Acomodaba sus audífonos mientras caminaba hacia la parada, vio que el camión pasaba, sujeto su bolsa con ambas manos y se echó a correr para alcanzarlo.
Su falda se ondeaba por el viento al igual que su cola de caballo.
Subió al camión pagando su pasaje, dio un vistazo rápido buscando un asiento, pero ya todos estaban ocupados, su mirada se encontró con la del joven castaño, que está sentado junto al pasillo del colectivo, se acercó hasta él quedándose parada a un lado.
—Hola —lo saludo.
—¿Gustas sentarte? —preguntó el.
—No te molestes —contestó ella agitando sus manos y se acomodo el suéter
—Al menos podrías darme tu mochila, digo para que vayas más cómoda.
—Claro —desprendió la bolsa de su hombro y se la dio al muchacho que la colocó en sus piernas junto a la suya.
—Si son tan amables de recorrerse —dijo el chófer.
—Te veo al bajar —dijo Dalila y se dirigió a la parte de atrás mirando el cabello rizado de Christopher.
Puso play a su reproductor y se sujetó del tubo, mirando hacia la ventana.
Al llegar a su destino el bajo por la puerta de enfrente y ella por la de atrás, guardo su mp3 en el bolsillo de su falda, se quedó en la acera esperándolo y al alcanzarla le entregó sus pertenencias.
—Gracias —comentó ella y él asintió.
Caminaron hacia la escuela, al llegar a la entrada mostraron su credencial a los profesores que los dejaron pasar.
—¿Qué clase te toca? —Preguntó ella.
—Química ¿y a ti?
—Tengo taller —vio la cara de duda de él. —Cocina —respondió antes de que el preguntara.
—Bien.
Ambularon en silencio hacia los talleres porque quedaban cerca del laboratorio de química.
—Por cierto aun no me has dicho tu nombre. —Espetó mientras se detenían cerca del salón de música.
—¿Es necesario que lo haga? La otra vez me dijiste Lila —soltó un suspiro.
—Así que lo notaste —se apeno.
—Pero creo que tienes razón, no nos hemos presentado adecuadamente… Soy Dalila, aunque mi apellido ya lo conoces por la maestra de química, Gutiérrez, Dalila Gutiérrez —le extendió la mano.
—Un placer soy Christopher Hernández —sujetó la mano de la joven y sintió una corriente recorrerle el cuerpo y ella rápidamente lo soltó.
—Pero si no te sabías mi nombre ¿Por qué me llamaste así?
No iba a decirle que fue a causa del olor que percibió.
—Supongo que fue una coincidencia, ¿Y tú cómo conocías el mió? —Se quedó pensando y una persona se le vino a la mente.
—No fue ella, a decir verdad eres muy conocido en mi salón, además vivimos en el mismo pueblo. —Intervino Dalila.
—Por eso dijiste que te habías percatado de mi.
—Sí, quizá tu no te acuerdes, pero una vez cuando ibas a subirte a una combi a una amiga y a mi nos dejaste abordar y ya no alcanzaste lugar. Ahí fue cuando me di cuenta que usabas la misma ruta que yo pero te bajabas en otra.
Me sentí tan mal por ti y quise disculparme pero me dio tanta pena que no pude.
En otra ocasión te vi ceder el asiento a una ancianita y al bajar le ayudaste con sus cosas.
Desde ese momento pensé que eras una buena persona —sonrió.
—Las apariencias engañan. —Respondió Christopher.
—Pero los ojos no. La mirada que pusiste cuando te pedí que cuidaras de Erika me dijo que ibas en serio. No puedo creer que ella solo te haya utilizado para volver con el — su semblante cambio.
—Tranquila, ya paso. —espetó sin importancia.
—Pero el hecho de que fue tu novia nadie lo puede cambiar, así hayan sido algunos minutos o horas.
—Tienes razón —dijo el.
—Espero que algún día encuentres a la persona que realmente te quiera como eres. —Sonrío con dulzura.
Ambos se miraron repentinamente y la brisa soplo.
—¿Cuándo es tu cumpleaños? —Preguntó Christopher sin saber por qué.
—El 15 de septiembre —respondió Dalila.
—El día del desfile.
—Así es, ¿Y el tuyo?
—El 30 de agosto.
—¡Ya pasó! —De pronto ella comenzó a buscar algo en el interior de su bolsa. —Se que es un poco tarde pero… ¡Feliz cumpleaños! —Dijo depositando un chocolate en la mano del muchacho.
—Gracias.
—Tengo que irme, la clase está a punto de empezar nos vemos —salió corriendo por el pasillo que daba hacia los talleres dejándolo atrás.
El subió las escaleras, a la mitad estaba Erika y se detuvo.
—Se ve que se han vuelto cercanos.
—Solo la encontré en el transporte.
—Es una buena chica y…
—No creo que tenga que importarte lo que haga —lanzó una mirada fría y continuó subiendo los escalones dejando a la castaña boquiabierta, la cual recordó la charla que tuvo con Dalila…
—Erika —la llamó.
—¡Dalila!
—Podemos hablar. —Observó a Fran —a solas.
—Seguro esperame en la cooperativa —dijo al moreno y se alejó —¿Qué ocurre?
—Tu sabes bien que ocurre —la miro y Erika se agacho.
—Lo siento.
—Eso deberías decírselo a él. Te pregunte si estabas segura y solo lo utilizaste. Realmente estoy muy enojada. Jugaste con sus sentimientos. Quede como una tonta al pedirte que te cuidara y tu… —se entristeció —solo lo lastimaste.
—Hable con él y lo entendió.
—Pero eso no cambia el hecho de que lo lastimaste. Deberías disculparte adecuadamente. —Dio media vuelta alejándose.
Erika volvió al presente y alcanzó a Christopher.
—Oye de verdad lo siento. Lamento haberte utilizado para darle celos a Francisco y volver con el. Desde el fondo de mi corazón perdón.
—Lo entiendo, puedo asegurarte que me deje llevar por la emoción y me precipite. Tranquila. — Las palabras de Dalila volvieron a su mente —tiene razón el hecho de que fuiste mi novia nada lo cambia. —Llevo una mano a su cabello y lo alboroto, mientras una pequeña risa salía de sus labios.