LECTOR OMNISCIENTE
Hay momentos en que el amor se ha vuelto un tipo de maravilla que pocos pueden poseer, la sublime entrega mutua entre las parejas, las risas ruiseñoras de la mujer o las miradas incandescentes ocultando un amor tan profundo de un caballero.
Capaz de percibirse cuando un hombre estaba dispuesto a enamorarse de una mujer o cuando una mujer estaba cayendo en la locura por un hombre, pero también capaz de ver el amor forzado o la presencia de la resiliencia en una pareja o en una persona.
Durante la época de bailes, las sublimes campanas del amor sonaban en la cabeza y corazones de muchas personas, aunque sutilmente también sonaba en una sola sin la correspondencia.
Emily Taylor se miraba frente al espejo del pasillo preguntándose qué tanto sería capaz de ver el barón Johnson en ella, el vestido de aquella noche era maravilloso, encantada y Emily se sentía en un cuento de hadas, parecía como si el dorado de su vestido de pronto la convertía en una mujer de oro, sus ojos negros atrapados por delineados de oro que embellecían su rostro, su cabello largo que caía por su espalda parecía haber renacido después de tanto tiempo, pero su corazón seguía juzgando su apariencia aún cuando lucía tan espléndida en la temporada de Invierno.
“Es por la familia” se repetía una y otra vez, se miraba al espejo y se decía “es por la familia” se recordaba internamente que vendía su amor al barón por su familia, por un mejor futuro, por una mejor vida, pero también se repetía una y otra vez que su cuerpo y su apariencia no sería suficiente para mantener al barón Johnson.
Internamente la señorita Taylor se martillaba su ser, mientras otro suceso ocurría a su alrededor. Pues poco se había hablado de ello, pues recientemente el marqués de Winchester, Sir Nicholas Wellesley había superado su tiempo como segundo en la familia y ahora era marqués. Sabía que pronto era el tiempo y encontrar una mujer con quién crear una familia era lo que esperaba encontrar esta noche, aunque su corazón no estaba esperando alguna pretendiente tan rápido, pero con tal de mantener el linaje Wellesley con el amor que su padre hacía poco había dejado, el marqués consideró el hecho y la temporada de Invierno le presentó la oportunidad de asistir al baile de invierno que la condesa y duquesa por honor Elizabeth Collins ahora daba a toda la nobleza.
Con su flamante traje rojo negro luminoso y su interior rojo vino que hacía verlo como un hombre elegante y magnético, el marqués se adentro en el pasillo en busca de un lugar apartado antes de poder presentarse a la sociedad.
Pero el destino es juguetón en ocasiones con sus jugadas y el amor siempre forma parte de ellas, porque cuando el marqués Wellesley se adentro en el pasillo vacío que llevaba a la sala principal fue testigo de un momento sin precedentes, en donde su mirada se quedó atrapada en la mujer dorada de cabello negro que se admiraba llena de inseguridades frente al espejo del pasillo completamente desolado.
El marqués detuvo su caminar cuando su mirada se atascó en la hermosa figura que presenciaba ahora, su piel tan pálida y blanca que parecía ser suave y reconfortante lo atrapó de inmediato. El marqués lejos de saber que sucedía en su interior cuando la vio, se atrevió a acercarse por detrás y reflejarse en el espejo con una sonrisa tras de ella.
— mi lady —su cabello rubio cayó sobre su frente cuando se inclinó ante ella y espero que correspondiera su saludó, pero la señorita Taylor cohibida por la presencia de tan apuesto hombre se volvió sobre sí y lo miró con su rostro al suelo y su reverencia. Jamás nunca le había hecho una reverencia, ni siquiera el barón Johnson lo hacía, pero aquel misterioso hombre había correspondido a ella con tanta formalidad que la señorita Taylor como reflejo de ello solo hizo lo que sabía que se debía hacer a la nobleza, inclinarse ante ellos y esperar a que le permitiera mirarle a los ojos.
Así que la señorita Taylor con el rubor en sus mejillas se inclinó ante aquel hombre y esperó a que se fuera o a que dijera algo más, cuando su pecho enardecido e impaciente la obligaba a respirar hondo.
El marqués entonces se presentó con una sonrisa cordial en sus labios— mi lady, perdone el atrevimiento por verla de lejos, pero no he podido dejar de ver tan deslumbrante belleza —la señorita Taylor lejos de dejar de inclinarse, se sonrojo aún más cuando escuchó aquellas palabras— creo que jamás la he visto por aquí… —pero el marqués Wellesley solo quería verle su rostro, aunque ella siguiera inclinada, así que inclinó su cabeza y la miro desde abajo, nuevamente ambos conectaron sus miradas y la señorita Taylor se espantó levantando su mirada y consecuentemente mostrandose frente al marqués.
— yo… disculpe —masculló apenada.
Pero el marqués rió encarecido por su reacción— no se disculpe, soy yo quién debe disculparse con usted si la he infortunado con mi presencia, le pido me disculpe —Emily prestaba atención a las palabras de aquel hombre, pero también a su figura tan exponencial, era un hombre de belleza única, de cabello rubio y ojos profundos negros, con facciones remarcadas y claramente noble, pero con una sonrisa que atrapaba la mirada de cualquiera.
Emily y el marqués se quedaron ambos impregnados en la melodía del silencio, en la mirada del momento y en la respiración sincronizada que ambos empezaban a tocar, para el marqués la belleza de Emily lo había dejado cegado, para Emily el marqués era un hombre tallado por los mismo dioses.
Editado: 14.10.2023