Querido primer amor

Capítulo 4

El lunes llego temprano como sus amigas se lo habían indicado.

Dejo sus cosas en su lugar y se dirigió a la parte trasera del salón donde Elena y Patricia habían hecho un círculo con unas sillas.

—Y bien ¿De qué querían hablar? —dejó caer su cuerpo sobre el asiento al igual que las chicas y colocó sus manos en el mesa banco.

—Yo tengo algo que decirles —Elena pasó un mechón de su cabello negro por detrás de su oreja. —Me gusta Arshad, pero creo que eso ya lo saben.

—¡Como no vamos a saber si lo miras desde primer año! —dijo Patricia.

—Lo sé... Pero con lo que ocurrió el sábado me dieron ganas de saber más de él.

—Conócelo más antes de decir que te gusta —comento Dalila.

—Y hablando de gustar ... ¿Qué hay entre Christopher y tú? — cuestionó Patricia colocando sus ojos color miel sobre Dalila.

—Somos amigos.

—¿Te gusta? —preguntó Elena.

—Me gusta —Dalila sonrió tiernamente colocando su cabeza sobre el pupitre —pero no del modo en que creen —se reincorporo. —Es un chico amable, educado y caballeroso. Para afirmar que me gusta realmente, necesito conocerlo un poco más y no dejarme llevar por lo que veo, como ocurrió con...

—¡Chicas! —el jefe de grupo ingreso al salón interrumpiéndolas —¡No van a creer lo que me pasó! —Se acercó hasta ellas y dejó caer su peso en la silla junto a Dalila.

—Cuéntanos Gabriel —dijeron las tres.

Y el joven alto de cabello negro, ojos claros y complexión media, comenzó a platicarles cómo estuvo su fin de semana.
Sí por algo se caracterizaba Gabriel era por ser todo un drama.

Poco a poco el salón comenzó a llenarse.

La parte de atrás estaba inundada por las risas de los cuatro.

En ese momento Christopher se apareció en la puerta.

—¿Está Dalila? —preguntó a una de sus compañeras que estaban cerca.

—Sí, ¿Quieres que le hablé?

—Lo hago yo —puso un pie adentro y noto como la niña tocaba el hombro de Gabriel mientras se reía.

Salió del aula pero ella alcanzó a verlo y fue tras el llamándolo.

Se detuvo y volteó a verla.

—¿Necesitas algo? —preguntó Dalila.

—¿Tienes clase de inglés hoy? Vine a pedirte tu diccionario.

—No me toca clase hoy —vio angustia en la cara del muchacho —pero si traigo diccionario, espera un momento —fue rápidamente a su salón y regreso con el —aquí tienes.

—Gracias, te lo devolveré más tarde. — Estaba a punto de irse, pero la miró seriamente como cuando ella le dirigió la palabra en la sala de música y ella se tensó. —Lila.

—¿Sí? —preguntó sonrojándose.

—¿Podemos irnos juntos a casa? —Suavizó su mirada.

—Claro —sonrió y se sintió aliviada.

—Te esperaré en la fuente —dijo él y se alejó.

Faltaba poco para que la última clase finalizará, el profesor miro su reloj y luego a los alumnos.

—Pueden recoger sus cosas.

El sonido de los libros y cierres de mochilas invadió el salón.

El celular de Elena comenzó a sonar y contestó.

—Dalila es tu mamá —dijo pasándole en teléfono.

—Bueno, ¿Qué? —se oyó alarmada —Voy tan rápido como salga —colgó —Gracias Elena. —Entregó él teléfono a su amiga que se sentaba a un costado de ella. —Podrías avisarle a Christopher que me tuve que ir rápido.

—De acuerdo.

—Gracias.

El timbre de sonó dando por finalizada la jornada escolar.

—Pueden salir —comentó el maestro.

Dalila se puso de pie y salió corriendo hacia la puerta que apenas se abría.

Minutos más tarde Christopher la esperaba de pie con el diccionario en la mano, observó una figura alta acercarse y sonrió.

—Hola —su sonrisa cayó al ver de quién se trataba. —¿Y ella?

—Me pidió que la disculparás, tuvo que irse rápidamente por una emergencia.

—Gracias Elena, nos vemos mañana.

Se fue de la secundaria algo preocupado.

 

Al día siguiente Christopher caminaba por la sección de talleres dirigiéndose hacia las canchas deportivas.

Dalila se encontraba sentada de espaldas sobre la plataforma de concreto que usaban para dar avisos y donde se dirigían los honores a la bandera, con vista a las canchas.

Christopher notó que llevaba la mitad del cabello recogido y el resto desatado.

Le gustó cómo se veían sus mechones libres y se preguntó cómo se vería con el cabello completamente suelto.

Se quedó observándola brevemente, se percató de que la joven llevo la palma de su mano a su cara, cubriendo sus ojos y frente deslizandola por atrás de su cabeza con frustración.

—¿Lila? —se colocó junto a ella y se dió cuenta de de que tenía los ojos rojos.

—Hola —limpio las lágrimas de sus mejillas —siento lo de ayer, de pronto tuve una emergencia.

—¿Qué pasó?

Dalila apretó los labios y comenzó a llorar nuevamente.

Christopher la miró preocupado cuando Arshad apareció ante ellos.

—¿Qué le haz hecho? —preguntó el moreno con furia en los ojos.

—Nada —respondió el castaño levantando sus manos a la altura de su pecho, en señal de inocencia.

—¡Arsh! —Dalila se abalanzó hacia el.

—¿Estás bien?

Dalila negó moviendo la cabeza ante el pecho de Arshad, el cual la rodeó con sus brazos.

Christopher sintió algo extraño ante la escena.

Elena venía subiendo por la rampa del lado izquierdo cuando los vio y sintió que su corazón se oprimía.

Alguien llamo a Christopher por la derecha y camino hacia las canchas de arriba, Elena también decidió irse.

Dalila se separó de Arshad y se sentaron donde ella estaba y comenzó a contarle porque estaba así.

Al llegar la noche convencido por Arshad, Christopher la esperaba afuera de su salón.

No sabía porque estaba tan molesto, pero al verla salir se relajó y la llamó.

Dalila se despidió de Patricia, pues Elena había ido a su taller a preguntar algo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ella.

—Arshad me pidió que te acompañará. Además tenía que devolverte tu diccionario —comentó dándole el objeto que ella tomó.




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