Querido Niño Jesús

capítulo 4

Luego de pensarlo mil veces, voy en camino a la cena navideña de mi trabajo, mientras manejo aún no me creo que voy a asistir por primera vez a esto, pero ya estoy algo cansada de pasar los 21 de diciembre sola, así que hoy saque las fuerzas de donde no las tengo para asistir, después de medirme miles de vestidos, y de devolverme dos veces al abrir la puerta al fin estoy aquí.

Entro al salón y en el centro de este hay una mesa hermosamente adornada con velas y ramitas de acebo, están sentados todos juntos para compartir la dichosa felicidad en paz, todos riendo y derrochando afecto. Los observo y parecen celebrar entre abrazos, besos, brindis y manjares tradicionales. Cuando se dan cuenta de mi presencia todos voltean hacia donde estoy parada y se quedan mirándome fijamente perplejos, dejan caer sus bocas en O y ya me estoy fastidiando, cuando estoy pensando en salir corriendo de allí, Melina la más quisquillosa de la compañía grita mi nombre en todo el lugar.

—Nieve, has venido niña, que alegría —la miro de reojo, hipócrita nunca he venido y le alegra que esté aquí —Ven siéntate a mi lado —me saca de mi estado de inercia.

Sentada en la mesa todos continúan mirándome, algunos me sonríen y levantan la copa de champan brindando mi estancia en el lugar y otros siguen en lo suyo, veo la mesa y las exquisitas tentaciones que hay en ella, el foie-gras se ve delicioso, y el postre “buche de Noel” ni hablar, no puedo esperar para probarlo, su linda forma de tronco, cubierto de chocolate y relleno de crema me caería muy bien acompañado de una copa de vino.

Melina me dice que esta noche antes de ir a la cama, los niños colocan sus zapatos frente a la chimenea, que la creencia es que por ella pasa Père Noel con un gran saco lleno de obsequios, que luego coloca en el calzado de los pequeños, y este lo hace mientras ellos poseídos por la sana ilusión duermen. Cobarde ¿porque debe ser a escondidas? ¿No sería mejor recibir el regalo en nuestras manos y agradecerle?

Yo siempre lo quise ver y nunca me lo permito, solo dejaba cientos de regalos a los pies del árbol de navidad que las personas de servicio armaban en la gran casa donde viví con mi padre, que aparentemente estaba allí pero nunca estaba conmigo, por ello siempre me sentí sola y quería que Père Noel se quedara a conversar conmigo, a hacerme compañía un ratito al menos. Solía comerme mis galletas y mi vaso de leche frente a la chimenea, miraba las llamas con la mirada perdida extrañando a mamá y a papá que acostumbraba a desaparecer en noche buena.

La hora del intercambio de tarjetas navideñas, impresas en cartulina con mensajes de buenos deseos, me hizo sentir incomoda, todos estaban allí dedicándole bellas palabras a otros y abrazándose mientras se entregaban las tarjetas, yo solo desee ¡trágame tierra!

—Nieve — melina me saca de mi momento incomodo — ten te regalo mi tarjeta, sé que no sabías del intercambio por ello no participaste.

—Si — le digo para no hacerle sentir mal, si lo hubiese sabido tampoco abría participado.

—Crees en los milagros ¿cierto?

—No y los sabes bien — niego con la cabeza mientras por dentro grito que quiero creer.

—Mira, las piñas son símbolo de inmortalidad, representan un canto a la esperanza en el futuro, ten te traje estas para que las tengas en tu casa, piensa en un deseo muy grande que quisieras se te cumpliera, escríbelo en una carta o guárdalo muy bien en tu corazón y ve a la Misa de Nochebuena, esta simboliza el despertar simbólico de Jesús en su nacimiento, dicen que si pides algo con todo tu corazón el niño Dios lo concederá.



#43241 en Novela romántica

En el texto hay: esperanza, fe, amor

Editado: 01.12.2018

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