Querido Santa... ¿me traes una mamá?

Decoraciones y Confesiones

Jamás había entrado a uno de estos sitios donde hay miles de pinos de navidad. Nunca tuve la necesidad, ni el deseo de tener uno de ellos. ¿Para qué?, me era,  o me es, imposible creer en algo que nunca tuve. 

 

No niego que, así como la dulce Charlotte, escribí muchas cartas cada navidad deseando tener una familia. Pidiendo que apareciera un matrimonio que decidiera adoptarme y quererme como una hija. Deseaba a alguien que me amara sobre todo, pero nunca llegó. Esa mamá y ese papá que tanto le pedí a Santa, nunca aparecieron. 

 

Hoy de grande, comprendo, que no estaba en manos de él; sin embargo, eso hizo que estas fechas no significaran nada, más allá de recordarme lo que no tengo. 

 

—¡Mira Bri, qué árbol tan grande! —exclamó coletas, corriendo hasta él, en compañía de Clementina, mientras su padre y yo las seguíamos, tratando de controlar a un entusiasta Brutus, quien ladraba sin cesar, queriendo ir con ellas. 

 

—Deja que yo lo lleve, si lo sueltas, tumbará todos los árboles. Es demasiado inquieto. —lo miré, sosteniendo con toda la fuerza que podía, la correa de Brutus. 

 

—Si confío en tu forma de sostenerlo, sí tumbará todos los árboles, así como casi me tumba a mí, al arrollarme. —la hermosa sonrisa de Owen me distrajo y casi soy arrastrada por Brutus, si no hubiese sido por él, que al colocar sus manos sobre las mías, en la correa, lo logró detener. 

 

—¿Estás bien?, este gigantón, como le dices, no es fácil de llevar. ¿Ves que no fue mi culpa ese día? —estábamos tan cerca, debido a que él seguía sosteniendo la correa, que podía sentir su tibio aliento a menta. 

 

—Aún recuerdo esa mañana. —dije perdida en sus ojos, sintiendo el retumbar de mi corazón y miles de mariposas danzando en mi interior. 

 

—Yo también la recuerdo. Me pareciste hermosa, eres hermosa, Bri —no sabía qué decir. Más aún, cuando su mano, cobijada por su guante, acarició mi cara—. No sé si será correcto decirlo, pero lo siento necesario. Ese día me culpé mil veces por no seguirte o pedirte tu número de teléfono. Ya no sé cómo se hacen estas cosas. —cerré los ojos, disfrutando de su tacto y de su voz, necesitando encontrar la manera de volver a respirar, y quizás entender, esto que me pasaba. 

 

—¿Por qué dices que no sabes? —susurré, sintiendo algo grande en mi pecho.

 

Owen negó, se adueñó de la correa de Brutus y tomando mi mano seguimos a la pequeña, quien corría detrás de cada árbol grande que veía junto a Clementina. Durante nuestro andar, pensaba que no era correcto tomar su mano, así que la solté metiendo las mías dentro de mi abrigo de invierno. No quería que Charlotte se molestara conmigo, por alguna razón me daba miedo darle algún motivo que la hiciera alejarse de mí.

 

Lo escuché suspirar profundo, mientras me veía de reojo, detallando dónde escondía mis manos. 

 

—Hace cinco años me quedé viudo. Charlotte ocupó todo mi tiempo desde que nació. Pasaron tres años para que yo retomara del todo mi carrera. No tengo tiempo para más, o quizás era porque no había arrollado a ese alguien que me provocara querer un más. —apreté mis manos dentro de la chaqueta, al sentir una gran emoción reflejada en el estómago,  provocada por sus palabras. 

 

No pude evitar bajar la cabeza, tratando de esconder mi sonrojo y esta extraña emoción que al oírlo sentí. 

 

—¡Papi, papi!, este me gusta, llevemos este, ¿sí?, ¡por fis, por fis! ¿Te gusta Bri? —me preguntó una emocionada Charlotte, mientras yo mordía mis labios, acomodaba mis lentes y subía la cara para verla, sintiendo la mirada de Owen sobre mí. 

 

Mi bella coletas estaba feliz, al igual que Brutus y Clementina, quienes se habían echado a los pies del gran árbol. Bueno, Clementina se echaba encima de Brutus, pero era lo mismo. 

 

El árbol era realmente maravilloso, más grande y robusto que el primero que vio, lo que me hacía cuestionarme el inmenso trabajo que llevará adornarlo.

 

—¡Me encanta! —exclamé con sinceridad. Comenzando extrañamente a entusiasmarme con la idea de decorarlo. 

 

Eso bastó para que Owen comprara el árbol, el cual fue toda una odisea ingresar al costoso penthouse. Se había vuelto loco, compró de todo, y yo, por primera vez en mi vida me sentí como niña pequeña, al ver como cada cosa que escogía en la tienda a donde fuimos después, era metida en el carrito de compras. No recuerdo sentirme así jamás. 

 

Escogí flores para el árbol, bolas de colores, luces, mallas, la estrella y miles de cosas más. Fue como si Owen me hubiese dejado tener lo que por años, de pequeña, siempre soñé. 

 

Charlotte estaba más que emocionada y él… él reía y me observaba con algo tan profundo en su mirada que traspasaba mi alma.

 

Tengo miedo de lo que él y su pequeña hija me están haciendo sentir. No quiero ilusionarme, no quiero acostumbrarme a esto, porque no sé si pueda soportar el precio de volver a tanta soledad. Si de verdad existiera Santa, si de verdad hubiese alguien en el cielo que realmente me escuchara, pediría no acabar jamás con esto tan mágico que siento. Mi deseo más grande es ver esos ojos oscuros y esas coletas hermosas por toda la vida que me queda por vivir, ya que si pudiera tener una familia, esta sería la elegida para mí. 




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