Edmund y Amélie se encontraban afuera de la mansión Leblanc. Finalmente ambos hermanos habían conectado después de mucho tiempo sin hablar mediante otra cosa que no sea un mensaje de texto o una llamada.
Luego de que Edmund conversara con su hermana de cómo se sentía descubrió que el mismo problema la había estado perturbando los últimos días pero que no encontraba manera o no sabía cómo empezar. Amélie se alegraba de que su hermano haya tomado la iniciativa. Pues después de dos años de casada, su pareja y ella finalmente habían decidido que era tiempo de tener niños y a pesar de todo, Amélie no quería que sus niños crecieran sin un abuelo pues ya lo harían sin una abuela.
Si bien es cierto Edmund ayudaba a administrar la empresa en Paris, Amélie lo hacía en Londres. Por lo que prometieron que nunca más se hablarían solo para discutir temas de trabajo, eso los había alejado en primer lugar.
Ahora después de que ambos habían analizado la situación y al mismo tiempo ponerse al día del ritmo de vida que llevaban ahora habían decidido que era momento de conseguir ayuda.
Sabían que no sería fácil y mentirían si dijeran que no sentían temor por lo que podría venir a continuación. Pero tenía que pasar alguna vez ¿no?
Se presentaron mediante el intercomunicador y les dejaron pasar. Y conforme se abrían paso dentro de la mansión una oleada de recuerdos los invadían tanto malos como buenos, cuando su madre estaba viva, por ejemplo.
A veces los recuerdos eran demasiado abrumadores.
Ambos conocían la mansión como la palma de su mano, después de todo es allí donde solían correr por los pasillos y jugar. Silenciosamente se acercaban a la oficina de su padre. Y una vez que estuvieron detrás se miraron el uno al otro, de repente se sintieron otra vez como dos pequeños que acababan de hacer una travesura. Edmund agarró la mano de su hermana, la apretó un poco y le dio una sonrisa relajada en señal de que todo estaría bien, como los viejos tiempos.
Tocaron la puerta. Esperaron unos momentos y nada.
Tocaron nuevamente. Esta vez escucharon su voz.
—Giselle, ya te he dicho que no me gusta ser inte-
No tuvo tiempo de culminar la oración, pues Edmund ya se encontraba abriendo la puerta.
Ciertamente, William no se esperaba ver a sus dos hijos allí. Su cara de asombro era más que obvia. Edmund dudó en estar haciendo lo correcto.
—No somos Giselle, Padre. Ella se ofreció a anunciarnos pero nosotros no quisimos, espero que no te moleste. —Dijo Amélie calladamente mientras se acercaban cada vez más a William.
—Tomen asiento. —Así lo hicieron. —Bueno, déjenme decirles que esto sí que es una sorpresa. —William ordenaba unos documentos. —Díganme, ¿hay algún problema con el negocio? ¿Pasa algo en Londres, Amélie? Debe ser algo grande para contar con la presencia de ambos aquí.
—Sí que es un asunto grande. —Respondió Edmund.
—Entonces, díganme. —William se encontraba haciendo unas anotaciones, realmente no prestaba atención. Edmund se impacientó. —Queremos hablar de nuestra casi inexistente familia y de nuestra madre.
Eso fue lo que captó la atención de William haciéndolo levantar la cabeza hacia ellos rápidamente.
—No veo cuál es el problema. —Se acomodó la corbata relajándola un poco.
—Ese es el problema. —Acusó Edmund. —Que no ves que es un problema.
—Edmund no sé a lo que te refieres. —William apoyó ambos brazos en su escritorio.
—Primero vamos a conversar bien las cosas. —Dijo Amélie tratando de alivianar la situación luego depositó una mano en el hombro de su hermano menor. —Edmund-
—No, lo siento Amélie. Venía con ganas de hablarlo tranquilamente pero pretender que nada está mal cuando no es así me enfurece más tomando en evidencia todos estos años.
—Edmund, si no te tranquilizas ahora mismo tendré que invitarte a que te retires. —William pretendía volver a sus actividades anteriores.
—Padre, deja las formalidades. —Edmund aumentó el tono de su voz y Amélie se impacientaba a su lado. —Somos tus hijos, no solo somos tus empleados. ¿Cuándo vas a entender eso?
—Edmund, estás cruzando la línea. —Advirtió William.
Edmund no puso soportarlo más y se levantó de su asiento.