¿quién contará un cuento para los niños?

¿Quién contará un cuento para los niños?

¿Quién contará un cuento para los niños?

Había una vez un hombre llamado Don Toto, conocido como "el Cuentacuentos de la Plaza". Todas las tardes, justo cuando el sol comenzaba a ocultarse, se sentaba bajo el gran árbol de la plaza central con su viejo sombrero y su maleta llena de historias.

Los niños del pueblo, llenos de emoción, corrían para escuchar sus relatos mágicos sobre dragones valientes, princesas aventureras y animales que hablaban.

Pero no todos lo apreciaban. Algunos padres y personas del pueblo lo miraban con desdén y murmuraban entre ellos:

—Ese hombre no tiene nada mejor que hacer que contar cuentos.

—¡Bah! Perder el tiempo con sus historias no tiene sentido.

Aunque Don Toto trataba de ignorar esos comentarios, en el fondo le dolían. “Tal vez tienen razón”, pensaba.

Una tarde, después de terminar uno de sus cuentos más emocionantes, decidió que no volvería a la plaza. Se sentía triste y desanimado.

Pasaron los días y los niños, desconcertados, seguían yendo al gran árbol de la plaza, esperando verlo aparecer. Pero Don Toto no regresaba.

—¿Por qué no viene Don Toto? —preguntaba Lucía, una niña con trenzas y ojos brillantes.

—Quizás algo malo le pasó —respondió Pedro, el mayor del grupo.

Al cabo de una semana, los niños ya no podían soportar la ausencia de su querido cuentacuentos. Así que, con gran determinación, decidieron ir a buscarlo.

Caminaron hasta la casita de Don Toto, que estaba al borde del pueblo, junto a un arroyo tranquilo. Golpearon la puerta con fuerza.

—¡Don Toto! ¡Abra, por favor! —gritaban.

El hombre, al oír las voces infantiles, abrió la puerta con lentitud.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó con voz seria.

—Venimos por usted. Extrañamos mucho sus cuentos —dijo Lucía con valentía.

Don Toto suspiró.
—Niños, vuelvan a casa. Mis cuentos no importan. Sus padres y las personas del pueblo tienen razón, inventar historias fantasiosas, es algo inútil.

—¡Eso no es cierto! —gritó Pedro, enfadado.

—Sus cuentos son lo mejor de nuestras tardes —agregó una niña pequeña.

Hubo un silencio, hasta que un niño pequeño, con voz temblorosa pero decidida, dijo:
—Si usted no lo hace, ¿quién contará un cuento para los niños?

Don Toto miró los ojos de los niños, llenos de esperanza y cariño. Sintió cómo su corazón, antes apagado, comenzaba a brillar de nuevo.

Al día siguiente, regresó a la plaza. Esta vez, no solo estaban los niños. Algunos adultos, al ver la felicidad de los pequeños, también se unieron a escucharlo. Poco a poco, comenzaron a entender que sus historias no solo entretenían, sino que también enseñaban valores y llenaban el corazón de sueños y alegría.

Desde entonces, nunca dejó de contar cuentos. Y así, en el rincón de una plaza cualquiera, los niños y sus padres aprendieron que las historias son el puente hacia mundos maravillosos llenos de luz y felicidad.

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Enseñanza: Todos tenemos algo valioso que ofrecer, y la magia de las historias puede unir corazones y enseñar a soñar.




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