Sabe, pues, en dos palabras, que la encantadora hija del rico Capuleto es objeto de la profunda pasión de mi alma; que mi amor se ha fijado en ella como el suyo en mí y que, todo ajustado, resta sólo lo que debes ajustar por el santo matrimonio.
Cuándo, dónde y cómo nos hemos visto, hablado de amor y trocado juramentos, te lo diré por el camino; lo único que demando es que consientas en casarnos hoy mismo.
— por eso Lord Capuleto no quería que Romeo fuera quién desposara a su hija —el abuelo se retracto con facilidad acostado en su cama.
El enfermero auxiliar, Félix, lo había visitado antes de haber venido yo y cuando aseguró que abuelo había tomado el medicamento adecuado y estuviera en su óptimo alcance, nos dejó solos para pasar la mañana juntos.
Antes de que tuviera que volver al trabajo.
— ¿De qué hablas? Lord Capuleto no quería a Romeo porque era parte de sus enemigos —exprese— lo dice en el libro —
Pero el abuelo renegó una y otra vez diciendo— enemigo o no, un hombre que solo sienta deseos impulsivos por una mujer no es apto para tenerla, solo demuestra que hace cosas estúpidas por tenerla —
— se le dice amor, abuelo y usted alguna vez lo tuvo —re irpuse con una sonrisa en mi asiento.
A lo que él negó— aún estando enamorado de Eveline procure hacer todo correctamente para que ella no sufriera las adversidades de un mal partido frente a sus padres —
— Pero eras de la clase más alta de Inglaterra, ¿Eso acaso importaba? —a lo que mi abuelo negó rotundamente y me miró.
— no importa que gasta seas, ni qué apellido lleves, puedes ser un cretino presuntuoso en el punto más alto de la pirámide, pero también un noble y valeroso de clase baja, lo que importa en esta vida es como eres y como te muestres —sus ojos irradiaba sabiduría pura, pero la máquina a su lado con cada sonido que marcaba los latidos de su corazón me hacían sentir escalofríos.
Justo en el momento, Félix el auxiliar llegó al cuarto y cerró la puerta tras de sí, nos vio y dió una reverencia mientras las migajas de pan caían de su boca.
— sus majestades —aunque era gracioso como hablaba frente a nosotros y como era tan precavido.
Siempre vestía con un uniforme blanco, lo cuál no me daba mucha tranquilidad porque me recordaba constantemente que estaba aquí para vigilar el estado del cáncer que mi abuelo estaba sobrellevando.
Camino en silencio hacia nosotros y revisó la máquina que mi abuelo tenía a su lado, pero sin dudar miraba las veces que fuera posible a mi persona y era claro notar como un rubor se colocaba en sus mejillas.
Suspire levantándome de mi asiento y cerrando el libro de Romeo y Julieta— en otro momento, volveré para terminar la historia —me di cuenta que pronto serían las ocho de la mañana y seguramente habría mucho trabajo por hacer en la oficina de Holyrood.
— no olvides despedirte de tu padre y que cuando tenga tiempo venga a visitarme, no es posible que no venga en todo el día y está justo un piso abajo de mí —se quejó abuelo mientras tomaba mi abrigo y lo ponía sobre mí, Félix de inmediato supuso que necesitaba ayuda para ello y se apresuró a arreglarme el abrigo en la espalda.
Sonreí— gracias, Félix —
— a sus órdenes, princesa —me impresione, era la primera vez que alguien me llamaba princesa.
Rei— no soy una princesa, Félix, soy duquesa —los ojos de Félix brillaban con tanta intensidad, casi como si estuviera viendo una estrella.
Pero río y se retractó de inmediato— discúlpeme, su señoría —siempre era bueno tener a ciudadanos que no supieran las reglas del castillo, porque eso me permitía ver cuántos errores cometían frente a la etiqueta de todo personal real.
Me volví a mi abuelo y me despedí con un beso en el dorso de su mano— volveré mañana —asintió cerrando sus ojos, sus manos estaban frías y eso que las ventanas estaban cerradas, los primeros copos de nieve ya había caído y el cuerpo de Inglaterra se vestía de blanco, la calefacción estaba encendida en todo el castillo, pero aún así, él estaba frío, acaricie su mano y sonreí sobrellevando mi nostalgia, él me veía con una sonrisa, pero sabía que le estaba doliendo, lo solté para irme.
Félix dió una reverencia y oportunamente dijo— lo cuidare muy bien, duquesa —sonreí a Félix y agradecí en silencio saliendo del cuarto después de que tocará para que el guardia de afuera me abriera.
En el camino, el personal real: sirvientes, mayordomos, distinguidos y guardias guardaban silencio cuando pasaba, pero a diferencia de otros silencio, este se sentía abrumador, porque sabía que venía a visitar a mi abuelo en estado delicado y no podían evitar no sentir pena.
Pero a ellos solo les quedaba rezar en silencio y guardar compostura, tanto como a nosotros.
Bajando las escaleras y caminando por el pasillo llegué a las puertas de la oficina del duque, los guardias de inmediato al verme dieron la reverencia pero no abrieron la puerta.
Eso significaba que alguien más estaba con papá.
Así que debía esperar.
Aunque no lo hice mucho, porque las puertas se abrieron después de un toque y ambos se echaron para atrás, les imité pensando que sería algún otro duque, pero cuando ví la silueta y los ojos de mi abuelo, me congelé en mi lugar. Por un momento había creído que mi abuelo estaba en frente, pero casi en segundos después caí en cuenta, que en realidad no era él, sino el rey.
Editado: 14.10.2023