Estuve pensando en lo que fue de tu vida tras irte de aquí… Lo pensé porque apareció tu nombre en mis sugerencias de amigos.
En medio de esta crisis mundial, me quedé sin trabajo al renunciar al taller de vestidos. Todos me insisten en regresar a mi antiguo trabajo, pero si no me pagaran, mejor me quedo en mi casa viviendo de mis ahorros.
Hasta el último día de mi estancia en esa ciudad no pude convencerlos de que podía quedarme a vivir allí. No es como si me gustará el ambiente, pero el salario mínimo era más alto que en mi ciudad.
Mi mamá está convencida de que me mudaré con un muerto de hambre en lugar de vivir con la amiga que mencione. Mi amiga estaba dispuesta a interceder, pero mi mami no iba a hablar con nadie hasta que me diera cuenta que estaba equivocada al ir en su contra.
Al pasar las semanas, mis recuerdos de ti han reaparecido como ese día de San Valentín que no dejabas de preguntar por medio de tu portavoz, a quien le mandaba tantos mensajes para sonreír como estúpida. Yo sonriendo conteste que era una amiga, pero sé que no me creyeron.
Solo para aclarar, en ese momento estaba soltera.
Volviendo al tema, busque trabajo en lugares donde solicitaban mano de obra con frecuencia. Los datos que recibía eran distintos y no me querían contratar por mí poca experiencia en el área.
Escuché excusas variadas sobre el tema pero las ignoré. Cuando reportaba mi situación a mi mamá, ella decía que me lo merecía por siempre criticar a esa área de trabajo, pero me sentía perdida. Yo pertenezco a esa área y me he desempeñado con los años, como podría no tener experiencia.
A medida que las estaciones cambiaban, la pregunta frecuente era saber si alguien estaba vivo o no. En casa, las cosas cambiaron y asumí un rol más activo en los quehaceres. Mis padres no estaban de acuerdo, pero no tuve más opciones pues comencé a recibir trabajos en casa que lejos de aliviarme financieramente, eran una carga mental que odiaba.
¿Nunca te conté de mi maldición?
Sé que te gusta el chisme que involucra la desgracia de otros así que, allá va.
Cuando recién comencé a trabajar mientras estudiaba, una mujer me pidió algunas reparaciones para sus prendas. Lo acepté más de fuerza que de ganas con la excusa de que ganaría experiencia (en realidad, me presionaron para aceptar ese trabajo); bueno, el caso es que al menos dos o tres trabajos me los pagaron como pedí. Investigue como cobrar y aprendí a hacer más tipos de ropa, pero no fue suficiente.
Tras hacer un trabajo para la señora, ella no me pagó, pero siendo amiga de mi mamá lo dejo pasar con la promesa de que me pagaría más adelante. La razón de la discusión que tuve fue que les pareció caro el precio que dije y señora no podía cubrirlo. Me enojé, pero jamás recibí ese dinero. Tras ese incidente, me encuentro con ese tipo de clientes con tanta frecuencia que piensan que mi trabajo no vale y hablan directamente con mi mamá para arreglarse con los precios.
Es la razón por la cual busco desempeñarme fuera de la casa. Odio la estupidez con la que me dicen como que (aun) estoy aprendiendo y cosas similares porque, en serio, esto es más de lo que puedo soportar.
Editado: 13.04.2025