Era la hora del almuerzo en la prepa, como siempre comía con mis amigos, ellos eran los únicos que sabían de la mentira de la relación que tenía con mí amigo, les conté lo que pasó ayer de que un chico me estaba gritando en la calle y me decía “Tutti”, en ese momento, mi amigo estaba tomando del refresco que compartíamos, cuando dije el apodo escupió el refresco, tiro la botella al piso y empezó entre soltar carcajadas y toser, cuando se tranquilizó me miró con lágrimas en los ojos y me dijo: jamás pensé que creyera que te decimos así.
Así que mi amigo fue el culpable de que me dijeras “Tutti”.
Me dijo que estaban en el entrenamiento, y que le preguntaste que quién era yo, a lo que él te dijo que era su mejor amiga, le preguntaste mi nombre, así que a mi amigo se le ocurrió la grandiosa idea de que si me hablabas pensarás que todo el mundo llamaba por “Tutti”, te dijo que no me gustaba mi nombre, lo que prefería que me llamaran por mi apodo. Y que si se te ocurría hablarme por mi verdadero nombre no te iba a contestar, así que tenías que llamarme por Tutti.
Odie a mi mejor amigo en ese momento…
Nadie sabía que me gustabas, sólo las niñas, pero ¿y ahora?
¿Qué oportunidad tendría a que me volvieras hablar?
De seguro pensaste que era una creída por no devolverte el saludo, le di un puñetazo a mi amigo en el hombro, le pedí dinero para otro refresco y le dije que ni se le ocurriera pedirme porque no le iba a dar que si quería tendría que comprar el suyo. Fui hecha una furia a la cafetería por el refresco, el señor fue por mí bebida, mientras esperaba llegó alguien a lado de mí, me dio el refresco el señor y cuando ya me iba, vi que quien estaba a lado, eras tú.
Él que me dijo Tutti.
Los dos nos miramos sorprendidos y nos ruborizamos, no nos dijimos nada, ya no podía verte de la pena que tenía, así que solo salí de la cafetería y regresé con mis amigos.