Querido jefe Narciso

Capítulo treinta y cuatro

Cuarente-Narciso día 4

El estridente sonido del timbre de la entrada me despertó a las seis y cuarto de la mañana.

Había conseguido dormirme entre mis sábanas tras dar varias vueltas a la cama pensando en todo lo que había ocurrido el día anterior, desde el conocer que alguien había desvelado mi identidad a la prensa, hasta dejar mi antiguo trabajo para que me recibieran en el nuevo y ser testigo de lo muy parecidos y a la vez distintos que eran Bastien y su hermano gemelo.

Y, claro estaba, había saltado por el balcón. No hacia abajo, pero lo había hecho.

Me froté ambos ojos a la vez que bostezaba, poco convencida de que lo que fuera que había oído era alguien llamando a mi puerta, así que me di la vuelta sobre mí misma y aplasté mi cara contra la almohada, casi ahogándome por la falta de aire.

Los periodistas no me habían molestado en toda la noche, tal vez porque no estaban seguros de si me encontraba en mi casa o porque no sabían cuál era mi apartamento, pero ninguno había tocado el timbre durante la madrugada hasta aquel preciso instante, lo que me hizo dudar que se tratara de la prensa la que venía a verme.

El timbre volvió a sonar y, esta vez, me incorporé, perezosa, esperando a que algo muy grave estuviera ocurriendo como para que alguien me reclamara tan pronto por la mañana.

Anduve descalza todo el pasillo que llevaba de mi habitación a la puerta de entrada, dispuesta en el salón, y apreté el contestador conectado al telefonillo, dispuesta a hablar.

—¿Quién es? —pregunté, en medio de un bostezo.

No obtuve respuesta al principio y estuve a punto de volverme a la cama, aunque algo me hizo cambiar de opinión:

—¿Por qué no se abre esta puerta del diablo?

Mis ojos dejaron de sentirse pesados al oír aquella voz y, sin pensármelo dos veces, apreté el botón que desbloquearía la entrada al vestíbulo, poco antes de salir al rellano de mi planta ataviada con mi bonito pijama se seda y toda la tensión que había acumulado mi cuerpo durante los últimos cuatro años de mi vida.

Oí unas fuertes pisadas acompañadas por unos quejidos y el sonido de las ruedas de una maleta arrastrarse por el suelo durante varios segundos, lo que me recordaba a todas aquellas veces en las que mi vecina volvía de sus escapadas de fin de semana demasiado borracha como para saber dónde estaba su apartamento, aunque, desde luego, aquella no era mi vecina del segundo.

—¿Hola? —susurré, esperando a que alguien me contestara, aunque no lo hizo.

Esperé varios segundos escuchando los más abundantes quejidos y los más fuertes pisotones a cada escalón hasta que, de pronto y tras un gran golpe en el suelo, se hizo el silencio.

Y, de pronto, la vi.

Su figura estaba un poco sombreada debido a que no había demasiada luz en el rellano, aunque, al empezar a arrastrar la maleta hacia mí, siendo iluminada por la tenue luz que había en mi salón sin persianas, supe que era ella.

Sus cabellos rizados caían como una cascada castaña sobre sus hombros, llenos de manchas por la edad y el exceso bronceado que mantenía durante todo el año. Sus ojos, tan expresivos como los recordaba, me escrutaban con interés, de arriba abajo, como si jamás me hubiera visto, aunque realmente lo había hecho más de lo que a mí me habría gustado.

La maleta roja y de grandes dimensiones que llevaba arrastrando todo el camino se paró junto a mi puerta, aunque ella había dejado de andar unos segundos antes de que aquello ocurriera.

—Hola, Marie Agathe —me saludó, levantando la barbilla.

Aparté la mirada para abrir la puerta y dejarla entrar, sin pedir explicaciones. Todavía no las necesitaba.

Me quedé sosteniendo la puerta durante más tiempo del que debería, pues, cuando quise darme cuenta, ella ya estaba sentada en mi sofá, con las piernas cruzadas y mirándome sin ningún tipo de expresión en su rostro.

—¿No vas a darme un abrazo? —me dijo, sonriendo, de pronto.

Quería decir que no, aunque, tras apretar los labios y tragarme mi orgullo, fui hasta donde se encontraba y la rodeé con mis brazos, incómoda e insegura.

—He leído lo que dicen los periódicos de ti —me susurró, todavía con su cabeza apoyada en mi hombro.

Por supuesto que había venido por aquello y no para verme a mí.

—Yo no me prostituyo para conseguir un puesto de trabajo —aseguré.

—Pero de alguna forma lo has conseguido, ¿verdad, Selecta de Laboureche?

Me separé de ella bruscamente para mirarla a los ojos. Estaba claro que aquella situación la divertía mucho más que a nadie.

—Me lo he ganado. Es lo mejor que me ha podido pasar en la vida, así que ni se te ocurra meterte en esto —gruñí, ofendida.

Ella alzó las cejas, sorprendida por mi reacción.

—Pensaba que lo mejor que te había pasado había sido largarte de casa de tu madre para estudiar diseño —me reprendió en un tono sereno y pedante que, inevitablemente, me recordó al que utilizaba siempre Narcisse.

—No lo fue —dije, levantándome para apartarme todavía más de ella.

Volvió a cruzarse de piernas, mirándome desde abajo con soberbia, como si me conociera de algo.

—Si no lo era, ¿por qué te fuiste a Nueva York tanto tiempo para acabar trabajando en una tienda de barrio? Te advertimos de lo que podía pasar y pasó, pero bueno, ahora te veo feliz, en la portada de todos los periódicos del país por arrodillarte frente a un millonario y conseguir, al fin, lo que andabas buscando desde que te marchaste de Lyon.

La odiaba tanto.

Estaba segura de que lo único que intentaba con aquello era que le diera la razón, que nunca había querido ser el centro de atención y que habría estado mejor en mi casa, con mi madre y mi depresión, haciendo lo que ella quería y acabando siendo tan fracasada como ella misma, tan solo por seguir con su aburrido legado.

Y la verdad era que, por muy horribles que habían sido las consecuencias de conseguir lo que tanto tiempo llevaba persiguiendo, ahora iba a ser feliz con lo que hacía y, desde luego, ella no tenía la razón y jamás la había tenido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.