Salí de la tienda juguetes del centro con tres bolsas en cada mano
-¿Delilah? ¿Dónde te metiste, niña?
-Aquí estoy mami.- Escuché la voz de mi pequeña detrás de mí, me giro para verla tambalearse entre las personas, solamente soy capaz de seguirla por el inmenso moño rojo que está atado a su cabeza. Cuando por fin logra hacerse paso entre la multitud se tropieza con los cordones desatados de uno de sus tenis y casi cae al suelo.
-Fíjate por donde caminas Delilah, amárrate ese tenis por favor. Y ten cuidado con las bolsas no vayas a romper los regalos-dicho esto paro unos segundos para que mi pequeña se amarre los cordones, saco mi teléfono para ver la hora. Cinco cuarenta y cinco, vamos muy tarde; sin más guardo el teléfono en mi bolso y tomo el brazo de Delilah.
-Vámonos o tu papá llegara antes que nosotras.-escucho como protesta un poco pero le doy un jalón y rápidamente la siento posicionarse a mi lado.
Doblamos en una esquina para llegar a donde había estacionado el auto y un vagabundo nos detuvo.
-Disculpe señora, ¿No tendrá una moneda para comprar algo de comer?- lo miré con un desprecio, detestaba a esas personas que iban por la vida sin hacer nada, viviendo de la pena y el esfuerzo de los demás. Abrí mi boca para contestar pero me detuve cuando escuché la voz de Delilah.
-Tome señor-estiró su mano dándole un billete, este lo tomó rápidamente y le dio una sonrisa a mi niña, pude notar que le faltaban unos cuantos dientes.
-Gracias señorita, feliz navidad.
Le di una última mirada de asco al hombre y jalé nuevamente a Delilah.
-No debes hablar con extraños, cariño y mucho menos darle dinero a esas personas, solo son flojos que no quieren trabajar.-de reojo puedo ver como mi niña frunce el ceño, aun así asiente.
Llegamos al auto, abró la puerta del asiento de atrás y rápidamente camino a la del conductor, enciendo el auto y arranco cuando escucho la puerta de Delilah cerrarse.