“Querida señorita Collins,
Hace poco estuve viendo los adelantos de las nuevas reformas e ideas que su padre, el duque de Edimburgo ha pensado realizar, es mi deleite admitir que no puedo estar en más acuerdo con él y sé que lleva lo mejor de sí para cambiar Inglaterra poco a poco para un bien en común.
No crea por favor que esta carta es solo para hablar de su padre y de Inglaterra, tal vez solo es una excusa para poder iniciar una carta correcta para usted.
Tan solo hemos sido capaces de poder hablarnos entre cartas, pero cada carta suya es como una canción de sus labios para mí y esa es la razón principal por la que siempre espero una carta suya, cada una de ellas las atesoro en mi mente y en mi corazón, pues usted ahora se adueña de cada uno de mis sentidos con el pasar de los días.
Cada día que pasa no puedo evitar sentir que algo falta en mi vida y sé que eso es usted, usted el anhelo de mis sentimientos y la razón de mi afecto y mi perdición. No dejo de pensar en usted, señorita Collins, en nosotros, en el pasado otoño y en los recuerdos que atesoro con tanto calor, espero que usted también sienta lo mismo y que este amor siga creciendo.
No la obligo a querer seguir intentando una relación a larga distancia como la nuestra, puesto que mi corazón ha sido suyo desde el primer momento en que revele mis sentimientos iracundos y pasionales por usted en el baile que mi hermana habría realizado.
Y como anteriormente se lo he expresado, mi corazón aún sigue siendo suyo, Elizabeth, suyo y solo suyo, porque no ha habido otra mujer que logre tenerme a sus pies como usted.
Cada latido mío es suyo, cada instante de esta noche y día se la dedicaré a usted, un ángel divino que cada estrellada me acompaña y me da paz, cómplice de mis deseos y consuelo de esta irracionalidad y demencia que es el amarla y vivir para ver su mirada una vez más y mi excusa perfecta para disfrutar cada noche entre mis pensamientos por usted.
Es por usted que cada noche me siento a escribir esta carta, es por usted que recuerdo cada momento de otoño como si fuera ayer.
No puedo esperar a verla la noche del baile de invierno que ha preparado, estoy seguro que usted como siempre será el lucero y el resplandor de la noche y mi atención.
Con todo su afecto, Ryan Barnes”
Deje la carta a un lado cuando mi corazón finalmente se sintió cálido por aquellas palabras.
Nuevamente aquel sentimiento de emoción volvió a mí, como si fuera la primera vez que mis manos habían tocado una carta suya hecha a mano, sonaban campanas a mi alrededor y de pronto en mi mente el señor Barnes aparecía con una sonrisa en sus labios y con sus brazos abiertos a mí.
De inmediato mis mejillas se enardecieron cuando caí en cuenta que mañana en la noche sería el baile, aún mi vestido no había llegado, Geraldine mañana lo traería, estaba segura que sería perfecto para mí y que todo debía salir perfecto. Sería mi primer baile, los primeros pasos que daría como dama, como condesa ya había tenido un camino hecho, pero pronto veríamos los resultados.
Y ahora, sería la maestra de una citadina que se uniría a nosotros como baronesa.
Todo debía ser perfecto.
Nada podría no encajar.
¿Verdad?
Por la mañana siguiente y recorriendo el mismo paseo del ayer, volví a mi despacho después de visitar al abuelo, de saludar a Felix y que me informará de su estado, visité a mi padre en su despacho, casi como un cassette. La nieve caía más y el día de hoy percibía felicidad en el aire.
Ferguson me llevó al castillo Holyrood donde la señora Hamilton seguramente preparaba a la prometida del barón Johnson para presentarla.
Patch Granger esperaba fuera de las puertas de Holyrood con una carpeta, subí las escaleras de mi castillo con los soldados en reverencia y me dirigí hacia Granger quién también se reverencio ante mí y luego abrió la carpeta y habló— para hoy el consejo espera un informe de la última semana, dos firmas de dos beneficencias en Bingham y en Prestonfield deben ser enviadas, el orfanato de la ciudad de Sighthill están conscientes que le faltan abastecimientos y en Cramond agradecen el suministro que se entregó a favor del hogar de ancianos —me detuve en la puerta de mi despacho y suspire con pesadez cuando Granger se detuvo, le miré con cierta abrumación en mis ojos, pero la noche estaba pronta a llegar y si quería acabar cuanto antes esto, debía hacerlo desde ya.
— bien, andando, joven Granger, hagamos esto —los guardias nos abrieron las puertas y entramos de inmediato, la pila de documentos aún se mantenía ahí, pero Patch Granger se acercó al pupitre y fue codificando cada una en su lugar.
Era muy trabajador y muy eficiente, con saco de vestir negro y pantalones igual, sus zapatos negros lustrados y su camisa de diferente color cada día.
— ¿vendrá hoy al baile? joven Granger —pregunte mientras firmaba los últimos acuerdos de los barones en cuanto a discusiones de bienes.
— no estoy invitado —refirió el joven Granger sin mucha demora, detuve mi bolígrafo y fruncí mi ceño.
— pero eres mi mano derecha, debes estar ahí —
Editado: 14.10.2023