—Vaciló—. Ella no habla conmigo pero hoy por la mañana su padre me invitó a casa de su tía y allí Muriel se desmayo. Él estaba muy alterado, le gritó a su tía que era la culpable y luego le exigió un antídoto.




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