Mientras todos planifican la cena navideña con los compañeros del trabajo y discuten las fechas para que concuerden con las tres cenas a las que más de uno tendría en este mes, yo como todos los años me siento en el escritorio a pensar que haré estas navidades, pues pienso planificarla a mi manera, me quedo colgada por un momento mirando fijamente las fotos de viajes en el ordenador y me pregunto ¿a qué país iré este año? Ya he ido a Brasil, a la India, a Italia, a Londres, a Suecia… ¿a donde ire este año? Ya sé, revisare las actividades que ofrecen los paquetes de viaje, no se tal vez vaya a escalar de nuevo, o al caya como hace dos años, tal vez esquí, o algún concierto de Ópera en Roma.
Es una ironía, las personas siempre piensan que los adinerados somos felices, porque aparentemente “lo tenemos todo” ¿acaso se les olvida que hay cosas que el dinero no puede comprar? como por ejemplo en mi caso ¿Cómo hago para comprar a una familia con muchos hermanos y sobrinos donde todas las navidades nos reunamos para pasarla juntos? ¿O como hago para revivir a papá y a mamá? ¿Cómo hago para comprar la felicidad? Es cierto, tengo muchísimo dinero y una fortuna que me aguarda, pero la mayor parte del tiempo no me siento feliz, me siento sola y eso me pone triste.
— Hola Nieve
— Hola Rigott —ruedo los ojos porque vaya que este hombre es pesado
—¿Qué harás este año? Mi propuesta de invitarte a cenar a mi apartamento sigue en pie.
¿Que le hace pensar a este idiota que quiero pasar una noche con él y en su casa? —No gracias tengo lugares más interesantes a los que debo ir a cenar.
— ¿A si? ¿y quién te ha invitado a cenar?
Lo miro y lo detesto con la mirada, él sabe exactamente que soy de pocos amigos y que en este momento no estoy saliendo con alguien — Pues con un chico, un amigo, alguien que estoy conociendo.
— ¡Vaya, quién lo diría, la solitaria y extraña Nieve tiene una cita!
— Extraña la forma de tu cabeza, ahora si me disculpas debo seguir con mi trabajo.